La ex embarazada del millonario

Si un día te vuelvo a ver, bajarás las escaleras sin siquiera proyectar una sombra. Si llega el momento en que te vea de nuevo, desaparecerás tan rápido como un parpadeo. Ya no estaré frente a ti. Y si un día eso llegara a ocurrir, lágrimas brotarán de mis ojos como un río, lloraré de manera incontenible por todo el sufrimiento que me causaste hace tantos años. Y si, por casualidad, esas palabras llegaran a tus oídos, quiero que sepas que me heriste profundamente. Sin embargo, no aspiro a ser la villana de esta historia. Giro sobre mis talones y, con pesar, me despido de la empresa que solía visitar con tanta frecuencia en tiempos pasados, cuando éramos adolescentes. En aquel entonces, su padre lideraba la compañía, pero ahora, con 27 años, mi ex es el CEO más influyente de la ciudad. No admitiré que me duele haberlo perdido, porque eso sería mentir. Me muerdo los labios, reprimiendo las lágrimas traicioneras que amenazan con escapar, y me alejo de ese destino que una vez me hizo feliz, pero también me hizo sufrir. Mi ex novio se comprometió con otra mujer para establecer alianzas, y, para mi sorpresa, aceptó. Confiaba que más de una década de relación hubiera tenido un efecto en él, pero me equivoqué. Y, llevándome el mayor de los secretos, me alejo de él embarazada, aunque no tengo intención de decirle la verdad, porque no se lo merece. Se ha vuelto egoísta, y eso ya no me importa. Mientras me alejo, escucho el sonido de un vehículo, y por mera curiosidad me giro para mirar. Es Marisa, la supermodelo, bajando de un vehículo con una gran sonrisa y siendo perseguida por fotógrafos. Me siento insignificante, nadie me nota. Bajo la vista y tomo la decisión de alejarme. Los días pasan, y sería una mentira decir que no me duele. Estoy tomando un café mientras observo las noticias. El ajetreo de mi ex novio llena todas las portadas, mostrándolos como una pareja perfecta. Y eso que me dejó hace tres días. “Imbecil…”, reproché en voz alta. Es asombroso cómo las personas cambian cuando tienen dinero y poder. Decidí apagar el televisor y miré a mí alrededor. Todavía tenía las fotos colgadas en las paredes. "Maldito Erin", murmuré molesta, poniéndome de pie y arrancando todas las fotos de las paredes.