Capítulo 2

3240 Words
Yankiray —¿Cuál es tu nombre?. —Yankiray. —me tiemblan las piernas donde me mira de arriba abajo analizándome. —¿Cuántas estaciones tienes?. —me quedo en silencio—. Debo saber si esta noche me voy a acostar contigo o debo esperar a que tu cuerpo soporte cargar a mi hijo. —Diecisiete estaciones. —asiente sin decir nada solo piensa. —Mi madre era de esa edad al cargarme. —La mía igual. —me mira a los ojos un buen rato—. ¿Qué debo hacer? No tengo idea de como se hace para poner un bebé dentro de mi. —se ríe pero para cuando se da cuenta de que de verdad no tengo idea de que debo hacer. —¿Es una broma?. —¿Broma? No entiendo, ¿Qué es lo que consideras una broma?. —¿De verdad no sabes como se concreta un matrimonio Yankiray?. —No, no tengo idea de cómo se concreta el acto matrimonial, es mi primera vez cerca de un hombre, mi hermano y mi madre me cuidaron para ser la esposa de un jefe y llegar pura a su lecho. —se me acerca bien pegado y me mira desde su inmensa altura. —Sácate el vestido. —¿Para qué me lo saco?. —llevo a las manos apretándolas a la altura de mis pechos con miedo. —La unión se hace desnudos. —Jamás estuve desnuda delante de nadie. —Pues soy tu esposo y haces lo que digo. —se esta empezando a enojar por lo que veo, los jefes tienen un carácter de temer—. Ahora sácate el vestido. —Si. —me lo saco intentando cubrirme con los brazos a medida que va bajando, una vez en el suelo con las manos me cubro los pechos—. Listo. —¿Hay algún problema para que te cubras delante de tu esposo?. —bajo mi cabeza con mis lágrimas amontonándose donde tengo ganas de salir corriendo y llorar—. Te estoy hablando Yankiray, y cuando te hable quiero que me mires a la cara. —No hay ningún problema esposo. —lo miro a los ojos alzando las barbilla—. Es vergüenza solamente, no que no quiero que me vea desnuda. —Entiendo. —no aparta los ojos de mi cara, no hace ni el asomo de bajar la vista hacia mi cuerpo, es como que me analiza profundamente—. Vamos a la cama. —¿Qué vamos a hacer?. —Debes hacer todo lo que diga y como lo diga... Si es así vas a disfrutar o sino vas a sufrís mucho dolor. —eso si que me asusta muchísimo, ¿me va a golpear como a una nena?—. No voy a golpearte o castigarse eso no está permitido en mi pueblo... Acuéstate Yankiray. —Solo Yan. —me arrodillo en la cama ya sacando las manos porque si quiere que este totalmente desnuda debo darle eso—. No me digas mi nombre completo, con Yan esta bien. —Acuéstate. —lo hago sin decir nada, quedo con mis piernas y brazos estirados, pero cierro los ojos con fuerza cuando él se desnuda. —¿Qué debo hacer? ¿Hay algo que debo hacer para que puedas dejar un hijo dentro mío? Lo que desees lo hago solo pido que me digas cada cosa. —Por ahora vamos a dormir. —se acuesta a mi lado desnudo y jadeando cómo si un agotamiento terrible estuviera en su cuerpo—. No voy a hacer nada así que puedes dormir tranquila, estoy muy cansado. —Pero debemos tener un hijo para que tú puesto no corra riesgo, es para lo que me trajeron, para darte un nuevo jefe. —Podemos decir que lo hicimos. —Se van a dar cuenta cuando no este gorda. —se ríe tapando sus ojos con su brazo—. Sé como se ve una mujer embarazada, solo no sé como... —ni siquiera lo oigo respirar—. Pero se van a dar cuenta. —Ahora no Yankiray... De verdad que estoy cansado, trabajé todo el día sin parar, tal vez mañana suceda. —Esta bien. Se pone de costado dándome la espalda y de inmediato se duerme, o eso es lo que creo porque no creo que pueda dormir con una desconocida en su cama, él es un desconocido para mi y estoy demasiado incómoda y miedosa, pero a diferencia de él que hasta me da la espalda yo quedo ahí, mirando el techo con las manos en mi vientre pensando en todo lo que pasó este día, en la mañana era escoltada por mi hermano hacia otro pueblo lejísimo de mi casa para casarme con un hombre al que no conocía, y ahora estoy en una cama desnuda con dicho hombre en cuestión, lo vi en la ceremonia y nada más que eso, las pocas palabras que cruzamos no me dicen nada, mi madre me crió para una vida de matrimonio pero se equivocó grandemente en no decirme que se hace con un hombre, ella me dijo que estaba esperando a que crezca más pero mi hermano tomó la decisión de un día para otro y no podía negarme, es el próximo jefe que ya cumple su rol como jefe porque mi padre no sabe ni como se llama, y como hermana debo obedercerlo y así su puesto es más firme y seguro. A la mañana abro los ojos cuando él se esta vistiendo, me siento abrazando mis piernas intentando de esconder mi desnudez cosa que es estúpido porque ya me vio mientras dormía. —¿Qué debo hacer ahora?. —se gira mirándome. —No tengo idea. —alza los hombros mirando para todos lados como buscando que darme para que haga—. ¿Me podrías preparar algo de comer? ¿Sabes preparar alimentos?. —Si claro. —me pongo el mismo vestido horrendo y lo miro sonriendo—. ¿Dónde cocino?. —Ven, sígueme. —lo sigo afuera de la tienda, hay varias chicas que me miran con odio, ya tengo varias rivales por lo que veo, con que quede como la primer esposa creo que por ahora me conformo—. Acá vamos a vivir, es mi tienda. —Bien. —es un desastre, a penas y se mantiene en pie y el olor a húmedo me invade con fuerza, lo miro sorprendida que no dice nada por la condición en la que vive—. ¿Qué quieres comer?. —Lo que halla va a estar bien. —entra y me corre la tela para que entre, cuando lo hago no lo puedo creer. —Pero... —es un asco absolutamente, todo sucio, ropa por todos lados, deshechos de comida con olor a podrido y hasta unos perros pulgosos porque no dejan de rascarse. —Mis hermanos duermen no hables fuerte que es muy temprano para que despierten. —veo a cinco niños dormidos todos juntos. —Si. —me apunta unas mantas en una esquina. —Ahí vamos a dormir nosotros. —no puedo contener la cara de asco al ver el estado de las cosas—. La cocina esta afuera en aquella tienda, le voy a decir a mi tía que te diga lo que debes hacer. —¿Y ahora no comes nada? Me pediste algo de comer. —Ve allá y fíjate si hay algo que comer y me lo traes. —Si. —salgo mirando a los niños que no se despertaron, voy a la tienda que esta llena de mujeres que me miran sin descaro, intento mantener mi cara sin expresión—. Hola. —todas me miran sin decir nada—. ¿Cuál es la reserva del jefe?. —Esa. —una anciana apunta una esquina, hay una mesa donde hay de todo, esta bien surtido porque es el jefe sino, no habría casi nada creo. —Gracias. Hago masa sin leudar, caliento leche y reviso todo el estante para saber que es lo que hay y que no para poder hacer las comidas, y mientras reviso me doy cuenta de que cosas le gustan al jefe porque siempre lo mejor y abundante va para él, entonces ya me hago la idea de sus gustos. Cuando llego a la tienda donde voy a vivir ya no está y eso que fui lo más rápida posible, pero hay uno de los chicos alimentando el fuego de la estufa. —Hola. —se para sin emoción alguna, es un niño con cara de un adulto, ya sé porque tiene esa mirada—. Hice pan y la leche esta caliente. —dejo todo en la mesa baja moviendo un par de cosas que hay para hacer lugar y le sonrío—. Soy Yankiray la esposa de tu hermano. —Estuve ahí cuando se casaron, ya sé que eres la esposa de mi hermano. —Pues yo no te vi. —la bebé se despierta y cuando hago el intento de agárrala la agarra él—. ¿Cómo se llama?. —Aneley. —Hermoso nombre. —se sienta y parte el pan dándole un poco, me gano frente a ellos sonriendo porque la nena no deja de mirarme—. ¿Puedo agarrarla?. —No. —no me mira, sigue dándole de comer a su hermanita con cuidado—. La alimento yo. —Esta bien. —los otros se levantan y me miran raro porque les sonrío—. ¿Me dicen sus nombres y cuantas estaciones tienen?. —Ayen y tengo nueve estaciones. —Yerimen, once estaciones. —Antilef, seis estaciones. —¿Y tú?. —Caupolican... Catorce estaciones. —¿Y ella?. —Ella acaba de cumplir dos estaciones de verano. —dice Ayen agarrándole la manito—. Y él es Lautaro, él tiene cuatro. —Bien... Yo soy Yankiray y tengo diecisiete estaciones de otoño. —Me tengo que ir... —se para y cuando veo que se va a llevar a la bebé me paro delante de él. —La nena déjala. —tiene el ceño fruncido—. Yo la cuido. —Queda con mi tía. —Ahora estoy yo acá y puedo cuidarla. —mira a sus hermanos y luego a mí que le estiro los brazos—. Dámela... No la voy a lastimar... A ninguno, yo los voy a cuidar. —dudando me la da y ella solo me mira, no llora ni se queja solo me mira—. ¿Cuándo vuelves?. —Con Mawunko. —Bien. —se va y me siento con los otros sabiendo que con la mirada les dijo que me vigilen con la nena—. Cuando terminemos de comer vamos a limpiar este lugar. —me miran sin decir nada, soy un espectáculo en estos momentos—. Y vamos a bañarnos todos. —Esta bien. A penas terminamos de comer nos ponemos a limpiar este lugar que es un asco en todo su esplendor, no hay otra palabra para decirlo, junto la ropa y las mantas que hay para poder lavarlas, antes de ir al lago saco un jabón que traje y salgo a lavar todo y que quede con rico olor. ***** Mawunko. Llego a mi tienda sin encontrar a ninguno de mis hermanos, y lo que me deja de piedra es que esta todo impecable, esta todo ordenado haciendo ver la tienda vacía cuando antes caminaba por encima de un montón de cosas, las camas ordenadas, la estufa limpia y hay olor a flores, ¿Cómo pudo lograr que huela a flores?. Caupolicán a penas me dijo que dejó a mis hermanos con ella me vine de inmediato, no confío para nada en ella, a penas y la vi ayer y él deja a mis pequeños hermanos con ella solos, puede ser una loca tremenda que lastima a mis hermanos y yo la dejo en mi tienda sin decirle a mis hermanos que la vigilen. —Mawunko qué... —¿Dónde están?. —¿Quién?. —Mis hermanos. —miro hacia todos lados desesperado donde nadie me dice nada—. ¿Dónde están?. —No lo sé. —¿Yankiray?. —La última vez que la vi estaba con Aneley y estaba cocinando pero no esta en la cocina ahora. —corro como un loco al lago con una sensación rara, cuando llego los veo jugando en el agua. —AYEN VEN MÁS ACÁ. —mis hermanos juegan como unos niños en el agua—. NO TE ALEGES. —ESTÁ BIEN. —Aneley esta sentada a su lado muy tranquilita y ella le lava el pelo a Yerimen. —Te enjuago y ya puedes ir a jugar. —Si. —me pongo detrás de unos árboles en cuclillas a mirarla para saber como es. —Tu turno hermosa. —veo como la para en medio de sus piernas y pasa jabón como el que usan los blancos por su cuerpo y la friega con un trapo—. Ahora vas a estar más hermosa, limpita va a ser una bebé preciosa. —Yan. —¿Qué pasa?. —¿Podemos salir?. —Si obvio... Ya casi termino. —los va secando y envuelve a Aneley con una manta, la carga en un costado y del otro lado un cesto—. Vamos que ya casi es hora de que lleguen sus hermanos y debo preparar la comida. Camina adelante y mis hermanos atrás de ella siguiéndola como unos cachorros a su mamá, van riendo y hablando sin parar, ¿hace cuánto que no los veo así? Hasta creo que nunca ya que mi padre era un maldito que nunca le gustó escucharnos reír, pero ella va como si nada, como algo natural y es como que le gusta que ellos estén locos, cuando llegan a la tienda mis hermanos entran y ella cuelga la ropa que lleva en el cesto, hay unos arboles y cuelga todo ahí, veo que mi ropa esta impecable ahora, hasta siento que es de otro color, nunca usé ropa limpia, con Caupolicán intentamos lavar las ropa muchas veces pero jamás quedó de esa forma. —¡Yankiray!. —Voooyyyy. —entra corriendo y ya no la veo más, paso mi mano por mi pelo confundido y decido entrar. —Llegué. —están sentado alrededor de la mesa normales, no están locos agarrando cualquier cosa desesperados. —Ven Mawunko... Vamos a comer. —Lautaro esta con sus ojos brillantes al ver la comida. —Si, ¿Caupolicán?. —Se fue en la mañana, me dijo que venían juntos. —me sirve primero y luego a todos, el olor me hace sacudir del hambre que tengo y de lo bien que huele. —Mmmm... Esta muy rico. —¿hace cuánto no como comida así? Pruebo y más tiemblo. —¿Me das pan Yan?. —come con Aneley en medio de sus piernas y ayuda a los demás. —Sientate bien Antilef. —se sienta bien mirándola con pena—. Come como un nene, si hay bastante. —Si, perdón. —Yerimen deja de pelear y come bien. Quedo en silencio mirándola, es como si ya estuviera acostumbrada a la vida con nosotros, mis hermanos le hacen caso sin emitir bocado cuando son niños muy rebeldes que no le hacen caso a nadie que no sea a mí o a Caupolicán, Aneley se ríe sin parar y ella la alimenta mimándola, cuando ya no lo soporto me paro saliendo de la tienda. ........................... Pasan los días en donde sigue todo igual con ella, la casa impecable, mis hermanos impecables, la ropa limpia y con rico olor, la comida un festín de los dioses y siempre hay pan listo, pan rico, que te dan deseos de comer más, no solo porque es necesario comerlo sino que te atrae como toda la comida que hace. Caupolicán es el único que no está contento con ella, detesta que halla tomado el mando de la tienda en tan poco tiempo, estábamos acostumbrados al desorden y mugre, a pasar hambre porque a nadie le importaba más que mi padre este alimentado, ahora no es así, es todo parejo para todos, no hay favoritismo para Yankiray. —Shh. —la miro desde la oscuridad hamacar a Lautaro para que se duerma. —Yan. —¿Qué pasa?. —lo sigue meciendo, él pone su mano en su cara. —¿Eres mi mami?. —No Lauti, no soy tu mami. —Pero me cuidas mucho. —Siempre te voy a cuidar... Pero no soy tu mami... Ella duerme con nuestros ancestros y me mandó para que los venga a cuidar y preparar cosas ricas así crecen fuertes y sanos. —Gracias Yan. —la abraza y ahí se duerme, los tapa y corre la tela que puso para hacer divisiones y nuestro espacio queda más apartada de todos. —No te vi. —dice sonriendo—. Ven, dejé comida para ti donde no llegaste. —Si. —me siento y ahí me sirve la comida, pruebo saboreando con ganas—. Esta muy rico. —Los nenes me dijeron que te gustaba y lo hice. —asiento sin decir nada más —. Mawunko, hoy tu tía me habló en la tarde. —¿Qué quería?. —me corta pan así lo unto en el guiso. —Dijo que ya es hora de que cargue un hijo. —quedo totalmente quieto mirando mi plato de comida—. ¿Cuándo vamos a hacer un hijo?. —Hoy no tengo ganas Yankiray. —¿Y cuándo las vas a tener?. —la miro que esta seria—. Siempre dices lo mismo. —Cuando se me dé la gana. —voy hacia nuestra cama desnudándome para poder dormir. —Pero ya debo estar cargando uno con el tiempo que estamos casados. —la miro que esta estrujando sus manos—. Es para que seas mas fuerte en tu tribu. —Acá yo decido las cosas. —me acerco lentamente y ella me mira a los ojos sin una pizca de miedo—. Y vamos a encargar un hijo cuando yo lo decida. —Soy la burla entre las mujeres. —me acuesto ya cansado y ella se arrodilla—. ¿Mawunko qué puedo hacer para que me aceptes?. —Nada Yankiray. —Pero Mawunko... —la agarro de los pelos bajándola hasta dejarla casi arriba mío. —¿Qué parte no entiendes mujer?. —ahora si veo el miedo en sus ojos—. ¿Quieres cargar a mi hijo? ¿Con qué derecho? ¿Acaso eres especial?. —Soy tu maldita primer esposa... Y vine para que tu maldito legado no se pierda. —la doy vuelta acostándola en la cama y pega un pequeño grito. —Una sola vez y más vale que quedes preñada como una maldita perra. —me mira con fiereza. —Trátame como quieras... Pero me sacaron de mi pueblo para tener a tu primogénito... No voy a ser la burla de dos pueblos todo porque no quieres que tenga a tu hijos. —Aaajjj. —me paro saliendo de la tienda y ella atrás. —¿A dónde vas?. —Eso a ti no te importa. . .
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