No sé por qué razón este sujeto me causa tanta inquietud. No se debe a que sea un fiscal ni al hecho de que ando metiendo sus narices en mis asuntos, sino que hay algo en su actitud que me da mala espina. ―Debes estar preguntándote la razón por la que estoy haciendo esta visita. ¿Qué come que adivina? Pongo cara de circunstancia y sonrío al notar que ha comenzado a tutearme. Bien, yo también sé jugar a este juego, señor fiscal. Busco a Jacob y le hago una señal para que nos traiga café. Tengo una resaca que me está partiendo la cabeza en dos. Estaba a punto de irme a casa para pasar el malestar cuando me anunciaron su inoportuna visita. ―La verdad es que estoy intrigado ―me acomodo en el sillón y vuelco la mirada sobre él―. Así que, Dígame, fiscal De Luca, ―pronuncio su nombre con cie

