Hannah
—Gracias, mamá.—Mi madre amablemente se ofreció a preparar el desayuno.—¿Astrid no desayunará?
—Tu hermana no ha llegado desde anoche.—¿Por qué no me sorprende?
—Sabes que ella no avisa a dónde o con quién sale, últimamente lo hace con frecuencia y cada vez que tu padre o yo queremos preguntar... se enoja.
Desde que tengo memoria, Astrid siempre ha sido de esta manera. Rebelde y acostumbrada a hacer su voluntad.
Debí saberlo desde que se salió con la suya y se convirtió en la supermodelo más aclamada del país.
Siempre he dicho que mis padres la han consentido demasiado.
—Deberían ponerle un alto, mamá...
—Come, mi pequeña Hann.—Me interrumpe—. Recuerda que a tu padre le gusta la puntualidad.—Con una sonrisa, me dedico a comer, ella tiene razón.
Hoy es mi primer día de trabajo y no quisiera que mi padre se enfadara por llegar tarde. Me siento nerviosa y ansiosa por igual.
Por más que traté de sacarle información a mi padre sobre su socio, no me dijo nada, a excepción de su apellido.
Ackermann.
Jamás había escuchado hablar sobre él, debe ser un estirado.
Cuando quise buscar algo de información en internet, Bastian me lo impidió.
Según él, es bueno mantener el misterio.
Le hice caso, pero sigo pensando que es mala idea, algo me dice que ese sujeto y yo, seremos como el agua y el aceite.
Cuando termino mi desayuno, me levanto de la mesa y corro en dirección de mi habitación para cepillar mis dientes y verificar mi aspecto.
En un último vistazo al espejo, compruebo que la camisa blanca me queda estupenda, amolda a la perfección mis pechos y me hace ver elegante a la vez. La falda negra corte lápiz, realza mi trasero y los tacones me regalan unos centímetros extras de altura.
—¡Pero qué belleza! ¿Vas al trabajo o a causarle un infarto a cada hombre que vea ese estupendo trasero tuyo?—Bastian me mira desde el marco de la puerta, al verlo, no puedo evitar suspirar.
Lleva un traje azul marino que contrasta el color de su piel canela. Su mejor accesorio es su sonrisa, una sola de ellas, es capaz de derretir a cualquier ser humano.
Es una belleza morena altamente deliciosa y peligrosa para cualquier mujer u hombre que lo vea.
—¿No crees que exagero?—Pregunto un poco insegura.
—¿Bromeas? Si no fueras mi mejor amiga, en estos momentos, probablemente estaría tratando de llevarte a la cama.
Bufo ante su comentario sin sentido.
—¿Estás seguro que eres gay?
—Estoy comenzando a dudarlo cada vez que te veo.—Me guiña un ojo para después ofrecerme su brazo.
Lo tomo gustosa, deleitándome con sus bíceps definidos y juntos salimos en dirección al hotel.
—¿Estás nerviosa?—Pregunta.
—Un poco, ¿y tú?—Ante mi pregunta, se detiene un momento y baja su rostro hacia mí.
—Esto te dice algo—Señala su ojo izquierdo.
—¡Oh por Dios! El tic regresó—Exclamo llevando mi dedo índice a su ojo, en un intento por detenerlo.
—¡Basta! Sabes de sobra que eso no ayudará Hannah. Necesito desahogarme…
—Bastian, no empieces. Cuatro días sin sexo no han matado a nadie, dudo mucho que seas el primero.—Le doy una palmadita en la mejilla y vuelvo a tomar su brazo para continuar con nuestro camino.
—Espero que tengas razón, querida. De no ser así, seré un fantasma muy fastidioso.
—Si veintiséis años de abstinencia no me mataron a mí, dudo mucho que a ti te mate una semana más. Tienes que aprender a ser solidario, Bastian.—Él bufa y ambos guardamos silencio cuando entramos al hotel.
Esta vez, debemos usar el ascensor para dirigirnos a la sala de juntas. Mi padre convocó una pequeña reunión, con el propósito de presentar al nuevo socio, ese mismo que según él, es la persona adecuada para instruirme.
Siendo sincera, creí que al llegar tomaría el mando al instante, no me esperaba en lo absoluto lo que mi padre me tenía preparado.
—¡Mierda!—Exclamo al ver la hora en mi reloj.
—¿Qué ocurre?
—Tenemos cinco minutos de retraso.—Digo al borde de un colapso—¿Sabes lo que eso significa?
—Que le darás una razón más a tu padre para poner a otro en tu lugar.—Le pego con fuerza en el pecho, provocando en mi amigo un grito de dolor.
—No es gracioso, te recuerdo que tú también trabajarás aquí. Llegar tarde el primer día no es algo que mi padre tolere.—Su rostro se torna pálido y justo en ese momento las puertas del ascensor se abren.
Tomo la mano de mi amigo y lo arrastro en dirección a la sala de juntas.
Inhalo con fuerzas y exhalo de la misma manera, antes de tocar la puerta de cristal.
Los latidos de mi corazón incrementan, al escuchar la voz de mi padre, dando la orden para entrar.
—Al mal tiempo hay que darle prisa, andando Hannah, puedo apostar que todos en esa sala están esperando por ti.—Mi amigo abre la puerta y como todo un caballero, deja que entre primero.
Lo primero que mis ojos captan, es a un hombre de cabellera rubia de espaldas a mí, sentado a la cabecera de la mesa. A su lado, mi padre me mira con el ceño ligeramente fruncido y niega un par de veces mientras mira la hora en su costoso reloj.
Ignoro a los accionistas que seguramente ya están hablando de mi falta de responsabilidad el primer día.
—Guten Morgen (Buenos días).
Saludo con voz temblorosa, todos y cada uno de los presentes responden a excepción del hombre rubio, quien sigue de espaldas a mí. No puedo asegurarlo, pero creo ver como su postura se tensa al escuchar mi voz.
Arschloch (Estúpido/Cretino).
—Lamento la tardanza, pero el ascensor se…
—Desde que se inventaron las excusas...—La ronca y fingida voz del hombre rubio interrumpe mi mentira piadosa—Eso es una falta de respeto, señorita.
Será imbécil.
—¿Disculpa?—Poso las palmas de mis manos sobre la mesa de cristal templado, pasando por alto la mirada de advertencia que mi padre me dirige.—El hombre que no contestó mi saludo al entrar y que ni siquiera se ha dignado a dar la cara... ¿Quiere hablarme de respeto?—No pude controlarme y terminé alzando la voz.
—¡Hannah, tranquilízate y no le hables así!—Mi padre golpea su palma sobre la mesa, haciéndome retroceder un paso.—Tomen asiento, ya nos hemos retrasado mucho al esperarlos.—Ordena severo y automáticamente, Bastian y yo lo obedecemos.
Murmuro una disculpa y agacho el rostro, estoy apenada por la reciente escena.
—Bien, ahora que estamos todos reunidos, haré el anuncio. Como todos saben, mi hija Hannah Lauder, recientemente concluyó sus estudios en administración hotelera. Para mí es un placer informarles que tan pronto ella esté preparada, tomará mi lugar como directora ejecutiva de la compañía Luxury Lauder Hotel y para que eso sea posible, me complace presentarles al nuevo administrador, el mismo que se encargará de enseñarle a mi querida hija cómo manejar mi imperio. Conozcan a Hermes Ackermann.
¿Hermes? Por favor, que no sea el Hermes que estoy pensando...
Es entonces que el hombre misterioso y pedante, se levanta del asiento. Después de alizar su traje, se gira y justo en ese momento, deja de ser un completo misterio para mí.
Todos los presentes rompen en aplausos, todos menos Bastian y yo, quien me siento desplazada en cierta parte por mi propio padre y engañada por ese estúpido y perfecto adonis frente a mí.
La rabia me carcome al verlo sonreír mientras me mira hundida en mi propia miseria, como si disfrutara mi cara de incredulidad.
Siento como comienzo a hiperventilar y aprovechando que cuatro de los hombres presentes están embobados con él, me levanto con dificultad de mi asiento para salir lo antes posible de aquí.
—Hannah—. Bastian llega a mi lado en cuestión de segundos—¿Te sientes bien?
—No puedo respirar Bastian ¡Sácame de aquí!—En un intento por abrir la puerta, termino cayendo golpeando mi cabeza estrepitosamente contra el suelo.
—¡Hannah!—La voz de mi padre es lo último que escucho antes de cerrar los ojos.
Maldito seas, Hermes Ackermann.