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2440 Words
HUNTER —¿Del uno al diez como de follable está? —me preguntó John. Le hubiera dado un fuerte golpe si no fuera porque la mesa le dejaba lejos de mí. Pero era un diez, o incluso un veinte.  —Que te jodan —respondí, y se largó a reír. —¿De que habláis? —llegó Chloe preguntando. Soltó las cervezas en la mesa y se lanzó al sofá junto a John quitándole los pies de encima de su mesa del salón—. Por mucho que nuestros padres no estén no quiere decir que vas a guarrear la casa con tus pies asquerosos.  Resopló y me lancé a por una cerveza. Tenía dos horas antes de volver a casa de los abuelos de Sofía y, de paso, verla a ella de nuevo. No sabía si me había gustado más su físico, con esas piernas largas y bronceadas y ese pelo largo y rubio atado en una coleta dejando así ver unos ojos oscuros que me habían llamado la atención, o su personalidad risueña y con la que me lo pasé bastante bien tardes atrás. Posiblemente fuera una mezcla de las dos. Y posiblemente pensé cosas que no debía sobre lo que escondía debajo de ese vestidito que tan bien le sentaba. Pocas veces encontraba chicas como Sofía para hablar y pasar un rato amigable, (puede que algo más que amigable).  —De la nieta de los Carter —le respondió John, y agarró una cerveza—. Hunter la ha invitado el sábado a nuestro día en el lago y se la quiere tirar.  —Yo no he dicho eso.  Chloe me miró y vi la ilusión y la curiosidad en sus ojos.  —No hace falta que me lo digas, te lo leo en la mirada de depredador —se burló, y se estiró sobre la mesa para menearme el pelo, le azoté la mano lejos y empezamos una pelea infantil—. ¡Venga! ¿Es más mi tipo o el tuyo?  —Es guapa, así que no estaría nunca contigo —le piqué, y enganché su cuello tirándolo por el sofá y frotándole la cabeza.  —Contigo tampoco, jodido c*****o egocéntrico —dijo con voz ahogada intentando engancharme del cuello esta vez.  —Parecéis dos críos. Esa chica no estará con ninguno de los dos si os portáis así —se metió Chloe.  Los dos paramos enseguida y entre risas volvimos a nuestros asientos.  —Se llama Sofía —dije más calmado, y le pegué un trago a mi cerveza volviendo a mirar el reloj que tenían sobre el televisor. Extrañamente estaba de lo más ansioso por volver a verla.  —¿Y cómo es? ¿Porqué no la invitas esta noche a que se venga a cenar con nosotros? —curioseó Chloe, y se sentó de rodillas en el sofá dando botes y tirándole del pelo a su hermano. John se quejó y le mordió la mano.  La idea no me disgustó y saqué el teléfono como un acto reflejo para escribirle un mensaje. Habíamos estado hablando un poco por mensajes con la excusa de que cogiera confianza para estar más a gusto el resto del verano. Pero preferí preguntárselo en persona. —Se lo preguntaré luego.  —Ya, pero ¿cómo es? —insistió John haciendo u gesto sobre las tetas de Sofía.  > Pero no lo dije.  —¿Qué más te da si no vas a comprobarlo nunca? —solté con gracia, pero en el fondo lo decía de verdad.  Chloe se río de su hermano y empezó a hacer un montón de planes con Sofía porque estaba segura de que llevarían bien. Yo también lo creía, era el único del pueblo que conocía a Sofía y eso de alguna forma me hacía sentir bien porque me parecía una gran chica, divertida y amigable; y Chloe era mi mejor amiga, una de las pocas chicas que no querían ni dinero, ni sexo.  —Por lo menos di algo físico para que me la imagine —me suplicó.  Me puse de pie de un salto. Contra antes llegara antes podría calmar mis ganas de verla y de presentarlos a todos para empezar un mejor verano. Me terminé la cerveza y pasé por detrás del sofá de su casa revolviéndoles el pelo. Chloe se me enganchó al cuello y me abrazó dándome un beso en la mejilla, y John me chocó el puño .  —¡Espero verla allí, Scott! —me chilló Chloe cuando salía por la puerta.  Resoplé. Odiaba eso, "Scott". Era muy de mi padre y lo único que él había hecho por mi fue darme dinero. Odiaba su dinero pero aún así lo usaba, tenía un coche que pagar y una carrera universitaria; sólo lo quería para eso. Aceleré por la calle atravesando todo el pueblo hasta la otra punta y aparqué detrás de los dos coches que ahora ocupaban la entrada de la casa. Cuando iba atravesando el jardín una voz femenina bastante dulce me llamó.  —¡Hola! No sabía que ibas a venir tan pronto. Giré la cabeza y casi me morí. Tenía el pelo rubio y suelto cayéndole por encima del pecho, y cuando se lo apartó descubrí que no llevaba sujetador bajo el pequeño top de deporte que traía. Por no hablar de las mayas cortas que marcaban todo lo que podían su pequeño cuerpo. Estaba delgada, de ese tipo de chicas que sabes que hacen deporte, porque tenía un culo impresionante cuando se puso a mi lado y subió el porche delante de mi para abrir con un juego de llaves. Dejé de mirarla antes de que empezara a pensar que era un pervertido que se excitaba sólo con su culo.  —Ya... —me relamí los labios y cuando giró la cabeza para sonreírme hice lo mismo—. Es mejor pintar con el calor, se secará antes. Además, vengo a hacerte propuesta.  Empujó la puerta con la cadera y la sujetó para mí. Dentro, me azotó el fresco del aire acondicionado y ella suspiro de placer. Me gustó más de lo que debería.  —¿Cuál? —pasó por mi lado hacia las escaleras pegadas a la pared, y subió un par de escalones. No pude evitar volver a mirar las curvas que le hacían las mayas—. Si quieres... voy a cambiarte y te ayudo a terminar de pinar.  Asentí con la cabeza intentando dejar de babear por su cuerpo.  —Te espero fuera —fui capaz de decir.  Sus abuelos estaban en el salón viendo un programa basura de entretenimiento, por suerte no me vieron babear por su nieta. Los dos me saludaron animadamente y yo hice lo mismo. Los señores Carter me habían dado trabajo los últimos veranos y gracias a ellos conseguí otros trabajos por el pueblo. No me extraña que Sofía tenga su actitud caritativa y amigable.  Y sí, la esperé fuera pero hasta que bajó, me dio tiempo a pintar lo último que me quedaba con una capa de pintura y todavía tenía que darle otra. Para cuando ella bajó, el pelo rubio le chorreaba agua por la espalda recién salida de la ducha y bajó con una camiseta algo vieja y unos pantalones desgastados debajo que se ocultaban con el largo de la camiseta.  —¿Y qué me querías proponer? —empezó a pintar conmigo y  me sorprendí de lo rápido que habíamos cogido confianza. Pero me encantó. Volvió a poner su música aleatoria, esta vez sonó Queen y sonreí al momento.  —Unos amigos quieren que vengas esta noche a cenar con nosotros, ya sabes, para conocernos entre todos. Te caerán bien —aseguré.  Me miró con una ceja alzada y sonrió como una modelo seduciendo a la cámara. Estoy seguro de que lo hacía sin saber, pero que me maten si no era la sonrisa más seductora que había visto en mi vida.  —¿Y sólo tus amigos quieren que vaya? Y yo qué pensaba que te caía bien —dramatizó con gracia, y se rio ella sola.  —Yo también quiero que vayas, pero eso ya lo sabes —dije,  y bromeando me acerqué a ella pasándole un brazo por los hombros. Sólo quise tocarla y ella no se apartó, se removió a mi lado y me codeó con gracia haciéndome cosquillas—. ¿Entonces? ¿Vienes?  —Claro, estará bien salir un rato con gente. Aparté mi brazo de ella y seguimos pintando entre una conversación de lo más trivial sobre estudios y lo que hacíamos antes de habernos conocido. Le hablé de la universidad y de las fiestas, y un poco de mis amigos para que no fuera tan incómoda a la cena; y ella me contó como eran sus amigos y que muchos de ellos se iban del estado a estudiar lejos de casa, pero se centró en contarme cosas divertidas de su vida, como la vez que se cayó de la bici porque no quiso atropellar un caracol.  Cuando me quise dar cuenta ya era algo tarde y sus abuelos nos ofrecieron algo de comer, Sofía lo acomodó en la mesa de jardín y miró la hora en su móvil antes de morderse el labio.  —¿Te importa si te dejo solo un rato? Así me cambio y si no te importa salimos juntos... no tengo ni idea de dónde están las cosas en el pueblo todavía y siento que me perderé si voy yo sola. Agité la cabeza con una sonrisa y me pasé la mano por la frente quitándome el sudor. Ya había estado solo otros mucho veranos antes de que ella llegara, y me terminó encantando la pequeña rutina que cogimos de estar juntos las tardes que iba a su casa, pero por aquel entonces no me había hecho del todo y asentí sin problemas. —Estaré aquí cuando bajes —le aseguré, y ella asintió con energía corriendo dentro de la casa.  Terminé mi trabajo por el día antes de lo que pensaba y salí al coche para coger ropa y cambiarme. Jack me prestó colonia de la suya y entré en su baño para cambiarme y sacarme la pintura. El baño estaba justo al lado de la habitación de Sofía y la escuché cantar mientras debía estar cambiándose. Me di una rápida ducha y cuando salí y me puse la camiseta y los vaqueros, ella seguía cantando, así que golpeé la puerta del cuarto y apareció con una gran sonrisa y otro de esos vestidos frescos con vuelo y de tirantes por el que se asomaba el escote de sus tetas sin sujetador. ¿Es que nunca se ponía uno? Porque me gustaba.  —Oh, te has cambiado —dijo.  Sonreí y asentí.  —¿Estás lista? A mi me parece que sí —murmuré, y la vi ponerse roja. Me di unas palmaditas en la espalda por eso.  —Sí —se estiró y se colgó un pequeño bolso n***o al hombro—. ¿A dónde vamos?  Dejé que caminara delante de mi hasta la planta baja y allí sus abuelos nos vieron.   —¿Tenéis una cita y no habéis dicho nada? —bromeó Cindy.  Jack me miró como si quisiera matarme y aunque tener una cita no sonaba mal, negué con la cabeza.  —Voy a llevar a Sofía a cenar con mis amigos —corregí, y le puse una mano en la espalda, justo en el centro para no parecer un puto depravado salido—. La traeré pronto a casa, lo prometo.  Cindy agitó la mano sin más y Sofía se acercó a darles dos besos.  —Podéis tardar todo lo que queráis, es verano, disfrutar.  —Pero no disfutéis tanto —gruñó Jack, y me sacó una risa ronca.  >  j***r. No la conocía, ¿qué me pasaba?  —Estaremos bien, vendré pronto a casa —aseguró a ella, y me pasó por el lado señalándome la puerta—. Adiós.  Ellos nos despidieron y caminamos en silencio hasta que le abrí la puerta del coche y me regaló una sonrisa. Se montó, y cuando me subí descubrí que lo miraba casi con miedo. Sí, era un coche bastante caro y con la tapicería encuerada, pero me daba igual. Me lo había comprado mi padre hacía un año y aunque lo adoraba, a veces odiaba lo caro que era mantenerlo. Por suerte era su dinero el que lo pagaba. —Crees que si le quito el techo te vas a despeinar mucho —bromeé.  Me miró y sus ojos brillaron con fuerza.  —¿Crees que eso me importa? Hazlo —me animó—. venga, ¿cuál es el botón?  Se lo señalé y esperó impaciente a que terminara de ser un verdadero descapotable. Entonces abrió la boca y me sonrió con ganas.  —¿Qué? —pregunté entre risas.  —Te cambio el coche. Mi camioneta a penas sube esta cuesta.  Arranqué y el motor rugió antes de salir escopetado por la calle. Le enseñé algunos lugares por los que pasamos y me contó que había salido a pasear antes de que yo llegara, pero no había visto mucho. Le enseñé la piscina comunitaria del pueblo, las tiendas de ropa y algunas de alimentos antes de girar por una calle desierta y entrar en la zona de bares y vida nocturna. Mis amigos estaban fuera del restaurante de comida rápida al que íbamos siempre y en cuanto me vieron llegar se estiraron para ver bien que era la chica que me acompañaba. Aparqué delante de ellos y Sofía me miró algo espantada.  —No te preocupes, no muerden aunque parezcan animales —le dije, y se soltó a reír antes de bajar del coche.  Cuando tuve el coche bien cerrado y me acerqué a ellos, Chloe ya la había enganchado y estaban cotilleando. John me golpeó la espalda y Nick subió las cejas asintiendo con gusto.  —Eres un cabrón —me soltó con gracia Nick—. Está buena, es guapa y parece maja. ¿Qué más puedo pedir?  —Que no te ilusiones porque es demasiado para un estúpido como tú —bromeé sin ser tan broma.  —Definitivamente es un diez —comentó John, y echó a andar detrás de las chicas.  La vi caminar siendo secuestrada por Chloe que no deja de hablar y hablar mientras nos hacíamos con el restaurante hacia nuestra mesa de siempre. Me miró sobre su hombro con una pequeña sonrisa al encontrarme y pude leer en sus ojos que le habían caído bien mis amigos. 
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