La fiesta iba viento en popa y yo era más invisible que un cortinero. Recibí regalos, demasiados. Ninguno me impresionaría, lo sé de antemano incluso cuando no me di a la tarea de verlos más que para agradecer porque simple y sencillamente ni siquiera conozco a quienes me los entregaron. ¿Qué le puede importar a una persona las necesidades fantasiosas de otro al que no conoce ni de nombre para quedar bien en un evento social al que por regla no escrita está prohibido ir sin obsequio para el celebrado? Asia y Anthony saludaban a la gente con una sonrisa y yo de lejos los veía como el resto: Una pareja perfecta, vestidos de forma sincronizada, saludando al mundo con sonrisas en los labios y unas posiciones relajadas que ahora, desde la otra cara de la moneda, podría afirmar y recalcar lo fa

