Al día siguiente amanecí con un terrible dolor de cabeza y cruda moral increíble. Me sentía como la mierda, apenas desperté, lo primero que se me vino a la mente fueron mis mensajes a Jay. Cogí mi celular solo para leerlos de nuevo, no me había respondido y sabía que nunca lo haría. Mi pecho se sentía pesado, estaba avergonzada, dolida y frustrada también. Jay no se merecía que me hubiese descargado con él, no tenía la culpa de que mis sentimientos fueran tan intensos. Me metí a la ducha y luego, salí a la cocina para tomarme un café. Tenía ganas de vomitar y me dolía la cabeza, pero me lo merecía por tonta. Todo era culpa de Britanny, si no me hubiese dado esas margaritas tan deliciosas, que pasaban como agua, no hubiese hecho el ridículo de mi vida. Qué más da, iba a enviarle u

