Las palabras de An retumbaron en mi cabeza, aquella noche no podía dormir y asegurándome de que mi puerta estuviese cerrada yo hice algo que nunca me creí capaz de hacer.
Tomé mi teléfono, también los audífonos y entrando por una pestaña en incógnito escribí “XXX” a ver qué me salía en el buscador. La respuesta fue: Mucho.
Mi corazón estaba acelerado y estaba cubierta por la cobija hasta encima de mi pelo como lo haría una niña pequeña.
Encontré un título que llamó mi atención, ni siquiera me detuve a pensar por qué puesto que seguramente terminaría arrepintiéndome de la decisión.
La película empezó suave y dos minutos después ¡Boom! Mi boca se abrió de sorpresa. ¿Así era el sexo? ¿Así tenía que ser yo? ¿Así tendría su pene?
Busqué otra película intentando tener de dónde comparar.
A la tercera búsqueda algo en mi vientre bajo empezaba a cosquillear, incluso me vi en la obligación de ver a una chica tocándose, no para excitarme sino para saber cómo hacerlo. Su expresión de placer me hizo sentir una envidia que nunca antes experimenté.
Metí una mano en mi braga y empecé a imitar sus movimientos, vaya… Comprendí por qué gritaba tanto. Aunque me cohibí un poco puesto que mis padres estaban dormidos en la habitación de al lado, terminé sintiendo mi corazón agitarse con fuerza y asustada detuve mi toqueteo. Una sensación en mi interior me dijo que esa experiencia podía ser mejor, pero no estuvo mal, al menos para mi primer intento.
A la mañana siguiente cuando veía a los chicos en la escuela, sentía mis mejillas encenderse, era lo que me ganaba por ser una calenturienta. Ahora mis ojos se desviaban a los bultos en la parte delantera de los pantalones de vestir de mis compañeros, preguntándome qué tan grueso serían, o cómo de largo lo tendrían. Era una depravada s****l y ese drástico cambio en mi había ocurrido de la noche a la mañana. Otra gracia que le debía a mi buena amiga.
-¿Quieres ir conmigo a la biblioteca?- An la sorprendió con esa pregunta cuando el timbre sonó avisando que sus dos horas libres de todos los martes empezaba.
-¿Eh? ¿Desde cuando tú quieres ir a la biblioteca?- pregunté sorprendida. Ella blanqueó los ojos.
-¿Quieres venir conmigo o no?- dijo cortante y me encogí de hombros cerrando mi libro. Eso era algo que en serio quería ver.
-¿Qué haremos allá?- pregunté confundida mientras caminábamos por los pasillos. An parecía saber a dónde iba exactamente.
-Sólo sígueme y no actúes como mojigata- frunció el ceño pero antes de poder reclamar por el pesado apodo mi amiga empujó una puerta marcada como “Depósito”.
-¿Qué diablos, An?- pregunté en un susurro gritado. Me dio una mala mirada y, al entrar, me di cuenta de que era realmente una fachada. Parecía ser una especie de club- ¿Qué carajos?- me pregunté a mí misma viendo a todos lados con asombro.
-Emmet dijo que debía venir- me explicó ella en un susurro, se oía música pero suave y a medida que caminábamos dentro las opacas luces me dejaban ver un poco más.
-¡Annie, querida! - Era el meloso Emmet, An se acercó a él y este la apretó entre sus brazos con intención de sentir sus tetas. A su alrededor había más gente pero no podía diferenciar a nadie más allá de las siluetas femeninas y masculinas que el uniforme proporcionaba.
Gracias, principio de ceguera.
-Aquí estoy, como me dijiste-Escuché a An responder con voz cantarina.
-¿Y trajiste a alguien, no es así? Pero mira nada más, si es Clara- su tono no me gustó, era demasiado alegre para mi gusto.
-Ven aquí- An me llamó con la mano y reteniendo el aliento me acerqué.
-Hey- dije sin saber cómo saludar a alguien que vi en el receso hace poco más de media hora.
-¿Qué hay, guapa?- dijo coqueto como siempre- Bien, pues acomódense chicas, en cualquier momento empezará la fiesta- avisó y se fue con sus amigos después de hacerle algo a mi amiga que la hizo reír y chillar a la vez.
-¿Qué te hizo?- pregunté alarmada.
-Relájate, sólo me apretó un seno- dijo ella risueña- Creo que le gusto- no sabía si era ese un verdadero motivo de alegrarse pero no le arruinaría el pensamiento a la pobre.
-Es genial- mentí solemne. Vi como se hacía una especie de media luna de chicas y mi atención fue a ellos.
-Señoras, señoritas, putitas…-dijo quien parecía ser el presentador de aquella forma tan despectiva. Frente a ellos había una fila de chicas. An y yo nos pusimos junto a ellas luego de dejar nuestros bolsos sobre una mesa- Si están aquí es porque saben de qué va esto- dijo claramente- El juego es sencillo: Ustedes son las perras, nosotros somos sus dueños. Ustedes hacen lo que les pedimos y nosotros las premiamos.
-¡Sí!- reconocí la voz de Emmet y tragué grueso sintiendo que esta era la peor idea de An que había secundado en mi maldita vida.
-Si están aquí es porque aceptaron todo, incluso el silencio- dijo de nuevo la voz, creo que era de un chico de otra sección porque no recordaba haberlo oído en mi salón- Y para ayudarles a perder un poco la vergüenza a las más nuevas como siempre mantendremos el anonimato, al menos hasta donde cada participante quiera, no impediré a ninguna parejita salir de aquí comprometida- una risa colectiva sonó entre chicos y chicas y yo sólo pude pensar en que la única comprometida literalmente en ese sitio era yo. - Así que sólo espero que disfruten de esta hora de juegos gratis que compartimos juntos todos los martes en este lugar. Que comience la función.
-An, yo… ¿An?- me di cuenta de que mi amiga no estaba junto a mi y en ese momento me asusté. Un escalofrío se apoderó de mi y este fue en aumento cuando sentí una mano cubrir la mía- ¿Qué?- dije confundida.
-Cállate y sígueme- dijo una voz masculina. Yo no dije nada, estaba asustada y me dejé llevar hasta lo que parecía ser una pared. En esta me recargó, quien quiera que fuese- Oh, Dios, qué bien hueles- dijo esa persona cuando acercó su cara a mi cuello. Sentía todo su cuerpo adherirse al mío, su respiración y la mía se acompañaban, su m*****o se adhería a mi vientre como si fuese su punto y yo no quería decirle que se quitara por mucho que esta posición se me hiciera tan extraña- Sube los brazos- ordenó y le obedecí, ¿Por qué lo hice? Ni siquiera lo sé.