¿Salimos?

1464 Words
Justo cuando cayó la noche, estando Adara en la cocina cotilleando con su madre sobre su vida en Mikonos, llegó el señor Augusto Indriago, su padre, quien desde la puerta principal de su casa le pareció escuchar a su esposa hablar con alguien cuya voz no quiso asegurar en su mente para no hacerse presa de la decepción al llegar y ver a otra persona, el deseo de ver a su hija crecía día a día; no obstante reprimir ese pensamiento, al pararse frente a la puerta de la cocina sintió su  cuerpo bullir de alegría al darse cuenta que efectivamente su tesoro más grande había vuelto a casa después de tanto tiempo. Sin darle tiempo de reaccionar, en seguida la abrazó y besó sus mejillas. La emoción era tal que ignoró que su esposa estaba allí, su atención estaba puesta en Adara, no creyéndose que fuera verdad que estuviese allí con ellos, se dedicó a contemplar a su hija por largo rato antes de proferir cualquier palabra. -       Mi amor ¿A qué hora llegaste? ¿Por qué no me avisaste que vendrías? yo te hubiera ido a buscar al aeropuerto de Atenas –le dice emocionado-. -       Calma padre, estás acelerado –le dice Adara también emocionada-. -       ¿Cómo me pides eso si nos tenías castigado de no verte por tantos meses? -le responde a modo reclamo, aunque él sabía por lo que su hija estaba pasando gracias a las malas acciones de Oberto, juró que algún día le cobraría todo el sufrimiento por el que hizo pasar a su hija-. -       Tranquilo padre, lo importante es que ya estoy aquí con ustedes de nuevo –le dice Adara tranquilizándolo y devolviéndole varios besos en las mejillas- ¡Qué rico se siente estar con los dos! –dice estirando el brazo para que su madre se una al abrazo familiar-. Después de esa muestra efusiva de afecto, pasaron horas sentados en la mesa que está en la cocina, comiendo y hablando sobre la vida de Adara, el día a día de sus padres y de algunos conocidos de Adara en el pueblo hasta que los venció el cansancio. Su padre fue el primero en manifestar no aguantar más, por lo que se despidió de sus dos mujeres y se retiró a su habitación; Adara por su parte, aunque estaba agotada, no tenía sueño pero decidió ver un programa de televisión hasta que este llegara; dejando a su madre en al cocina culminando unas tareas. Al entrar en su habitación, Adara tomó el control de la televisión que estaba justo al lado de la lámpara y de su teléfono móvil. En ese instante recordó que no había llamado ni enviado si quiera un mensaje a sus amigos para avisarles que había llegado bien a su destino final. Tomó el móvil entre sus manos, al encender la pantalla se encontró con dos llamadas pérdidas de un número no registrado en su agenda, por lo que decidió ignorarlo. Marcó el número de Jhon y pulsó la tecla de llamada, se llevó el teléfono al oído para esperar contestara, pero justo en ese instante la llamada se vio interrumpida por otra entrante, que al verificar quien pudiera ser se encontró que parecía ser del mismo número de donde la habían llamado las dos veces anteriores. Llevada por la curiosidad contestó la llamada, sin hablar esperó hasta que quien fuere la persona que esté del otro lado de la línea diera el primer paso. -       Hola Adara –“esa voz”, pensó en seguida, se sintió a punto de desmayar ante la impresión que ello le ocasiona. Adara sorprendida imaginó estar nuevamente alucinando, relacionó el tono de esta voz al otro lado de la línea con la del hombre desconocido que la trajo hasta su casa- Buenas noches. -       Buenas noches –hace una pausa nerviosa, pues si la mente y sus oídos no la engañan parecía ser la voz que la hizo estremecer hace unas horas atrás- ¿Quién se supone me está hablando? –pregunta curiosa-. -       Karl pequeña, tu compañero de viaje –estupefacta se dejó caer en el centro de la cama al no creer la confirmación de sus creencias-. -       Ho… hola –fue todo lo que pudo responderle de lo sorprendida que se encontraba “Que yo recuerde nunca le di mi número telefónico”, piensa mientras busca en sus recuerdos en qué momento pudo haber sucedido y que ella lo haya olvidado-. -       Por lo que percibo estás sorprendida de mi llamada –le dice divertido al notar el trastabilleo en su voz-. -       No esperaba me llamaras –le responde confundida-, de hecho, no recuerdo haberte dado mi número telefónico –le dice con voz dudosa-. -       Así es, nunca me diste tu número, te confieso que tengo mis mañas –reconoce Karl cambiando el tono de voz de divertido a la seriedad que acostumbra usar cuando trata temas que para él son importantes-. -       ¿Mañas? –le pregunta una Adara confundida- ¿Por qué ibas a querer mi número? –le pregunta en seguida-, si te debo algo por el viaje dime ahora mismo, o mejor aún, como ya tienes mi numero envíame los datos y el monto para el pago y te hago un giro en el acto –le dice rápidamente sin pausas-. -       Calma, calma, primero respira, estás acelerada, ¿Quién te dijo que te llamo por eso? Dios mio ese defecto de ustedes las mujeres de no dejar que uno termine de hablar –suspira con fastidio-. -       Es que no entiendo ¿para qué me llamas?, si tú y yo ni siquiera somos amigos, mucho menos conocidos, coincidimos en el aeropuerto por suerte de la vida –hace una pausa-, reconozco ahora para mi buena fortuna, pues logré llegar a casa gracias a ti sana y salva –hace otra pausa pensando si decir o no lo siguiente- por lo menos confirmé que no eres un secuestrador. -       ¿Y quién te asegura eso? –le responde Karl dejando la duda en el aire, intencionalmente alterando a Adara, quien ante su inexperiencia en ciertas áreas de la vida no ha aprendido cuando un hombre con la característica seriedad que él le demostró hoy, está bromeando o hablando en serio-. -       No… no te entiendo ¿qué quieres? –le pregunta de manera brusca-, ¿qué puedes tú querer de mí? -       Qué salgas conmigo esta noche –le responde con tranquilidad. Adara sorprendida ante su respuesta, del susto, como halada por una cuerda, se sentó en el centro de la cama, “Ahora sí que se enloqueció este hombre”, piensa mirando a los lados sin poderse creer lo que le acaba de escuchar-. -       Esto es una broma, ¿verdad?, porque si es así te informo que no soy mujer de juegos, así que mejor borra mi número, adiós Karl, como no te debo nada, gracias por el aventón –le dice Adara colgando la llamada-. Con el móvil apretado entre sus manos que reposan sobre su pecho, se dejó caer en el centro de su cama para procesar lo que le acaba de suceder. Sacude la cabeza a ambos lados, “Demasiadas emociones por hoy, creo que es mejor que me tome algo para dormir, siento que voy a colapsar de los nervios que me ha ocasionado este hombre y la emoción de volver a ver a mis padres”, piensa sentándose en la orilla de la cama para ir a la cómoda por una pastilla para dormir. Apenas ponía los pies en el piso sus intenciones se vieron frustradas por el sonido de su móvil, que volvió a repicar anunciando otra llamada, sobe la cual confirmó que era otra llamada de su nuevo amigo. Decidida a ponerlo en su lugar contesta. -       Te voy a decir algo si estas… -fue interrumpida por el tono ronco de su voz-. -       ¿Entonces?, como ya te di tres minutos para pensarlo, espero hayas tomado una decisión, ¿salimos? –le pregunta Karl con toda la naturalidad del mundo, espero un rato su respuesta-, tomaré este silencio como un sí, vístete rápido, te estoy esperando en la puerta de tu casa -hace una pausa soltando una sonrisa-, ah, y no te atrevas a querer dejarme embarcado, sino tocaré el timbre y me anunciaré con tus padres, tú decides pequeña, ¿salimos? –vuelve a formular la pregunta poniendo voz de ternero degollado-. Sorprendida ante este evento atípico en su vida, se quedó pro largo rato acostada en su cama tratando de entender qué es lo que le acaba de suceder, qué pudiera llevar a Karl a extenderle una invitación que más que eso parecía una orden.
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