CAPÍTULO 6

1866 Words
—Sé que no me lo debes —dijo Antonio Lester al interpretar correctamente la expresión del hombre de cabello oscuro y piel morena, de traje completamente n***o y apariencia impecable—, pero a Thamara sí, así que resguárdala por un tiempo. —¿Resguardarla? —preguntó Bastián, confundido y casi molesto. Odiaba que le dijeran qué hacer, sobre todo cuando era alguien que podría definirse más bien como un enemigo que como un compañero de trabajo, aunque se dedicaran a lo mismo. —Puede que no te interese, pero tengo muchos problemas, y ella es mi talón de Aquiles, así que la necesito fuera de peligro y, lamentablemente, no es algo que pueda hacer justo ahora, tú sí puedes hacerlo. La explicación del hombre mayor logró que Bastián alzara una ceja, pues, de la nada, Antonio Lester había informado de su mayor debilidad, aunque no es que no se imaginara que así era. —Bueno —habló Bastián, calmado—, parece que en serio lo necesitas, pero, déjame aclararte que no le debo nada a Thamara, tampoco. Yo la salvé cuando estaba tirada a media carretera a punto de parir, y ahora ella y su hija están bien. Creo que pagué mi deuda con eso. Bastián Solón sonrió de medio lado, encolerizando a un hombre que debió tragarse su coraje. No es que esperara que el otro le ayudara, en realidad, pero era cierto que era su mejor opción, aunque también la odiara. » Te la devolveré —aseguró el más joven de los dos—, así que espérala pronto. Bastián comenzó a caminar algo satisfecho de haberle dado un dolor de cabeza a ese hombre que, aunque a veces admiraba, casi siempre le molestaba. Es decir, sabía y aceptaba eso de que cada cabeza es un mundo, pero de pronto le molestaba que hiciera las cosas a su modo, pues le parecían poco efectivas y, también, provocaban expectativas en los demás. Al final del día, Antonio Lester era tan bueno en lo que hacía, que era usado de ejemplo o referencia para ciertas cosas, y en ese mundo no estaban para alabar a alguien. Antonio resopló con furia cuando el otro se fue, y su dolor de cabeza se extendió a otras partes del cuerpo, como el estómago, porque, aunque era seguro que Thamara y su hija no terminarían muertas en algún enfrentamiento con Luciano Antero, heredero ahora conocido de otro grupo que intentaba acabar con él y hacerse de sus negocios, lo que sí sucedería es que Antonio tendría más trabajo con ella en casa. Thamara y su hija serían algo que el otro utilizaría para volver a meterse a su casa, sobre todo porque la joven no conocía la situación de ese hombre con él, y también, muy probablemente, lo tenía a él como el malo de la historia por abandonarla en medio de la nada. —Prepara todo —dijo Antonio a su mano derecha y caminó hasta su auto para prever lo que fuera necesario, y lo que no también, pues necesitaba en serio estar preparado para todo, para lo probable y lo improbable. El asistente del hombre asintió y se apresuró a abrir la puerta de su señor, entonces subió al asiento delantero, para acompañar al chófer en ese regreso a casa. ** Bastián llegó a su casa y recibió el reporte de la enfermera sobre la salud de todos los que ella había atendido, y la de su hijo no era demasiado prometedora. Él había nacido antes de tiempo, y ser pequeño y estar bajo de peso eran los menores de sus problemas. —Entonces, ¿qué es lo que harás? —preguntó Bastián, furioso. Ese tipo de cosas no era lo que le gustaba escuchar. Él no quería escuchar problemas, quería soluciones, y esa mujer no parecía entenderlo, pues seguía enumerando lo malo. Además, estaba ansioso, es decir, lo único que le quedaba de su amada Alana era un niño llorón y defectuoso que probablemente moriría, y no quería siquiera pensar en que eso ocurriría. —Yo puedo seguir vigilando y rezar para que sus órganos maduren, aquí todo depende del tiempo y sus ganas de seguir adelante —respondió la enfermera, una que no le temía a Bastián como él hubiera querido, pues era una gran amiga desde hacía muchos años atrás. Bastián cerró los ojos con fuerza, y también suspiró. Estaba agotado por muchas cosas y, aunque no quería admitirlo, estaba triste y algo desesperado. Es decir, aunque le gustaba mostrarse frío y despiadado, lo cierto era que su corazón era algo blando con los que quería y acababa de perder a la mujer que más amó en la vida, a la única, si no contaba a su madre que ya tampoco estaba a su lado. —Ella... ¿cómo están esa mujer y la niña? —preguntó él, queriendo aumentar su bienestar deshaciéndose de sus incomodidades—. ¿Ya pueden irse? —Solo si quieres que el niño se muera —respondió Sandra, enfermera de esa mujer y de ambos niños, dejándose caer en el sofá a pesar de no haber sido invitada a hacerlo. —¿De qué demonios estás hablando? ¿Qué tiene que ver que ellas se vayan con que él viva? ¿Acaso es ella el Dios a quien le rezarás? Sandra rio a carcajadas, molestando a un hombre que no la soportaba mucho. A Bastián le gustaba ser el jefe, y que todos lo respetaran y le tiraran flores por donde pasaba, pero esa mocosa, como él a ratos la llamaba, lo trataba como si no fuera nadie importante, y por eso le molestaba casi todo lo que ella hacía. Aún así, Sandra Herrera era buenísima en lo que hacía, y tenerla a su lado era algo útil y, a ratos, necesario; por eso la seguía aguantando, por eso y por la costumbre de estar juntos. —No es una diosa —aseguró la enfermera—, pero puede que ella nos haga el milagro que ese bebé necesita. Bastián, ¿sabes qué es lo peor que le puede pasar a un bebé? La pregunta de la mujer no tenía sentido, según el cuestionado, pero no discutiría con ella cuando lo único que quería era deshacerse de ella y ahogarse en el alcohol por un par de meses, así que solo negó con la cabeza. » Que no lo quieran —informó la mujer—, y el pobre, que es huérfano de madre porque murió y de padre porque ni siquiera se digna a verlo, menos a abrazarlo, no tiene quien lo quiera; y aún así disfruta del calor de una mujer que no le dio la vida, pero lo abraza, amamanta y hasta le cambia el pañal y lo baña. —Cualquiera a quien le pague puede hacer todo eso por él —aseguró Bastián, perdiendo contra sus ganas de beber y sirviéndose un trago aún cuando regularmente no bebía frente a nadie, para evitar mostrarse vulnerable. —Puede que sí —resolvió Sandra—, pero lo que la niña hace no lo podrás conseguir fácil. Ellos comparten incubadora, así que todo el tiempo están juntos, haciéndose compañía y alentándose uno al otro. Deberías verlos agarraditos de las manos, son hermosos. Bastián suspiró con cansancio. —Esa mujer se tiene que ir —dijo el cansado hombre—. Ella es la hija de Lester, así que... —Así que no tiene a donde ir sin exponerse o a su hija —completó Sandra, que bien conocía cómo estaba todo afuera de esa casa—. Bastián, ella necesita que la resguardes, y tu hijo la necesita como madre, así que deberías aprovechar que ambos pueden ayudarse, porque definitivamente ella te puede ayudar con ese problemita. —¿Qué mierdas estás insinuando? —preguntó el moreno, furioso, incorporándose de una imponente manera que para nada inmutó a la joven enfermera. —Solo digo que, si todo el mundo piensa que tu hijo es de Thamara, y no de Alana, nadie te pedirá nada, ni siquiera al niño —soltó en un tipo de susurro ella. Bastián sintió que su cuerpo entero se tensó, pero al pensarlo por medio segundo se dio cuenta de que lo que Sandra mencionaba era verdad, y que le quitaría un tremendo dolor de cabeza. La familia de Alana era algo de lo que se hubiera deshecho sin pensarlo si Alana no los hubiera apreciado tanto, porque la realidad era que ellos eran una mierda apestosa que debía ser eliminada en cuanto se pudiera. Su relación con Alana había dado pie a que esa familia que odiaba buscara aprovecharse de él, y el secuestro empeoró las cosas, pues no solo intentaban usarlo por la conexión que ella les daba, sino que usaban la culpa para presionarlo en algunas cosas que, por no molestarse más, Bastián terminaba cediendo. Sin embargo, no quería romper la conexión de lo único que quedaba de los dos con esa mujer que ambos deberían amar para siempre. Ese bebé era algo que él debería amar por ambos, y aún así no se atrevía a verlo siquiera. Bastián había cargado una vez a ese bebé, eso fue cuando se lo arrebató de las manos a Thamara, pero luego de que lo entregara ni siquiera había ido a verlo, porque de alguna manera el pequeñito también le dolía. » No tienes que pensarlo mucho —soltó Sandra, poniéndose en pie y disponiéndose a dejar el despacho del hombre—, de mi parte todos saben que esos niños son gemelos, y que ambos son de Thamara y tuyos. —¿Qué mier... —No te enojes, Bastián. Es solo que no pareces tener cabeza para ocuparte de todo y, como soy una buena amiga y buena persona, pues yo me ocupé de las nimiedades por ti. Solo te estoy ayudando. —No pedí tu ayuda —farfulló el molesto hombre que odiaba que las cosas no salieran como las pedían, pero mucho más odiaba que las cosas pasaran aunque no las pidiera. —Lo sé, es una fortuna que yo sea una metiche —resolvió Sandra—. Por ahora, no te puedes deshacer de ella, y eres padre de una niña también. Así que, si no quieres quererlos, no hay problema, puedes limitarte a protegerlos, porque ella los quiere por los dos. Bastián no dijo más, decidió resignarse, ya que definitivamente le habían ahorrado un trabajo, así que solo se dejó caer de nuevo en su silla y volvió a darle un trago a ese vaso con alcohol que no tardaba en hacerle el efecto que quería y tanto necesitaba. » Por cierto —habló la enfermera abriendo la puerta del lugar—, ya decidimos los nombres de tus hijos. Los ojos de Bastián se abrieron enormes, la sorpresa incluso lo dejó sin aire. » Se llaman Renata y Donato —informó ella y, sonriendo de manera burlona, se fue, dejando perplejo al hombre que no logró reaccionar a tiempo y perdió su oportunidad de reprenderla, o pelearla, lo que sea que hubiera sucedido si no se hubiera quedado congelado al escuchar tremenda noticia.
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