River Flows in You - Yiruma
Celeste
Sábado 16 de febrero de 2019
Escucho a lo lejos el típico timbre del aeropuerto indicando un llamado para vuelo.
- “Último aviso a los pasajeros del vuelo UX6455 con destino al Aeropuerto Internacional Leonardo da Vinci, embarquen inmediatamente por la puerta número 3 …”
Tomo mi pequeña maleta y sin despegar mi vista de mi móvil salgo corriendo a la puerta que han llamado, no me culpen por haber ignorado los demás llamados, en estos momento se me es de vital importancia ver a mi amor platónico dejar su alma mientras sus dedos pasan como plumas de una tecla a otra.
Me acomodo en mi silla al lado de la ventana en clase económica, solo espero que no me toque ninguna persona que ronque, mientras espero que arranque sigo maravillándome con el sonido que transmite mis audífonos, cierro mis ojos y me concentro en copiar con mis dedos las notas que Christopher Watson está tocando.
No necesito un piano, en mi mente lo tengo más que claro, nunca aprendí desde una clase ni con alguien profesional, solo me basta con ver y escuchar una sola vez y luego podría ejecutar sus movimientos sin ningún error, en otras palabras una genio para la música, pero nunca nadie me creyó ni me dejaron demostrarlo hasta ayer.
Pasar de un orfanato a otro desde que eres bebé no te da muchas oportunidades en la vida, ver como otros niños son adoptados y tú no te llena de inseguridades, tener una “personalidad sumisa” no te deja aprovechar posibilidades que te da la vida.
Si, así soy yo, Celeste Escobar, una chica que nunca conoció al dueño de ese apellido, una chica de pocas palabras que ha sufrido las duras y las maduras, una latina experta en el piano que aprendió de la práctica en las iglesias de los orfanatos, alguien que espera dejar atrás su pasado y construir un nuevo futuro en un lugar alejado a kilómetros de su país natal.
Abro mis ojos al acabar la última nota en el mismo momento que Christopher Watson, sonrío al ver como todos se ponen de pie para aplaudir al pianista más célebre de Italia, y es que esos aplausos son pocos para todo lo que merece este hombre, él sencillamente crea arte.
Me acomodo y me sostengo de mi asiento al ver como comienza a moverse este inmenso aparato, el señor a mi lado me sonríe y saca su periódico de lo más natural mientras yo me muero del susto, es mi primera vez montando en avión y mi primera vez estando sola, miro por la ventana con la esperanza que todo cambiara para bien.
- ¿Primera vez montando en avión? – pregunta el hombre a mi lado sin siquiera mirarme.
- S … si – asiento bajando la mirada.
- ¿Dónde están tus padres? – me miró de arriba abajo – estás muy joven para viajar sola – volvió a mirar el periódico - ¿Te espera alguien en Italia? – pestañee ante tantas preguntas.
Al dejar la turbulencia me relajé un poco y le contesté desconfiada pero con la verdad.
- No tengo padres señor – volvió a mirarme – y tampoco me espera nadie – “este es mi nuevo comienzo”.
- Lo siento – dobló el periódico para ponerme atención - ¿Qué edad tienes?
- 20 – curvee mis labios hacia arriba por breves segundos mientras él asistía.
- ¿Alguien te patrocina? – ladee la cabeza sin entender – me refiero a qué si alguien te da dinero – abrí mi boca formando una O mientras negaba.
- Participe en un concurso de piano y el primer puesto ganaba dinero – dije orgullosa – mucho dinero, así que acá estoy – moví mis dedos expectante porque me preguntara más sobre el concurso.
- ¡Oh! – volvió a mirarme de arriba abajo – que interesante – asentí sonriente.
El hombre volvió a su periódico y con un suspiro me giré a la ventanilla llevando los audífonos a mis oídos, este sería un largo y cómodo viaje.
Cerré mis ojos y me dispuse a repasar mentalmente las canciones que Christopher Watson tocó en el concierto de piano de hoy en Italia.
___
- Adiós señorita – me giro hacia el hombre que compartió asiento conmigo – y bienvenida a Roma – hizo un ademán de despedida inclinando su cuerpo un poco hacia adelante y llevando su mano a su pecho.
Sonrío burlesco y se marcho dejándome intrigada por lo extraño que se comportaba.
Suspiré maravillándome por el movimiento y las personas en este lugar, colgué mi bolso y me encaminé buscando un lugar para comer y tomar un café, en el mismo aeropuerto lo encontré y no dude en pedir un bizcocho también.
No importa lo que haga, la música me acompaña, para algunos es raro que alguien de 20 años escuche música clásica y/o sonatas pero es que son tan relajantes que no las cambiaría por nada.
Me acerco al cajero para pagar y borro toda expresión de mi rostro, siento como el frío de los nervios habituales llegan a mis manos mientras rebusco y rebusco y no encuentro mi cartera.
- Un … un momento – le digo a la cajera haciéndome a un lado.
Mientras ella atiende a más personas y me mira con cautela, yo enloquezco por solo tener mis pocas mechas de ropa y mis par de zapatillas deportivas, pero la cartera, aquella con mis documentos y mi dinero simplemente había desaparecido.
Magnífico inicio de vida he tenido.