Tristán —Bueno, ¿a qué debo el placer de encontrarte en mi oficina? —pregunto, cerrando la puerta detrás de mí. Ha sido un día largo, probablemente porque mi concentración ha sido pésima. Escuchar la voz de Amaia, y su rechazo a mis avances nuevamente esta tarde, no ayudó. Pero lo que sí hizo fue revitalizarme. Aún no he encontrado la manera de ganármela, pero lo haré. Tengo que hacerlo. Es la única persona que me hace sonreír. No estoy seguro de qué significa eso o cuánto durará, pero todo lo que sé es que ella me da una chispa que no he encontrado en ningún otro lugar, y es algo que no puedo sacudirme. Algo que no quiero sacudirme. Arthur está sentado en mi escritorio, revisando una enorme pila de papeles. —Papá. Puedes agradecérselo a él. —No es que no me emocione encontrarte como en

