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1093 Words
Una vez, en una tarea de la esclavitud para Historia General leí que la sumisión era el someterse sin cuestionar a la voluntad de otro, ponga o no esa acción tu propia integridad en riesgo.  Era cierto. Ese desconocido sacó mi camisa de su lugar, sus manos rozaban mi piel sedosa y mordí mi lengua para no soltar un suspiro. No podía evitar temblar. Él masajeó mis pechos por encima del bra. No podía quejarme, eran las reglas, ¿No? Estaba a su disposición y mordí mi labio inferior. -¿Qué pasa?- preguntó aquella voz que no conocía, quizás es lo malo de ser tan retraída- ¿Te mordió la lengua el ratón?- insistió. -No quiero hablar- aseguré y de repente aquellas manos me giraron bruscamente contra la pared. Aquel pene rozó mi trasero y la traicionera falda del colegio la podía sentir enrollada. -No hablemos entonces- dijo él con voz confiada. Tomó mi cabello en una coleta haciendo un poco de presión, me recorrió un escalofrío- Arquea la espalda- ordenó y tragué grueso sin moverme- Hazlo- repitió con voz ruda. -No me hagas nada- pedí suplicante- Yo… Yo no puedo tener nada todavía- él se rió y sentí su mano masajear mi pierna cuando se coló bajo la falda. Sin darme cuenta poco a poco alcé mi trasero, se sentía muy bien su piel contra la mía, y él apretó mi culo mientras que su otra mano sostenía mi cuello. -¿Pretendes llegar virgen al matrimonio o qué? Porque si es así, mañana mismo deberías casarte- y antes de que pudiese contestar las luces se encendieron. -¡¿QUÉ DIABLOS ESTÁ PASANDO AQUÍ?!- Puta mierda. Era la directora. Enfrente de mí. Viéndome horrorizada y al chico atrás de mí que… Me giré y avergonzada lo vi a la cara antes de que se apartara de mí bruscamente. Era de mi clase y habíamos intercambiado un par de palabras alguna vez en un proyecto de ciencias. Claro que era agradable pero no guapo, al menos no mi tipo. Si te gustan los chicos rapados y de mal aspecto, era el tuyo, por supuesto.  Quince chicas y quince chicos esperábamos cabizbajos fuera de la oficina de la dirección. Vi a varios con expresiones exageradas de terror a medida que los padres iban llegando con expresiones confundidas y eran guiados por la subdirectora que hacía guardia fuera de la oficina de la Principal mirándonos con odio a todos.  Al parecer, era algo demasiado grave lo que hicimos. An estaba sentada a mi lado y yo me abrazaba a mi misma. -No puedo creer que haya accedido a hacer esto, An, mi padre va a matarme- dije sintiendo el peso de mis palabras. Ella estaba a punto de llorar. -Vamos, perdóname, Clara, no creí que… Quiero decir, esto lleva tiempo, ¿Qué iba a saber yo que el primer día que iríamos harían una maldita redada?- ni siquiera quería mirarla- Ay, Clara, ahí viene el señor Meyer- tragué grueso, sentí mi temperatura corporal descender.  Me lanzó una mirada tranquila, estaba vestido de traje, rayos. Hice que saliera de la oficina, seguramente de una reunión importante. Él me mataría, de eso estaba segura. -Mira, no se ve tan enojado- dijo ella intentando tranquilizarme cuando él avanzó frente a nosotras y se acomodó el saco abotonandolo con incomodidad como acostumbraba hacer. -¿Por qué diablos no vino Asia, carajo?- me halé los cabellos de la sien. Estaba a punto de hiperventilar. -Cálmate, nena, respira- dijo An dándome un suave codazo.  Alcé la mirada y Ashton, el chico que me tocaba contra la pared y manoseaba mi cuerpo hace unos veinte minutos, él me miraba y yo tragué grueso apartando la vista de su cara. Me sacarían de esa escuela incluso antes de tiempo. Estaba perdida, en una semana me casaría con un viejo asqueroso y, además, los últimos días de mi media-libertad serían en castigo o, peor aún, en tortura.  -Ashton no deja de mirarte- dijo An evidenciando lo obvio. La ignoré- Si quieres aplicame la ley del hielo pero Emmett me besó, ¿Puedes creerlo?- dijo emocionada y le lancé un vistazo.- Estoy segura de que me pedirá que sea su novia para la fiesta de fin de año, bueno...Eso si tenemos fiesta. -Emmett es un hijo de puta que, en menos de cinco años, tendrá o sífilis, o SIDA o VPH, o todas- decreté y ella fue quien se alejó de mí. Sabía que no era problemática, ni me gustaba discutir pero tenía una lengua muy filosa cuando tocaban mi borde. Y este era un ejemplo perfecto. . . . Me monté en la camioneta con el rostro gacho media hora más tarde, ya Tony estaba dentro y al ver que titubeé en la puerta se estiró y haló mi cabello con tanta fuerza que me metió por completo. Mi cuero cabelludo latía, y me encogí cuando sentí un puñetazo en mi cara, sobre mi mejilla izquierda. -¿Cómo.se.te.ocurre?- dijo con los dientes apretados al igual que sus puños. No me lanzó otro golpe, no se movió de la esquina en la que se mantuvo como león enjaulado- CONTESTA- dijo furioso y sentí que la voz no salía de mi garganta.  -Yo...Lo siento, señor- dije sin atreverme a alzar la cara, la tenía cubierta por mis manos. -¡MÍRAME A LOS OJOS, CLARA!- gritó con fuerza y alcancé a ver las venas de su cuello marcadas. Sus ojos estaban desorbitados- ¿EN QUÉ CARAJOS ESTABAS PENSANDO COMO PARA IRTE A COGER COMO UNA PUTA EN UN CUARTUCHO LLENO DE MOCOSOS DE MIERDA? ¿CUÁNTO TIEMPO HAS ESTADO HACIENDO ESTO, CLARA? ¿TE CRIAMOS PARA ESTO? ¿ASÍ NOS PAGAS? ¿AH? -Perdón- repetí sollozando y como pude me contuve, intentando no dejar de mirarlo a los ojos- Lo siento mucho, papá, lo lamento. -No...No lo lamentas- dijo con voz amarga- Pero lo harás. Cuando lleguemos a casa- aseguró y esa expresión suya congeló mi sangre. El camino a casa era de doce minutos. Doce amargos minutos en los que podía ver mi vida pasando frente a mis ojos mientras miraba mis manos con aire ausente, me sangraban, de los nervios había arrancado mis uñas hasta lo más bajo, y aunque mis manos no dejaban de temblar, no podía dejar de pensar en lo bien que me sentí, durante ese corto plazo en el que mi voluntad estuvo en manos de aquel desconocido chico que me dominó antes de que todo se viniera abajo.  Adiós a la libertad que no conocí.
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