“No hay mayor esclavitud que la libertad no deseada, ni mayor libertad que la esclavitud de una sumisa entregada” .
Tragué grueso mientras recordaba aquella frase. Anthony me había querido hacer la sumisa perfecta para el ahora muerto. Entonces, ¿Se suponía que debía de serlo para Kiral? ¿Era eso lo que buscaba de mí?
No. Él lo que buscaba de mí era la posición poderosa que se le sería devuelta por su madre en el momento en el que estuviera en una relación formal, lejos de la farra, las prostitutas y la vida desordenada. Kiral era una bomba de tiempo y yo era esa desarmadora arriesgada que terminaría volando en pedazos luego de un mal movimiento.
Cerré los ojos dentro de el agua. Olía tan bien que no podía llegar a explicar la mezcla de esencias florales que se incorporaban a mi piel.
