Capítulo I

1310 Words
11 de marzo de 2.019 Das Haus Café Freiburg im Brisgau. Erika silba de molestia cuando el último cliente en la caja se da la espalda para dirigirse hacia las mesas. El tono arrogante del hombre se reproduce en su cabeza y aumenta la molestia que ya se asienta en la boca de su estómago, en cambio y como bien le enseñó su padre, forzó la mejor de sus sonrisas para la mujer que ahora entra por las puertas corredizas de la cafetería y espera que a su compañera le vaya mucho mejor que a ella con el maleducado cliente cuando sea hora de llevarlo su café. – Bienvenida a Das Haus Café, ¿qué desea ordenar el día de hoy? – pregunta sin dejar de ver a la mujer directamente, detallando las leves arrugas en su rostro y las prominentes joyas que adornan su cuello, orejas y dedos. – Ponme un trozo de tarta de chocolate y una malteada – el tono de la mujer es jovial, casi demasiado alegre para Erika, quien se fuerza a no curvar una ceja con curiosidad por el evidente contraste entre la emoción en la voz de la mujer y el aire serio que emana – Añade crema chantilly también, querida. – Por supuesto – responde al entusiasmo de la mujer con un subidón de energía, sus ojos captando a penas una mata de rizos rubios que se cuelan por las puertas al mismo tiempo que recibe la tarjeta de crédito de la mujer para el pago, una sonrisa extendiéndose en su rostro al saber que se trata de su mejor amiga – ¿Desea algo más? – No, no… así está perfecto. Para cuando la mujer se ha dirigido a una mesa cerca de la puerta, Erika se gira a buscar con la mirada el rostro apacible y hermoso de Anne. La encuentra en la mesa más retirada de todas, con la mirada verde esmeralda perdida a través del grueso vidrio de la ventana. Sus rizos se escapan rebeldes de un intento vago de trenza mientras la mejilla derecha de la chica es aplastada por su la palma en la que se sostiene. Erika la aprecia por varios segundos, encantada con la manera en cómo el sol acaricia su piel pálida y las finas líneas de su mandíbula. Envidia en secreto la belleza natural de Anne, nada comparada con su cabello n***o indomable y opaco o con su nariz de botón y sus labios delgados que forman un corazón chueco. Erika se siente linda al mirarse al espejo, pero son esos detalles los que la alejan de ser alguna vez como Anne. – Has llegado temprano – es la manera en cómo la saluda, acercándose en silencio desde el mostrador hasta la mesa que su amiga eligió – ¿Ha pasado algo en el ensayo de banda de hoy? ¿Algún chico nuevo que sea demasiado apuesto como para ser observado por los ojos mortales de tus compañeras? Anne resopla en respuesta, sus ojos todavía fijos en el otro lado de la calle, donde una mujer ata los cordones de los zapatos de su hijo pequeño: – Pasa que he renunciado. La calma en la voz de su mejor amiga la alarma, sabiendo lo mucho que significa para la rubia sus ensayos con la banda de la universidad. Anne habló veranos enteros de cómo su primer año de clases era la oportunidad perfecta para conseguir un lugar para ella y su Sax. Erika fue testigo de los largos y desgastantes ensayos, los presenció cada uno de ellos. Ni siquiera puede recordar un momento de su larga amistad en el que Anne no hablase o llevase su saxofón al hombro, con sus delicadas manos sosteniendo el reluciente instrumenten con profundo amor y respeto. Anne amaba más que a nada a la música, a esa estúpida banda. Es por eso que se desliza en el asiento frente a su amiga, sus ojos buscando algún rastro de broma en el rostro de ella. – Pero qué tonterías dices, Ann – sus manos viajan a sostener la mano libre de Anne, pero ella la retira demasiado rápido, desconcertándola aún más – Amas la banda, tú no… – Amaba lo que la banda representaba, pero… – los ojos verdes de su amiga al fin están sobre los suyos, observándola con una tristeza intraducible para Erika – No creo que ese sea mi lugar, eso es todo. – ¡Has hablado de eso desde que te enteraste que existía! ¡¿Acaso ya no te acuerdas de lo mucho que molestaste a tu papá para que te dejase inscribir en esa universidad? ¡Cómo puedes decirme esto! – Erika simplemente no lo comprende, ni siquiera asimila la mueca triste y decepcionada que cubre el bello rostro de su mejor amiga – No puedes decirme que renuncias y ya está, ¿qué pasó? Anne guarda silencio, uno que parece querer gritar más de lo que ella está dispuesta a decir en realidad: – Drew… Hay alivio en el gesto que Erika hace, sus hombros destensándose mientras cae contra el respaldar del asiento, casi riendo: – Por supuesto, Drew… ¿Ahora que ha hecho ese imbécil, Ann? ¿Una extranjera o alguna estudiante de artes dramáticas? ¿Los encontraste en su cama o ha sido tan hijo de puta como para mandarte nuevamente un vídeo? Anne no responde, volviendo a fijar su atención al otro lado de la calle y Erika se lamenta su falta de tacto, pero su paciencia simplemente no existe para ese tema. Drew es el novio, espera que ahora ex, de Anne desde hace tres largos y terribles años. Un novio que pocos momentos de felicidad le ha regalado a su amiga, más enfocado en las piernas largas de otras chicas que en la sonrisa dulce de su novio o en las lágrimas que Erika se encarga de cerca mientras hierve de rabia contra él. Lo cierto es que Erika no comprende cómo Anne se aferra tanto a él, intentando solucionar algo que ya la ha herido tanto como para abandonar algo que ama realmente como lo es la banda de la universidad. ¿Cómo su amiga cree que tirar tanto trabajo duro, tantos sueños, por un bueno para nada sería algo que ella como su mejor amiga permitiría? Quiere creer que todo se arreglará y por eso fuerza una sonrisa, volviendo a intentar atrapar la mano de su mejor amiga con las suyas. Está vez, no hay resistencia. – Sé que duele, Ann. Pero no debes renunciar a lo que amas hacer por un idiota como Drew, no vale la pena en absoluto – intenta disuadirla, utiliza incluso su tono más dulce y comprensivo. No hay respuesta a sus palabras y Erika asume eso como que sus palabras han sido entendidas, es eso lo que por lo menos desea creer porque han sido ya tantas las veces en que las ha dicho, que espera sea la última y en esta ocasión Anne cambie la manera en cómo ha involucrado a aquel idiota en cada aspecto de su vida. Sin embargo, es incapaz de ver la mueca de tristeza en el rostro de su mejor amiga y mucho menos repara en la lágrima que se resbala por su rostro y que ella aparta con rapidez, temerosa de que los ojos de juicio de Erika la hayan alcanzado a ver. Una vez más, Erika sonríe como si hubiese hallado la respuesta a todos los problemas que aquejan el dulce corazón de su mejor amiga y, como tantas otras veces, Anne guarda en silencio todos los reproches que le gustaría hacerle, todos los dolores que se ha tragado por miedo a que Erika se convierta en su juez y verdugo. Una vez más, los secretos pesan entre ellas como mariposas de alas rotas.
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