—¡El condón! —exclamó Thamara recién abrió los ojos, y su rostro se llenó de carmín cuando la peliplata frente a ella le miró con una clara mueca de burla. —¿Ya para qué lo quieres? —preguntó Sandra, que vigilaba a los gemelos mientras su madre dormía profundamente, al fin—. Te hubieras preocupado anoche... ahorita ya tomate esta y rézale al cielo para que no te mande otro angelito. La morena de ojos azules tomó la caja que esa mujer le daba y al abrirla descubrió que contenía una única pastilla que definitivamente tomaría. Otro angelito, como Sandra había dicho, no era algo que necesitaran, ni que pudieran soportar, tampoco. Ahora que Renata y Donato no eran tan pequeños, algunas cosas comenzaban a volver a la normalidad, cosas como que ellos ya no necesitaban estar con los ojos sob

