Jamás me consideré el tipo más guapo ni el más feo, no tuve una vida de lujos, pero tampoco me faltó el pan en la mesa gracias al enorme esfuerzo de mis padres que, pese a estar poco en casa, siempre sacaron el tiempo para los momentos más importantes en mi vida y esa es la primera razón para considerarme afortunado.
Otro motivo es que aun cuando no fui el chico popular, sí tuve buenos amigos en la escuela que siguen a mi lado al día de hoy, amigos a los que valoro de corazón y con los que viví experiencias únicas que todavía me hacen reír y llorar al recordarlas. Mi último motivo es Catalina Barrera, la mujer que desde hace dos años me robó el corazón con su extrovertida personalidad, sus sueños por los que ha luchado arduamente y el enorme apoyo que me ha dado en mi carrera como músico.
Por desgracia no soy una “gran estrella reconocida” todavía, pero tampoco me quejo de nada porque cada paso ha sido una oportunidad, una bendición y cada victoria y derrota la he tomado con la mejor actitud. La primera todos la deseamos y las derrotas son un aprendizaje que no debe ser desperdiciado. Este pensamiento me ha dado muchas burlas por parte de mis amigos, a veces mi familia y hasta mi novia, pero no importa, soy feliz, me considero afortunado y sé que cada paso que doy me ha llevado más alto en la vida y en mi carrera.
Es por este motivo que después de tantos altibajos en mi relación y mi profesión, he decidido dar un paso muy importante que no creí hacer a mis treinta años, uno que me tiene muy nervioso y con las manos sudorosas, pero al ver cómo reluce el anillo en mi mano me da la fuerza que necesito.
—Muy bien, ¿a nombre de quién hago el recibo? —preguntó la encargada.
—Andrés David Escalante.
—Es una chica muy afortunada —dijo risueña su compañera.
—No, el afortunado soy yo por tenerla como novia y si corro con suerte, como esposa —respondí orgulloso al pensar en Cata soltando ellas suspiros que me avergonzaron.
Con el anillo en mi bolsillo y la reserva confirmada en el restaurante favorito de Cata, le envié un mensaje para encontrarnos esta noche, le pedí que se colocara lo mejor ya que iríamos al restaurante Jardín Rosa y como era de esperarse, recibí un audio con un entusiasta grito de ella. Este sitio es bastante costoso, pero la ocasión lo amerita y su felicidad lo es todo para mí.
—¡Andy! —Carlos me brincó encima con el entusiasmo de siempre.
Él es mi mejor amigo desde los quince años, hemos pasado por mil aventuras y sabemos todo de la vida del otro. Carlos es un don Juan al que le llueven las mujeres y no es para menos considerando que tiene un gran atractivo, es el típico musculoso con ojos claros y bastante dinero en la cuenta que muchas mujeres sueñan con tener, pero más allá de eso es un buen sujeto que me acompañó en los peores momentos. A diferencia de mí, Carlos trabaja duro para ser un modelo y actor reconocido en el país y así en unos años volar directo a Hollywood.
Detrás de él venía Lucho, mi segundo mejor amigo y nuestro manager, gracias a él me abrí campo en este mundo al insistirme que debía explotar mi talento en el canto de la misma forma en que Carlos tenía el don de la actuación, motivo que me llevó con mucho esfuerzo a donde estoy hoy día sin arrepentimientos. Lucho se puede decir que es el punto medio entre Carlos y yo, es alguien que tiene un encanto y carisma muy atrayentes que oculta bajo su fachada de tipo correcto y culto, pero también busca formalizar con la indicada, así que no entrega el corazón tan fácil.
—¿Y bien? ¿Lo compraste? —preguntó Lucho, a lo que saqué el anillo.
—Estás a un paso de ser otro condenado en la lista de casados —bromeó Carlos.
—Quizás para ti porque no deseas casarte, pero yo estaré con la mejor mujer del mundo.
—Solo para estar seguros, ¿en verdad deseas casarte con ella? Todavía estás a tiempo de arrepentirte.
—¡Claro que quiero casarme con Cata! Ella lo vale todo, me apoyó en los peores momentos, me motivó a seguir adelante y anhelo estar a su lado cuando cumpla sus otros sueños, quiero hacerla feliz.
—Bueno, si esa es la respuesta entonces no hay nada más por decir —intervino Lucho palmeando mi hombro—. Avísanos cuando te dé el sí para ir a celebrar.
—Lo haré, pero ahora debo cambiarme o no llegaré a tiempo al restaurante.
A pesar del terrible contratiempo que me hicieron ese par al insistir en que debía llevar lo mejor para la ocasión, pude llegar a tiempo al restaurante y hablé con la encargada para asegurarme de que todo estuviese según lo planeado. No lo negaré, estaba tan nervioso, que el frío de la ciudad desapareció por completo con cada minuto de espera hasta que finalmente la vi bajar del auto de Carlos, a quien le pedí fuese por ella mientras yo me adelantaba al restaurante.
Cata llegó con un hermoso vestido dorado que relucía en su tersa piel, cada paso que modelaba al acercarse era como un sueño para mí, me sentía el hombre más afortunado del mundo al tenerla como novia y seré honesto, que una modelo como ella se fijase en mí me fue imposible de creer al comienzo. Cata es delgada, con metro sesenta y seis de altura, curvas definidas, su cabello es largo y de color castaño que tinturó con algunos mechones rubios, ojos marrones, cara perfilada y unos labios gruesos que me encanta mordisquear entre juegos.
—Te ves maravillosa —halagué dándole un giro y la besé.
—Bueno, disfruten la velada, estaré con Lucho en el bar de siempre por si se quieren unir —dijo Carlos, asentí y tras despedirnos ingresamos al restaurante.
—Te ves muy guapo.
—Gracias, espero estar a la altura de la compañía.
—Lo estás —comentó coqueta dándome otro beso.
En la mesa disfrutamos una exquisita cena acompañada de una champaña que la dejó tan sorprendida como cautiva, hablamos de nuestro día contándome que le habían dado un contrato para una importante campaña publicitaria, una gran oferta para ella que la lanzaría a las pasarelas con marcas importantes a nivel nacional.
—No imaginas lo feliz que estoy por ti, me alegra haber escogido la champaña.
—Sí, pero no creo que sea la razón de escogerla. ¿Qué te traes entre manos, Escalante?
Supe que ese era el momento, llamé al camarero para que trajese el postre y respiré profundo intentando tranquilizarme.
—Cata, hemos estado juntos dos maravillosos años y sé que me tomé mi tiempo para muchas cosas, pero hoy más que nunca, estoy seguro de que quisiera algo de ti si tú me lo permites.
—¿Qué cosa?
La ansiedad le comenzó a ganar enamorándome más con su sonrisa de portada, pero mi ansiedad destruyó mis nervios en cuanto el camarero dejó los postres, entonces, al seguir sus hermosos ojos marrones fijos en mí, tomé su mano besando el dorso y solté lo que mi corazón tenía guardado para ella.
—Catalina Barrera, ¿me harías el honor de casarte conmigo y pasar el resto de nuestras vidas juntos construyendo codo a codo nuestros sueños?
Bajé la mirada hacia su postre y ella hizo lo mismo encontrando el hermoso anillo con el reluciente diamante que le sacó unas lágrimas de felicidad dejándola anonadada.
—Y-Yo… no sé qué decir… —tomé el anillo hincándome a un lado de ella.
—¿Qué te parece darme un sí… o… un no…?
—¡Por Dios, pero claro que sí! —chilló emocionada mientras le colocaba el anillo y la levanté con cuidado besándola con todo el amor del mundo.
Lo dicho, ella es a quien necesito a mi lado, mi mejor compañía y ahora seré mucho más feliz a su lado como su esposo.