Oyendo voces

1386 Words
Al llegar a la casa hogar, sin siquiera avisar de mi prolongada visita, mi madre fue la única que me recibió, un poco sorprendida de tenerme allí en febrero. Todo lo contrario a mis hermanos, que gritaron encantados. Me abrazaron y escucharon fascinados sobre quedarme allí unos meses sin motivo aparente, no les vino a mal la noticia, así que salieron corriendo a jugar tras pedirles un tiempo a solas con mi madre. Luego de dejar mis cosas en mi cuarto, me senté en uno de los sillones de la sala de estar, en la cual mi madre se mantenía en silencio, tejiendo lo que parecía otra bufanda, a la espera de que fuera yo quien contara lo corrido por mi propia voluntad y ella no tuviera que interrogarme. Me observó por unos segundos, casi sin poderse creer que su hija mayor estaba de regreso, podía ver en sus ojos que se hacía miles de ideas erradas sobre mi retorno, pero sin podérselo ocultar más tiempo, rompí a llorar, diciéndole con cierta torpeza todo lo que había ocurrido desde que nos habíamos marchado de regreso a Ellijay, un mes atrás. Mi madre no supo cómo reaccionar a todo lo que le había soltado de sopetón, así que se limitó a abrazarme ante mi desconsuelo, y en ocasiones, al verme tan afligida, me daba cálidos besos en el rostro, en busca de que me detuviera antes de tener algún colapso, debido al intenso dolor en mi corazón. —Querida… —murmuró, limpiando con sus suaves manos el montón de lágrimas que se arremolinaban en mis mejillas—. Debió ser muy duro para ti. Debiste venir antes, sabes que aquí tienes las puertas abiertas, Lucy. —Yo… —balbucí en un hilo de voz—. No sabía qué hacer, mamá. —Al menos ahora estás aquí, sabes que no te dejaremos pasar por esto sola. Me tienes a mí, a tus hermanos… —Creo que estoy enloqueciendo —admití, un poco avergonzada, pero su tierna mirada no me juzgó, ni siquiera se burló de mi estado, solo me apoyaba en silencio sin importar el qué—. Escucho su voz a donde sea que voy, siento su presencia, todo a mi alrededor es Jack. —Es normal, pero créeme, mientras más pronto empieces a asimilarlo, cuando entiendas que él ya no está aquí, más rápido se irá aquel pesar que llevas en tu interior. Cuando murió el señor Wolfgang me sentí igual, incluso peor, pero mírame, estoy aquí de pie, dispuesta a dar todo el amor que no alcancé a darle a ese maravilloso hombre, a tus hermanos y a ti. —Te quiero, mamá. —Y yo a ti, querida —musitó cerca de mi oído, cuando mis brazos le rodearon por la cintura, devolviéndole aquel amor que en ese instante me brindaba—. Todos te queremos y sé que Jack también te quiso muchísimo. Duré en la casa más de medio año, ayudando a mi madre, cuidando a mis hermanos, y trabajando en la ciudad más cercana cuando se me antojaba, después de todo aquel dinero que Cody me había entregado como pago por mi supuesta muerte. No lo tocaba por mucho que lo necesitara, ya que sentía que estaba prácticamente pisoteando aún más a Jack en su lecho de muerte, dado que aquel momento meses atrás, había sido un completo error. Sin embargo, en mi interior sabía que tenía que hacer algo útil con ello, debía existir algo en el mundo en que usarlo, después de todo, era demasiado como para ignorarlo por más tiempo. Para mi fortuna, Cody empezó a ser voluntario en la casa hogar, al punto de quedarse a vivir en ella bajo el permiso de mi madre, quien lo adoraba, ya que era mi único verdadero amigo, algo increíble para un usurero líder de una pandilla, la cual abandonó para seguirme. Recuerdo bien que era casi principios de agosto, cuando por fin me percaté de que estaba perdiendo mi vida, entendí por primera vez que no podía seguir de esa forma tan desastrosa, no importaba lo mucho que intentara, no me sacaba a Jack de la cabeza, como si este desde el cielo intentara torturarme con algo que ni yo misma sabía. Sin embargo, aún con él siempre presente en mi mente tenía que seguir adelante, era algo demasiado obvio. Ese día en el que finalmente me di cuenta de que debería hacer para salir de esa profunda zanja en la que yo misma me había enterrado, me senté en el suelo junto a la piedra en medio del bosque, donde siempre me escondía a llorar. No obstante, esa vez, me limité a observar las copas de los árboles mecerse fervientemente con el intenso viento caluroso de esas fechas. No estaba muy segura de cómo hacer aquello, pero tenía que hacerlo, sabía que Jack estaba allí, no necesitaba verlo para entenderlo. Me había acostumbrado a esas charlas en las que la nada me respondía, en donde sentía sus brazos a mi alrededor mientras dormía. Había aprendido a vivir con su sombra, aunque ya él no estuviera, aún cuando sabía que era una equivocación de mi parte dejarme llevar por alucinaciones en medio de mi tristeza. —Estudiaré medicina —anuncié finalmente, ganándome como respuesta una fuerte ventisca en mi rostro. —¿Por qué? —inquirió su melodiosa voz a mi lado, muy cerca de mi oído, erizándome cada rincón de mi piel al escucharlo—. Tú decías que habían otras formas de ayudar a la gente. —Quiero estar más cerca de ti… —farfullé, abrazándome con fuerza las piernas, a la espera de no partirme en miles de pedazos si continuaba con esa conversación, y terminara arrepintiéndome de mi profunda determinación por ser médico—. Además, una vez me dijiste que todos podemos amar lo que hacemos, y yo quiero amar lo que hacías. Creo que es una forma sutil para no olvidarte. —No lo harás… —Jack, tú sabes que sucederá cuando estas charlas terminen, porque así tiene que ser; ya que esto no es normal. Estaba segura de que su presencia quería decirme algo, quería refutarme a mis comentarios o quizás concordar con ellos, pero desapareció de mi vista apenas escuchamos unos pasos aproximándose en nuestra dirección. Cubrí mi rostro entre mis manos, limpiando apresurada cualquier rastro de haber estado llorando. — ¿Qué no es normal? —preguntó Cody, plantándose frente a mí con sus brazos cruzados sobre el pecho. —¿Cómo me encontraste? —bufé, poniéndome en pie con agilidad. —Es bastante fácil —masculló escudriñándome de pies a cabeza, deduciendo con la evasión de mi temerosa mirada que algo le estaba ocultando—. Últimamente me he dado cuenta de que vienes aquí a hablar sola, así que hoy te he seguido. —Necesitaba un poco de paz, así que tu aparición acaba de dañar mi tranquilidad —refunfuñé, dispuesta a caminar de regreso a la casa, pero él se interpuso en mi camino con un semblante demasiado serio para mi gusto, causando que me detuviera en seco, antes de chocar con su cuerpo. —¿Jack responde tus preguntas? —quiso saber, levantando una de sus gruesas cejas. Quería mentirle, o reírme de sus disparates, pero me fue imposible, mi rostro perdió todo color, y mi cuerpo se estremeció ante el pánico de haber sido descubierta in fraganti. Después de todo, no deseaba que pensaran que tenía algún problema mental, ni mucho menos. —A veces… —suspiré resignada. —Creo que no es tan malo que hables con un muerto, pero sabes que no es sano, Lucy —murmuró, colocando sus pesadas manos sobre mis hombros—. Deberías hablar con un especialista. —Sé que estoy loca —mascullé, poniendo mis ojos en blanco. —No exactamente, pero creo que tienes un trauma con lo sucedido. —Yo a veces también lo pienso. — Tú y yo sabemos que los muertos no pueden hablar, y que los fantasmas no existen — me recordó con una mirada fiera, que me dejó petrificada por unos cortos instantes—. Ayúdate, sal de esto. —Lo haré… —asentí, regalándole una leve sonrisa que él me devolvió sin dudarlo—. Algún día, te lo prometo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD