CAPÍTULO 3

1221 Words
El tiempo comenzó a pasar y, lo que en un principio fueron noches de terror para ambas, pronto fue una pacífica convivencia. Alana pronto descubrió que ese lugar era seguro, al menos para Thamara, así que, por su propio bien, sobre todo el emocional, decidió confiar en que a al lado de esa joven de ojos enormes y cafés claros estaría bien. Y es que, a diferencia de Thamara, que estaba en ese lugar para ser protegida, Alana estaba en calidad de rehén. La vida de esa joven rubia dependía completamente de cuánto quisieran torturar al padre de su hijo. Es decir, estaba viva porque aún les convenía, pero eso podría cambiar en cualquier momento. Alana sabía bien que, si Bastián Solón en algún momento sobrepasaba la paciencia de quien le tenía secuestrada, ella no lo contaría más. Pero, al parecer, aún era divertido para ese sujeto el escondérsela y darle pistas para que, a punto de encontrarla, la perdiera otra vez. Desde que la rubia había sido secuestrada había cambiado tres veces de lugar, pero tenía un poco bajo control su situación y, aunque no sabía si podría salir viva de ese encierro, al menos tenía seguro que su hijo saldría con bien de ese lugar. Alana Cárdenas no era del todo ajena al mundo que la tenía cautiva, de otra manera jamás hubiera terminado en una relación amorosa con Bastián, así que tenía quién le apoyara, aunque no era tan poderosa como para salir bien librada por sus propios medios. Sin embargo, aunque siempre se sintió ansiosa, respiró un poco profundo al lado de una chica que no parecía estar interesada en su propio encierro, y con quien logró, en cuestión de días, entablar una gran amistad. Y es que, de alguna manera, se sentían reflejadas la una con la otra, pues en sus condiciones y estados tenían mucho en común. Pero no todo sería miel sobre hojuelas al final, y solo una de ellas lo sabía. Alana, que mantenía un poco de contacto con el exterior, supo que las cosas terminarían mal en ese lugar en poco tiempo, y que la inocente y pura Thamara terminaría envuelta si no hacía nada por ella. Y, aunque en determinado momento decidió que haría tanto como pudiera por su compañera de encierro, Alana también tenía claro que la dejaría atrás si se convertía en un obstáculo para su libertad. Las fechas estaban claras para Alana, quien contaba con su plan de escape perfecto, pero el destino no la favoreció y, justo el día antes de la madrugada donde ella sería ayudada a dejar ese lugar, un tonto accidente le provocó iniciar labor de parto. Alana se había estirado un poco limpiando una pared, para de esa manera oscurecer una de las cámaras que había encontrado y, al perder el equilibrio, todo su cuerpo se estampó en la pared, además de que su pie resbaló de la orilla de ese banco en que estaba parada y terminó sentaderas al suelo. El dolor no se hizo esperar, y en un par de horas todo se puso terriblemente mal. Nadie respondió al llamado de las chicas pues, de todas formas, quién estaba en peligro era alguien que no importaba. Thamara debió hacerse cargo del parto, sin tener conocimiento alguno de lo que debía hacer, improvisando y rezando a su Dios y otros que conocía que no terminara todo mal. Pero todo terminó tan mal que dos vidas se perdieron en esa noche, la segunda de ellas implorando bondad de un corazón que solo eso sabía dar. Alana, tras escuchar el llanto de su hijo, sintió que nada había terminado aún, por eso pujó de nuevo, con desesperación, y un segundo bebé salió de ella con el cordón umbilical enredado en el cuello, sin respirar, y sin que Thamara lograra nada por reanimarlo. Eso había sido una sorpresa. Alana se había enterado de su embarazo cuando ya había sido secuestrada, y no había tenido revisión alguna, así que no se había enterado que eran dos; ella ni siquiera sabía si el bebé que esperaba estaba bien. Pero perder a uno de sus bebés no fue lo peor para la rubia, pues luego de saber a su segundo hijo muerto y comenzó a sangrar de manera alarmante. Alana supo que todo estaba perdido para ella cuando su cuerpo se quedó sin fuerzas hasta para respirar, y entonces suplicó porque Thamara tomara su lugar en el escape de esa noche, suplicando que se llevara a su bebé vivo, y que lo salvara de ese encierro, o de la muerte, que seguramente era lo que le esperaba si se quedaba en ese lugar. Thamara, aterrada, conjeturando que la realidad de Alana sería su futuro, decidió hacer lo que la otra le pedía, iniciando por escuchar a la moribunda parturienta con muchísima atención. —Abrirán la puerta de madrugada, no se a qué hora, pero podrás irte de aquí sin que nadie te siga... llévate a mi bebé. Solo debes caminar, alguien te encontrará, te lo prometo, él vendrá por ti y te ayudará. Si salvas a mi bebé, a nuestro bebé, Bastián Solón te salvará a ti y a tu bebé, lo prometo. Thamara asintió. El nombre de Bastián Solón era uno que tenía bastante conocido en su mundo, así que no había manera de que ella no supiera quien era, pues a veces era socio de su padre, a veces era su peor enemigo. Aunque, por lo general, procuraban no tocar el territorio y los negocios del otro. La morena, con el alma hecha pedazos por lo fuertes que eran sus espasmos corporales debido a sus nervios, se concentró en lo principal del plan: irse en cuanto la puerta se abriera y caminar sin mirar atrás. Thamara no sabía si se arrepentiría de lo que hacía, ni siquiera confiaba en que algo saldría bien o mal. Y es que, luego de todo lo vivido, se encontraba en tal estado de shock que seguía respirando porque su cuerpo lo hacía por sí mismo. Atender un parto, algo a lo que se enfrentaría después, y sin conocimiento alguno de ello, había quebrado algo dentro de ella, y ver nacer ese bebito muerto, y no poder hacer nada por él, la había herido aún más, además, en cualquier momento dejaría atrás a esa chica a morir lentamente en ese lugar, porque estaba segura de que era lo que pasaría con ella sin atención médica o si alguien la descubría. En el sepulcral silencio en que Alana se quejaba bajo y lento, y en que Thamara sollozaba, el sonido de la puerta principal abriéndose retumbó en los oídos y cabeza de ambas, entonces la morena se limpió el rostro y se acercó a una chica que, por quién sabe cuál razón, se negaba a entregarse a la inconciencia. » Te amo bebé —dijo la rubia en apenas un hilo de voz—, y te cuidaré desde donde esté. Lo prometo. Dicho eso, la mujer presionó sus labios contra la cabecita de un bebé desnudo envuelto en una sudadera de Thamara, y atado al cuerpo de la morena con un reboso que la chica casi nunca se quitaba. Thamara se persignó antes de salir y, comprobando que no había nadie afuera, comenzó a andar con prisas hacia el oscuro bosque.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD