La decision correcta

1807 Words
GAVIN. Cuando termina la cena, me dirijo a la barra, necesitando una copa más si quiero sobrevivir el resto de la noche. Acabo de pedir un whisky con hielo cuando Larry se acerca. El trozo de brócoli entre sus dientes es tan grande que prácticamente requieren su propio código postal. Por supuesto, no digo ni una palabra. —Me alegra saber que hoy ha ido bien— digo, marcando mentalmente la opción de “charla trivial” en mi lista de tareas pendientes. Estoy a punto de alejarme cuando Larry se gira para mirarme, sujetándome contra la barra. —¿Cuánto tiempo llevan saliendo Kendra y tú, hijo? — —Oh, solo somos amigos— digo corrigiéndolo. Larry levanta una ceja gris y poblada. —Dijo que traería a su novio— —¿En serio? — pregunto con más que una pizca de curiosidad en mi tono. Larry asiente, el brócoli entre sus dientes moviéndose hacia mí. —Lo hizo— —Disculpe— digo y me dirijo directamente hacia Kendra, separándola de uno de sus colegas. Bob, Rick o quien sea. Me mira fijamente, casi tropezando con sus tacones altos mientras la llevo a un lado tranquilo de la habitación. —¿Qué te pasa? ¿Le dijiste a Larry que era tu novio? — No estoy seguro de por qué, pero mi tono desborda frustración y enfado. No me han etiquetado como el novio de nadie desde…sí. …Después de lo cual, se declaró el estado de emergencia en mi vida, y las cosas nunca han vuelto a ser iguales. Plantando una mano en su cadera, su postura se endereza. —¿No lo eres? — Todo el tiempo que hemos pasado juntos durante el último mes me cae de golpe, como destellos de luz disparándose en mis neuronas. Las comidas informales que hemos compartido, las conversaciones fáciles, yo entrelazando mis dedos con los suyos, metiendo mechones sueltos de pelo detrás de su oreja y fantaseando con ella. Dios, las malditas fantasías que he tenido… Mi mandíbula se tensa. Tal vez todo esto sea culpa mía. Un desastre enorme y colosal. Pero todo se siente bien. más que bien. perfecto, en realidad. Ha sido fácil y divertido, de una manera que nunca lo ha sido cuando se trata de las mujeres en mi vida. Kendra todavía espera mi respuesta, así que hago lo único que se me ocurre. Me inclino y tomo su boca con la mía. Sus manos vuelan a las solapas de mi chaqueta y por un segundo, creo que. me va a apartar. Pero luego me acerca más y gime en mi boca. Agarrando su cintura con fuerza, la devoro tal como he fantaseado durante tanto tiempo. Mi lengua acaricia la suya en largas lamidas mientras pequeños gemidos escapan de ella. quiero desnudarla aquí mismo y follarla contra la pared, hacerla rebotar sobre mi polla mientras su jefe mira. Mi polla ya esta dura como una piedra. Mierda. —Tenemos que salir de aquí— digo en voz baja, prácticamente jadeando. —Si— acepta, justo sin aliento. Tomando su mano, la saco del restaurante y la saco por el pasillo hacia los ascensores. Considero llevarla a la escalera, está más cerca que nuestra habitación, pero no es lo suficientemente privada para lo que quiero hacerle. Presionando el botón con el dedo, no suelto la mano de Kendra. Finalmente, las puertas se abren y entramos, uniéndonos a una pareja de ancianos que asienten y nos sonríen. Pero entonces la mirada de la abuela se dirige al gran bulto en la parte delantera de mis pantalones y da un paso atrás. —¡Dios mio! — dice, llevándose la mano a la boca. Kendra se ríe y hunde la cara en mi cuello. La cálida bocanada de su aliento contra mi piel envía un hormigueo por mi columna vertebral y luego hasta mi ingle, poniendo mi pene aún más duro. —Eso no ayuda, cariño— murmuro. Quiero darle una palmada en el trasero, pero en presencia de nuestro público, me resisto. Apenas. El ascensor se detiene en nuestro piso y salimos apresuradamente. Kendra se tambalea, achispada por las tres sangrías que se ha tomado, y me deja tirar de ella por el pasillo. Finalmente estamos dentro de nuestra habitación, y cuando la puerta se cierra detrás de nosotros, el único sonido es el de nuestros fuertes latidos. La habitación está en penumbra, excepto por la luz del baño que se quedó encendida, creando una granja de luz para ver. —¿Por qué le dijiste a Larry que era tu novio? — pregunto, mi voz es un mero susurro. —Viste como es conmigo— —Si— pongo los ojos en blanco. —Quería golpearlo en la cara, mierda. Repetidamente— —No podía venir aquí y ser la única sin pareja. Te necesitaba— —Como amortiguador— digo Ella asiente, de mala gana. —¿Te importa? — —No, en realidad. Está bien. ¿Pero por qué no decir que solo éramos amigos, ya sabes, decir la verdad? — Traga saliva y mira la alfombra. —A veces se siente como…— —Mas— digo, terminando por ella. Su mirada se vuelve hacia la mía. —Si— Respiro hondo y tembloroso, sin saber que decir a continuación. Toda esta situación es culpa mía. —Pero sé que no deseas eso— dice en voz baja. —Te deseo a ti— le digo, levantándole la barbilla para que me mire. Suenan las alarmas en mi cabeza. Las advertencias de Aby, los sermones de Kevin…pero todo eso no significa nada. Por qué la deseo. Tanto que duele. Baja la mano y me agarra la polla a través de los pantalones. —Si, me di cuenta— Un gruñido de sorpresa escapa de mis labios mientras frota su mano de arriba abajo. —Mierda— —No eres apto para salir en público. Asustando a mujeres y niños así— Hace un sonido de chasquido. —¿Qué vas a hacer al respecto, señorita Foster? — Me inclino y tomo su boca de nuevo. Maldita sea, una calada y soy adicto a ella. Me deja devorar su boca, su cálida lengua acariciando la mía mientras froto mi erección contra su suave vientre. Dejando escapar un fuerte jadeo, Kendra se separa de nuestro beso. —¿Qué? — pregunto. —Estoy segura de que mentías sobre todo eso de los veintitrés centímetros, pero tengo que saberlo—. Su sonrisa se vuelve diabólica mientras sus manos se mueven hacia mi cremallera y la baja lentamente. Entrelazo mis dedos y cruza las manos detrás de mi cabeza mientras me inclino con la espalda contar la pared. —Hazlo, nena— Me sonríe con suficiencia y luego vuelve a su trabajo, metiendo la mano dentro de mis bóxers negros. Siento su cálida palma enroscarse a mi alrededor, y es el paraíso. Me agarra y saca mi polla. —Mierda— —¿Qué? — miro hacia abajo para ver su vista. Ambos estamos completamente vestidos, con solo mi polla entre nosotros. Su mano ni siquiera se cierra alrededor de mi circunferencia, pero es una vista tan bonita: sus uñas rojas ciudades y su delicada mano sosteniéndome de esta manera. —¿Las mujeres realmente te dejan meterles esta cosa dentro? — Quiero reírme de su inocencia, pero no lo hago. —Ven aquí— le digo, inclinándome para besarla de nuevo. Quiero que acaricie con esa bonita manita de arriba abajo; estoy tan excitado que estoy a punto de explorar, pero no quiero apresurarla. Se que este es un momento muy importante para nosotros. Puede que no volvamos a ser amigos después de esto, y no tengo ni idea de lo que eso significa ni de como procesarlo. Solo sé que la quiero debajo de mí, encima de mí, en todas partes. Extiendo la mano por detrás, le bajo la cremallera del vestido y lo dejo caer el suelo. Lleva un sujetador n***o sin tirantes que le sube las tetas de forma tan bonita y alta que puedo admirarla, y unos pequeños pantalones cortos negros. Prácticos, cómodos, pero aún así muy sexys. Mis manos recorren su cuerpo, sobre la cintura hundida y bajan hasta su trasero, donde sus nalgas redondas se asoman por la ropa interior que lleva puesta. Finalmente, su mano comienza a subir y bajar. Se siente bien. —Usa las dos manos, cariño— la ánimo. Ella se ríe, pero añade una segunda mano, y mierda, eso sí que se siente bien. Cuando froto mi pulgar sobre la parte delantera de sus bragas, Kendra suelta un pequeño gruñido de placer. Quiero hacerla correrse. Quiero llevarla a la cama. Pero en lugar de eso, cambio nuestras posiciones para que sea ella la que se apoye contra la pared, apoyada. Luego meto mis dedos dentro de sus bragas y la encuentro empapada. Su pequeño clítoris, una perla, ya está hinchado y distendido, como si quisiera alcanzarme. Lo rodeo con mi dedo y Kendra gime. —Gavin. Oh, Dios— —¿Te gusta que toque este coñito caliente? — susurro, acelerando mis embestidas. Ella grita y frota sus manos ávidas arriba y debajo de mi polla mientras sus caderas presionan hacia adelante, dándome todo el acceso que quiero a su coño mojado. —Gavin— dice con un gruñido. —¿Qué estamos haciendo? — La miro, la miro de verdad, y me doy cuenta de que esta achispada. Y se pregunta que estamos haciendo. De repente me siento como un imbécil de primera. No está segura de esto y mi determinación se desvanece al instante. —Kendra. Lo siento— murmuró, dando un paso atrás y metiéndome los pantalones. Ay. Maldita cremallera. Tengo que parar esto antes de que vayamos demasiado lejos…hacer algo de lo que ambos nos arrepintamos por la mañana. —¿Q-que? — pregunta con los ojos vidriosos y las mejillas sonrojadas. —¿Qué estás haciendo? — —Has bebido demasiado. No estás pensando con claridad y no quisiera aprovecharme. Da un paso hacia mí, con el pecho rebotando en el sujetador push-up. —No estás…— Me inclino y presiono mis labios contra los suyos. —Simplemente no es una buena idea. Buenas noches— No estoy seguro de cuando me volví tan caballeroso, pero respiro hondo y me obligo a alejarme. Como compartimos habitación, el único respiro es el baño, y ahí es donde voy. Saco mi dolorida polla y la masturbo tan fuerte y rápido que casi se desprende cuando llega el orgasmo. Cuando me recompongo y me limpio, salgo del baño y encuentro a Kendra acurrucada en la cama, tumbada de lado, de espaldas a mi mientras ronca ligeramente. Y sé que he tomado la decisión correcta. Al menos, eso espero.
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