El Valle del Nuevo Amanecer, antaño un cicatrizado campo de batalla, ahora latía con la vida. El hedor a putrefacción había sido erradicado, reemplazado por el dulce perfume de la tierra húmeda, las flores silvestres y la savia fresca de los árboles que se alzaban majestuosamente. Donde antes había sombras danzantes y el lamento de almas perdidas, ahora resonaban las risas de los cachorros y el suave susurro del viento entre las hojas, una canción de esperanza y resiliencia. La victoria sobre Sombra Oscura no solo había purificado el valle, sino que había reavivado el espíritu mismo del Bosque Susurrante. Amarok, con el Amuleto de la Luz brillando suavemente en su pecho, era el centro de esta nueva era. No era un líder que dominara con la fuerza de la garra, sino con la sabiduría de

