Envidia

1529 Words
Marcus hizo una señal a Dan que pasó desapercibida para Maya, deseaba que se callará, ya estaba hablando más de lo necesario, no quería que la historia de su vida que ella escribiría, se viera manchada con cosas que no debían de salir a la luz. Al llegar a la villa, los tres bajaron de la limusina, Dan se despidió y se alejó enseguida, Maya iba a hacer lo mismo, pero Marcus la tomó por la mano para detenerla. —No deseo estar solo, estoy muy cabreado, ¿Me acompañas a tomar una bebida? Ella mordió su labio inferior, su mente le indicaba que huir de ahí era lo correcto, pero algo en su interior se lo impedía, así que terminó aceptando lo que no debía. —Está bien, pero solo una copa. —Entonces será solo una, si ese es tu deseo, será concedido —dijo con ese tono ronco de voz tan característico en él. La guió hasta una pequeña y acogedora estancia al otro lado del jardín trasero, a Maya le pareció un lugar muy lindo. —Aquí es mi refugio, el lugar donde me escondo de vez en cuando de mis responsabilidades —dijo mientras se acercaba a la pequeña barra del bar situado en una orilla. Maya fijó la vista sobre una fotografía, en ella aparecía la imagen de una hermosa mujer de ojos verdes, y cabellos castaños, tenía los mismos rasgos de Marcus, no podía ser su hermana, él no le había contado que tuviera alguna. —Es hermosa, ¿No crees? —Maya pudo notar emoción en la voz de él mientras lo decía. —Mucho. —Es mi madre, no sé cómo es que con su belleza pudo olvidarla mi padre —la emoción en su voz se transformó en amargura al decir aquello. Ella solo lo escuchó en silencio, no creía prudente opinar sobre algo como aquello. Él le ofreció un copa de vino, para después servirse un vaso de tequila, el cual tomó de un solo trago. —¡Ufff! En verdad lo necesitaba —aquellas palabras hicieron que Maya recordara a su madre —hija, en verdad lo necesito —era lo que decía cuando ella tiraba todas las botellas de alcohol que encontraba en su habitación. Su madre siempre se comportaba como adolescente, y Maya daba gracias a Dios de ser madura, por eso había logrado salir adelante. Su historia se parecía mucho a la de Marcus, trabajando desde pequeña para poder estudiar y salir adelante. Tomó un largo trago de vino, estar ahí, sola con Arched, era como poner una mecha cerca de un tanque con combustible, en cualquier momento ardería el fuego. En el silencio sobresalían sus respiraciones acompasadas, parecían llevar el mismo ritmo, era un juego peligroso y Maya lo sabía. —Creo que debo irme, ya es tarde y no acostumbro a desvelarme —necesitaba huir de ahí, alejarse de inmediato, se dio cuenta que las cosas iban mal cuando se descubrió observando los labios de Arched. Él esbozó una enigmática sonrisa, que a ella le pareció más sensual que ninguna, se acercó hasta que su rostro quedó casi pegado al de ella. —¿Huyes de mí? ¿Tan aburrido soy? Tal vez tiene razón Dan, soy un aburrido de primera. Maya cerró los ojos, no quería perderse en el fuego de aquellos intensos ojos verdes. —No, no es eso —dijo mientras retrocedía haciendo un esfuerzo. —No te preocupes, ve descansa, solo quería comprobar algo, y lo he hecho, hasta mañana, Maya. ¿Comprobar algo? ¿Qué demonios significaba eso? Maya se dio la vuelta y salió de ahí casi corriendo. Lejos de Sicilia, dentro de una clínica de rehabilitación, Rita, la madre de Maya estaba decidida a jugar su última carta, a pesar de su edad, conservaba las formas de su cuerpo, aparentando a pesar del alcohol, menos edad de la que tenía. —¡Dios! Si mi hija no fuera tan estúpida, estaría muy cómoda en casa, en lugar de estar encerrada en este infierno, necesito un trago, siento que me quemó por dentro. El enfermero que le daba su último medicamento del día, pasaría en unos minutos, Rita se apresuró a rasgar la sábana para hacer una tira ancha, al obtenerla, la ató alrededor de su cintura. Usaba una amplia bata en color blanco que llegaba abajo de la rodilla, al atar la tira a su cintura, el largo de la bata subió un poco arriba de sus rodillas, la tira llegaba justo bajo sus bien proporcionados pechos, lo que hizo que se levantaran. Al entrar el enfermero, Rita fingió que salía del baño, el hombre recorrió de inmediato su cuerpo con lujuria. —Buenas noches, guapo, pensé que hoy no vendrías, siempre es un gusto esperar tu llegada, disfruto de tu compañía —dijo sonriendo con coquetería. —Buenas noches, Rita, no me había dado cuenta de que te agrada mi compañía, ahora que lo sé podría quedarme un poco más contigo, a esta hora ya no hay más empleados en la clínica, los guardias están fuera, no se darían cuenta. —Me gusta lo que propones, estoy dispuesta a hacer lo que me pidas, pero antes necesito que me hagas un favor, dime si estás dispuesto a ayudarme. —Depende de que es lo que quieres, no arriesgaré mi puesto por ti ni por nadie, ahora dime, te escucho. —Qué hagas una simple llamada, eso es todo lo que quiero que hagas, llama a mí hija, exagera mi estado anímico dentro de está clínica, necesito que me saque de aquí, me estoy volviendo loca entre estás cuatro paredes. —Lo haré, dime el numero, pero la llamaré ahora mismo y regresare a cobrar mi recompensa —dijo con una maliciosa sonrisa. —¿Y cómo sabré que has llamado? —preguntó con desconfianza. —No tienes otra opción más que confiar en mí, muñeca —dijo mientras la tomaba por la barbilla y le sonreía. —No dejaré que me toques hasta estar segura —dijo de mal humor, no le entregaría su cuerpo a cambio de una mentira, el hombre hizo una mueca de disgusto y aceptó que lo acompañara a hacer la llamada. —Tan fácil como esto —exclamó Rita, sí el hombre creía que la tomaría por tonta, estaba equivocado, no había nacido ayer, tenía la experiencia que dan los años, el enfermero tomó el auricular para hacer la llamada. —Aló, ¿Señorita Maya? Maya estaba por dormir, cuando su celular comenzó a sonar insistentemente, decidió contestar, tal vez se trataba de un asunto importante. —Aló, ¿Qué desea? ¿Pasó algo con mi madre? —pregunto al reconocer el número de la clínica. —¿Señorita Maya? —Así es, ¿Qué pasa? —Disculpe que la llamé a está hora, soy el encargado de dar los medicamentos nocturnos de su madre, tal vez soy muy atrevido al hacer esta llamada, pero su madre se encuentra mal, está cada vez más decaída, vive en depresión total, se ha negado a comer desde hace días. —¿La ha revisado el médico? —preguntó Maya con preocupación. —Lo ha hecho, físicamente su madre no tiene enfermedad alguna, es su estado anímico que está por los suelos, la llama a usted todo el tiempo. —¡Oh Dios! Estoy fuera del país, no podré ir a verla hasta mi regreso, trataré de acortar en lo posible este viaje, por favor, cuídenla. —Sabe que el cuidado de este lugar es inmejorable, pero permítame darle un consejo, no tarde mucho en venir por su madre. —Lo haré en cuanto me sea posible, gracias por llamar. Maya se sintió terriblemente culpable por tener en ese lugar a su madre, pero después recordó el motivo. —Lo siento, madre, puedo imaginar lo terrible que es estar en un lugar como ese, pero te lo has buscado, es por tu bien que lo hago —dijo tratando de aminorar la culpa. Alzó la manta y se cubrió hasta la cabeza, trataba de calmar su mente, además lo sucedido con Marcus la hacía sentir terrible. Mientras tanto, en el centro de adicciones, el hombre le pedía a Rita la paga ofrecida por el favor concedido. —Ven acá, muñeco, claro que te pagaré ahora mismo. —Siento que tu hija no esté dispuesta a dejar todo de lado por venir aquí y llevarte —dijo mientras Rita le sacaba la camisa. —No conoces a mi hija, es una estúpida, me odia porque no heredó mi belleza, la pobre es tan simple, opaca, tan poca cosa. —Vaya, por lo visto no llevas una buena relación con tu hija —el hombre pudo darse cuenta del desprecio que había en las palabras de Rita. —¿Acaso crees que estaría aquí si me llevará bien con ella? —¿Crees que le estorbas en su vida? —Más bien creo que me tiene envidia, teme llevar a casa a sus pretendientes, se prendan de mí rápidamente, pero no hablemos de ella, no quiero que me eche a perder también este momento.
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