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1726 Words
SOFÍA —¿Y cómo es que no habías venido antes? —me preguntó Chloe mientras esperábamos por la cena.  Estaba bastante a gusto con ellos. Apretados los cinco en los sofás del pequeño local de comida rápida. Eran un grupo divertido, energético y con muchas cosas que contarme. Me sentí una más de ellos a los pocos minutos.  —Solía venir cuando era pequeña, pero después con el instituto y los amigos y esas cosas dejé de venir —expliqué.  —Tampoco te pierdes mucho —comentó Nick desde el otro lado de la mesa y le dio un trago a su Coca-Cola. Me pregunté si es que allí todos eran así de guapos. No tipo modelos como me podía parecer Hunter, pero Nick tenía algo muy atractivo en su cara y tal vez era que tenía el pelo teñido de blanco y dos pequeñas dilataciones en las orejas que me llamaban la atención. Tenía músculos y las mangas de su camiseta gris se apretaban contra sus duros brazos; sin embargo era algo bajito. Y John era como Hunter, alto y delgado, muy parecido a su hermana, Chloe, con el pelo casi n***o y los ojos oscuros; sin embargo había algo en todos ellos que me parecía único, y era que a pesar de lo diferentes que parecían, eran un grupo pequeño y muy afectivo.  —Tiene razón —afirmó John—. El pueblo es un coñazo, se salva por las fraternidades y la universidad que está cerca, es lo único porque hay gente joven. Bueno, y por las discotecas y los bares de aquí al lado. Algún día te llevaremos.  Asentí con una sonrisa y la comida llegó a los pocos segundos. Chloe me enzarzó en unos cotilleos de pueblo sobre chicas que se acostaban con hombres casados y me comentó por encima algunos líos que había tenido con chicos "súper-extra-mega-cañones", como ella decía. Poco después descubrí que era la más pequeña de todos ellos, con mis dieciocho años, y el mayor mayor era Nick, con veintiuno. Chloe y su mellizo, John, tenían diecinueve y Hunter veinte. Al final, cuando pareció mucho más asentada nuestra presentación, me señaló a un chico mesas allá que cenaba con un grupo de chicos y se mordió el labio.  —Es tan guapo —suspiró, y me reí—. Era el capitán del equipo de fútbol del instituto, fui con él al baile y... —Y era un cabrón —dijo su hermano, y agarró una patata del plato de su hermana—. Sigue siendo un cabrón.  —No te metas con él —defendió Chloe, y arrugó el ceño.  —No defiendas a ese cabrón.  Se metieron en una discusión con la palabra "cabrón" en cada frase y sentí a Hunter inclinarse hacia mi lado.  —Es un cabrón —me susurró con una sonrisa.  No pude no sonreír, y a pesar de que estábamos muy cerca cuando le miré a los ojos, no me aparté porque olía de maravilla y, a pocos centímetros de su cara pude ver las pequeñas pecas que decoraban su nariz y los manchas verdes de sus ojos en contraste con el marrón. —¿Y eso porqué? —curioseé en voz baja.  —Porque se acuesta con todo lo que pilla —me contestó Nick, y sacó la lengua con asco—. Es un c*****o con las tías y cuenta todo lo que hace con ellas a sus amigos.  Por suerte chicos así nunca habían sido mi tipo y había tenido la dicha de no cruzarme con ninguno en mis años de instituto. En realidad, mis pocas parejas siempre habían sido buenas, simplemente nunca llegué a sentir eso que debía ser enamorarse de verdad y me cansaba.  —Ah —fue lo único que dije, y miré hacia la mesa de aquel chico que ya nos miraba. Él me sonrió y me giñó un ojo con el gesto torcido. No me gustó, era ridículo y me reí.  —¿A que es guapo, Sofía? —me preguntó Chloe.  —Bueno, sí, es bastante mono —porque lo era—. Pero no sé, no es mi tipo.  —¿Tienes un tipo? —John se estiró sobre la mesa y se dejó las manos debajo de la barbilla con una cara aniñada que me hacía reír—. ¿Puedo ser tu tipo?  De reojo vi a Hunter poner los ojos en blanco y le tiro de la camiseta hasta alejarlo de mí. > Habíamos estado hablando por mensajes los días pasados y Hunter era mi único entretenimiento lejos de comerme la cabeza con la universidad. Me gustaba eso porque jamás había tenido antes un amigo que me hablaba como él.  —Venga, vamos a tener la charla —animó Chloe y se frotó las manos—. ¿Tienes novio?  Agité la cabeza de lado a lado.  —No.  —¿No tienes novio? —me preguntó Hunter, y sonó sorprendido.  —No —afirmé, y m encogí de hombros sin más—. ¿Y vosotros? ¿Tenéis pareja?  Todos negaron de lado a lado y eso me sorprendió más a mí. Pensaba que un sitio como Rock City, las personas siempre tenían algo por ahí porque tampoco había mucho más que hacer. —En el pueblo no hay muchos chicos que valgan la pena —me explicó Chloe—. Pero la universidad es otra cosa...  —En la universidad sólo hay cabrones como Colton —espetó John, y Chloe largó la mano para tirarle del pelo—. ¡Ah! ¿Qué coño haces?  —A ti te molesta que yo consiga pareja antes que tu porque sabes que he sacado los genes buenos de la familia. —Me molesta que te guste un cabrón que la tiene que tener hasta desgastada de tanto usarla.  Chloe miró a Hunter y le hizo ojitos. Extrañamente eso me desconcertó un poco y entrecerré los ojos. Cabía la posibilidad de que ellos hubieran tenido algo, ¿no?  —¿Tú que opinas de Colton? —le preguntó.  Hunter me miró, luego a ella y después al chico sentado a un par de mesas. Lo había pillado mirando un par de veces y no se molestaba en ocultarlo. Hunter se removió y torció los labios rosados que tenía.  —No me cae bien, ya lo sabes —dijo, y me miró—. Es un cabrón de verdad.  La conversación no siguió más y durante una buena parte de la cena simplemente hablábamos de cosas varias. Les conté lo que Hunter ya sabía, mi dilema con la universidad y los cuatro me prometieron que este verano sería el mejor de mi vida y terminaría con las ideas muy claras. Los creí y no dejé de sonreír el resto de la noche. Ni siquiera cuando Chloe me tiró un poco de su Coca-Cola por encima y aunque se me quedó una mancha muy fea en el vestido, me dio igual porque estaba pasándomelo bien. Se nos hizo demasiado tarde cuando salimos para volver a casa y Chloe me apretó entre sus brazos como después hicieron John y Nick antes de despedirse de Hunter con los puños. Chloe se enredó en su cintura y se tuvo que poner de puntillas y él se tuvo que agachar para dejarle un beso en la mejilla. Algo se me removió dentro y quise hacer lo mismo por un segundo, pero todavía tenía que llevarme a casa. Me abrió la puerta del coche y me encantó, nadie había hecho eso por mi antes, y aunque me parecía superfluo, me gustó bastante.  —¿Te lo has pasado bien? Te dije que te iban a encantar.  Sonreí y me recosté sobre el asiento de su descapotable después de recogerme el pelo en un moño revuelto.  —Ha sido una gran noche, gracias por invitarme.  Giró la cabeza y me miró con una sonrisa. Era de noche, pasadas las doce, y bajo la poca iluminación del pueblo Hunter se veía como un total modelo de revista.  —Son intensos —afirmó, y yo asentí a lo grande. >—. Bienvenida a tu mejor verano.  —¿Cómo estás tan seguro? —pregunté en un tono bastante bromista y juguetón.  Hunter subió las cejas y admiré cómo se relamía los labios. —Tú confía en mí —me dijo, y lo hice. Confíe ciegamente en él.  Me dejó en casa de mis abuelos y para mi placer, se bajó del coche y me acompañó hasta la puerta. Caminaba con las manos hundidas en sus bolsillos y yo rebusqué en mi pequeño bolso las llaves. Abrí la puerta de casa y Hunter me esperó a entrar parado en el escalón bajo del porche. > Me animé, y lo hice. Caminé hasta estar delante de él y apoyé una mano en su hombro para poder inclinarme, y le di un beso en la mejilla. Sentí como se estremecía con mi toque y yo hice lo mismo en los pocos segundos que duró el simple roce. Cuando me aparté de él, agradecí que fuera de noche porque estaba roja como un tomate y el corazón me latía desbocado. > Yo no era esta hormona andante.  —Gracias, de nuevo, por todo —dije, y él se echo a reír—. Hasta otro día, Hunter.  Me giré por si acaso veía lo roja que estaba, pero tuve que mirarlo cuando entré en casa.  —Un placer, Sofía.  No se movió hasta que cerré la puerta, y correteé hasta la cocina para ver como se marchaba con su descapotable. Una media hora después, cuando ya tenía el pijama puesto y estaba tirada en la cama ojeando mis r************* , me llegó un mensaje suyo y la notificación de que me habían metido en un grupo con mis nuevos amigos.  Les has encantado. Me decía en privado. Y lo vi escribir de nuevo. A mi también. Añadió, y sí, chille contra la almohada como una niña pequeña. Hunter tenía ese algo que me atraía, esa forma de ser, esa forma de hacerme sentir cómoda, esa confianza... Hunter era Hunter.  A mi también me habéis encantado, todos. Le escribí de vuelta, y le di las buenas noches.
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