Amaia
El estadio huele a hot dogs y cerveza derramada, dos de mis cosas menos favoritas. Parece apropiado, ya que van con el béisbol.
Dalia camina delante de mí, contoneando las caderas mientras pasamos a un chico atractivo bajando las escaleras del estadio Barridge, la casa del equipo local de ligas menores. Cuando Lo llamó poco después de hablar con Tristán y ofreció las entradas, no pude negarme. Entradas gratis para la cosa favorita de Frederick eran una obviedad, especialmente cuando solo hemos podido venir al estadio unas pocas veces.
Decidí no contarle a Frederick sobre las entradas de temporada aún. Creo que guardaré ese regalo para otro día y extenderé la alegría. No tiene sentido usar toda la bondad en un solo día.
—¡Esto es tan genial! —exclama Frederick—. Algún día voy a ju
