—¿De verdad pensaste que te saldrías con la tuya? —preguntó Bastián, observando a sus dos hijos y enfureciendo por lo mal que se veía la madre de ambos—. Te equivocaste. Las palabras de Bastián eran más bien gruñidos, que denotaban toda la ira que sentía contra el gusano que se había atrevido a tocar a su familia, una que había jurado proteger para el resto de su vida y, si se podía, después también. Por ello el hombre quería asegurarse de que esos tres, al igual que él, estarían rodeados de personas leales, que los quisieran al punto de poner su vida en riesgo por ellos. » Pero —continuó hablando Bastián, sin dejar de presionar con sutil fuerza el arma sobre la frente del imbécil de Luciano—, ¿quieres saber cuál fue tu peor error? Te lo voy a decir, tu error fue poner tus ojos en la

