¡Sorpresa!

1358 Words
Cuando finalmente Adara se recompuso de la impresión de la forma de despedirse del desconocido apuesto, entró a la casa de sus padres cerrando la puerta de modo tal de hacer el más mínimo ruido que pueda alertar a sus padres de la presencia de alguien más en la casa. En sigilo fue directo a la cocina donde seguro encontraría a su madre. -       ¿Qué aroma tan rico es el que se percibe en el ambiente? –pregunta Adara al entrar en la cocina y ver a su madre frente a la estufa a espaldas de la puerta-. -       ¡Hija! –exclama Anais Indriago, su madre, sorprendida al voltear a verle, en seguida acudió a abrazarla y llenarla de besos- te extrañaba tanto Adara. Dios que nostalgia no tenerte en mis brazos por tanto tiempo mi amor –le dice su madre apretando aún más el abrazo-. -       Madre yo también los extrañaba un montón, pero por favor siento que me falta la respiración –le responde asfixiada por la presión del abrazo-. -       Disculpa mi amor, es la emoción de volver a verte después de tanto tiempo –le responde su madre apartándose para verla fijamente- Estas un poco delgada pero se te ve mejor semblante que el de las pocas veces que nos permitiste verte por video llamadas. -       Sí madre, estoy un poco mejor, recuperándome día a día –le responde Adara buscando algo de tomar-. -       Ya te doy algo para que te refresques, el clima afuera está bastante caluroso –le comenta mientras saca de la nevera una jarra con algo parecido a jugo- ¿por qué no avisaste que vendrías? Tu padre hubiera dado todo por irte a buscar a Atenas. -       Precisamente eso era lo que no quería, si perfectamente puedo movilizarme sola hasta acá ¿para qué hacerlo pasar por la incomodidad de un viaje tan cansón? –le pregunta aceptando el vaso que su madre le entregó-. -       Cuéntame ¿cómo vas allí? –le pregunta la señora Anais señalando el lado del corazón-. -       En calma madre, más tranquila –le responde suspirando profundamente- Jhon y Diana me han ayudado bastante, gracias a ellos pude terminar de abrir los ojos. De nada vale lamentarse sobre lo sucedido. -       Así es mi amor. Usted es una mujer fuerte, segura estoy que de aquí en adelante tendrás la felicidad que no conseguiste al lado de Oberto –le dice volviéndola a abrazar- Eres nuestro mayor orgullo hija ¿cuántos días tienes pensado quedarte? -       Me regresó el jueves de la semana próxima, me toca reincorporarme al trabajo el viernes –sintiendo pesar Adara le responde mirando a su madre quien tiene los ojos cristalizados de la emoción de volverla a ver-. -       Son pocos días pero los suficientes para disfrutarte hija. Tu padre se morirá cuando te vea –le dice emocionada- No hace sino hablar de ti todos los días. Así le hables a diario dice extrañarte mucho. -       Tan bello, yo también los extrañaba muchísimo –le responde poniéndose de pie- estoy algo fatigada por el viaje, iré a mi habitación a tomar una ducha y descansar. -       Supongo que no has almorzado. Ya te llevo algo de comer a tu habitación –le dice mirándola con ternura- ¡Ay qué emoción tenerte de vuelta! –dice sacudiendo las manos-. Conmovida por volver a ver y sentir a su madre después de tantos meses, Adara llegó a su habitación donde se paró en la puerta a recorrer con la mirada cada rincón del lugar donde pasó buena parte de sus primeros años de vida. En esas cuatro paredes se esconden todos los gratos momentos que vivió siendo niña y en su adolescencia, una época que extraña con nostalgia, pues vivía sin temor alguno, sin pensar en el mañana, sin las preocupaciones propias que traen las relaciones de pareja y la complejidad de las personalidades de los seres humanos. Fue la época más feliz de su vida, pese a ser de talla baja, nunca sufrió discriminación de ningún tipo, al contrario vivió rodeada del amor de sus padres, sus amigos y las personas que hacían vida en su pueblo. Nació en la ciudad, pero un buen día, siendo niña en edad escolar, sus padres decidieron sentar raíces en el pueblo natal de ambos. En ese pueblo todos la trataban como una niña más de los que crecieron corriendo cada una de sus calles. Eso le ayudó a fortalecer la confianza en sí misma, tanto que sorprendió a sus padres cuando les dio la noticia de que se iría del pueblo a estudiar la Universidad. Si bien siempre le dieron libertad, el hecho de que su única hija, con limitaciones evidentes, buscara abrirse camino lejos de la mirada protectora de ellos, les causó temor de que algo le sucediera. No pusieron objeción, pero durante los primeros años siempre estuvo presente el temor de que no se adaptara a la vida de las grandes ciudades, o que cualquier ser desalmado le hiciera algo que resquebrajara esa confianza que ellos se habían esmerado en construirle. Sin embargo, como ha hecho desde que nació, los dejó aún más sorprendidos, pues no solo se adaptó sino que logró graduarse, conseguir empleo y comprar un apartamento con el dinero que de a poco fue guardando de los pagos que recibía por su trabajo. Feliz por estar de vuelta en casa de sus padres, Adara dejó la maleta a un lado de la cama y se acostó en el centro de esta a descansar un rato. Cerró los ojos como reacción al agotamiento físico que la embarga. Cuando sintió estarse relajando, el subconsciente le trajo al frente de sus recuerdos, el rostro de Karl, el desconocido que sin ella haberle dado confianza ni motivo para ello, no solo la llevó hasta la casa de sus padres prácticamente obligada sino que también la despidió con un beso en la mejilla, como si se conocieran de mucho tiempo atrás. Al rememorar el cosquilleo que sintió de solo sentir el leve contacto de los labios del desconocido sobre su mejilla, le hizo ver lo errada que estaba en su apreciación cuando pensó que un hombre como él sería inalcanzable para ella. Jamás imagino, por lo menos estar tan cerca, mucho menos recibir ni si quiera un inocente beso de este hombre, de hecho ni de ninguno con un porte físico tan arrollador como el que él se gasta. “Dios realmente parece el típico atuendo inalcanzable, parece un sueño hecho realidad”, piensa entre suspiros al sentarse en la cama para quitarse los zapatos y el resto de la ropa. Es un hombre que a simple vista parece arrogante y egocentrista. Un hombre que pareciera ser selectivo con los que permite se le acerquen. Adara aunque nunca había sufrido de complejos, por obra de Oberto, ahora es una chica súper insegura. Al punto de no creerse haber logrado captar la atención de Karl, ni siquiera por gesto de humanidad o caballerosidad. El hecho de sentirse menos que nada ante los ojos de cualquier persona, la hace ver como lejana, por no decir imposible, la posibilidad de que siquiera alguien diferente de sus amigos Jhon y Diana, quiera compartir con ella por lo menos un rato agradable.  Tal era su desconfianza en sí misma que por un momento se vio pensando en que ese hombre no puede tener sino malas intenciones al buscar una cercamiento con ella. Adara es de las que piensa que un hombre como él solo busca en personas que no han sido bendecidas con el don de la gracia física, esa capaz de atraer a un hombre al punto de ponerlo a los pies de una mujer, no puede sino buscar algún mal en su provecho. No le cabe en la mente, ninguna posibilidad de que en su acercamiento tenga la intención de procurar algo positivo para ella, pues estima que nada bueno tiene para ofrecer así misma, mucho menos a otra persona, y menos a una que como él, pareciera poseer todo para tener a su lado a la mujer que desee.  
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