El amanecer no trajo paz, sino una punzada de adrenalina fría que recorría la espina dorsal de cada lobo. Rayo de Sol observó el tenue resplandor que teñía el horizonte, un recordatorio cruel de la esperanza que se atrevían a sentir, incluso con la inminente mierda que se les venía encima. Luna de Plata, de pie a su lado, era un faro de calma, su pelaje plateado casi fundiéndose con la luz gris del alba. La manada, cansada pero con un propósito recién forjado, se movía en silencio, las huellas de sus patas apenas marcando la tierra húmeda. "El Río Murmurante no está lejos," dijo Luna de Plata, su voz apenas un susurro. "Pero la putrefacción habrá sentido mi regreso. Sombra Oscura sabrá que venimos." Rayo de Sol gruñó. "Que se joda. Que venga. Estamos listos para esta mierda." Sus ojos re

