Sin darle tiempo a responderle, Karl cortó la llamada dejando a Adara con la incertidumbre de no saber qué hacer. Sin poder entender sus intenciones, menos creerse que de verdad estuviera en la puerta de su casa, comprendiendo que no podría tener certeza de ello sino viéndolo con sus propios ojos, se dirigió a la sala de estar y escondida detrás de las cortinas, y a través de la ventana pudo comprobar que su recién, insistente e impositivo nuevo amigo realmente estaba a su espera. Resoplando, se dejó caer en el mueble y con ambas manos alborotó su cabello en desesperación. En ese instante cayó en cuenta que debía resolver este pequeño problema de manera inmediata, antes que la impaciencia, que pareciera caracterizar a este hombre, le ganara y terminara cumpliendo su amenaza. Decidida a so

