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Mi jefe y yo

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Blurb

Lucy lo había perdido todo… o eso era lo que ella creía.

Luego de sufrir por años el peor dolor que había experimentado, ahora tiene que soportar a su prepotente jefe, que hará hasta lo imposible por hacerle la vida de cuadritos.

"Vendré por ti pronto".

Esa nota la había dejado perpleja y preocupada. ¿Quién era Jackson Thierry, su misterioso e irresistible jefe?

**Segunda parte de Un desconocido encantador**

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Nostalgia
8 años atrás Los primeros días sin Jack habían sido un completo calvario, lloraba casi todas las noches y no importaba cuanto intentará calmarme era imposible, extrañaba la calidez de su cuerpo bajo las sábanas, extrañaba el olor de su comida cada mañana. Extrañaba su voz parlanchina y animada e incluso su extravagante risa, su forma de mirarme, pero sobre todo, sus melosas caricias. Cada lugar que pisaba en ese horrible pueblo, venía acompañado por un remolino de recuerdos sobre lo que habíamos hecho en ese sitio, las palabras que habíamos cruzado, las carcajadas que habíamos compartido. No existía rincón donde Jack no volviese a mi mente. Si iba al trabajo, todos preguntaban por él, e incluso el jefe un poco desesperado por el mal tiempo en el bar, me suplicaba todos los benditos días que lo llamara de regreso y aún cuando no sabía lo ocurrido con él, ya que nunca quise comentar sobre su muerte, terminaba asintiendo con una sonrisa forzada a su petición. —¿Dónde está Jack? —preguntó Melissa por enésima vez esa noche, los últimos días de esa semana había ido junto a Tina solo a interrogarme, y a pesar de que la evadía veloz como un rayo, continuaba insistiendo entre los tragos que le daba. —Sí, ¿no va a regresar? —murmuró Tina, colocando un mechón rebelde de su cabello n***o tras su oreja. —Chicas, dejen de hacerle tantas preguntas a Lucy, ¿quieren? —refunfuñó Cody, removiéndose en su asiento, se habían sentado los tres en las sillas de la barra a molestar mi pacifico espacio—. Jack está trabajando en Atlanta. —No les mientas, Cody —suspiré agotada con todo ello, hastiada de lo mismo cuando me esforzaba en mantenerme en pie, a pesar de mis deseos de llorar—. Jack… Él simplemente no podrá regresar, ¿de acuerdo? —¿Estás bien? —masculló Melissa, analizando mi expresión compungida. —Sí —contesté con frialdad, dejé el vaso que estaba limpiando en su respectivo lugar, y salí corriendo de allí, escondiéndome en medio del callejón, a llorar desconsoladamente bajo la espesa noche. Me la pasaba horas después del trabajo sentada en la terraza, donde habíamos visto el amanecer. Cuando finalmente sentía la calidez del sol sobre mi rostro bañado en lágrimas, me marchaba de regreso a mi apartamento, donde me dejaba caer en la cama a seguir con mi rutina diaria, esa en la que a duras penas pegaba bocado, y rara vez dormía. Había días que ni siquiera tenía los ánimos suficientes para ponerme en pie, y era en esos momentos donde Cody aparecía, me llevaba platos deliciosos de comida, se sentaba en el sofá conmigo a charlar y a hacerme reír, pero apenas se iba, todo volvía a su cauce. Mi situación fue empeorando con el paso de las semanas, ya no trabajaba, ni salía de mi casa a comprar comestibles, no hacía absolutamente nada más que respirar, me limitaba a solo tirarme en la cama a esperar a que el día pasara, hasta que llegó ese momento en el que Cody no lo soporto más. —¡De acuerdo, ya estuvo bueno! —gritó, dejando el plato de comida china con tal brusquedad sobre el comedor, que todo el arroz se esparció en la mesa, quitándome los deseos de comer de inmediato—. ¿Crees que Jack hubiera estado feliz de verte de esta forma? ¡Pareces una pordiosera, Lucy! —escupió histérico, señalándome con uno de sus dedos. No necesitaba que me recordara que estaba del asco, llevaba la misma ropa desde hacía días, no me había peinado, ni siquiera bañado. —Detesto tener que verte de esta manera, y sé que ese imbécil se debe sentir una mierda allá arriba por haberte salvado. ¿Por qué no haces algo por tu vida, quieres? —Déjame en paz —farfullé levantándome del sofá, dispuesta a escabullirme a mi habitación. —¡Lucy, escúchame! —gruñó, tomándome con violencia del brazo, obligándome a mirarlo, aún cuando no quería seguir oyendo sus palabras—. Tienes un montón de dinero ahora; viaja, estudia, no lo sé, has algo por ti, eso es lo que Jack hubiera querido. —¡No sabes nada! —chillé, soltándome de su agarre—. Déjame sola. Y tal como se lo pedí así fue, duro sin regresar a visitarme por una semana, donde tuve la oportunidad de reflexionar, de tomar la decisión más difícil pero acertada de todas. Sabía que necesitaba ayuda, con urgencia, así que opté primero por arreglar mi terrible aspecto; me di la ducha del siglo, corté un poco mi cabello y me coloqué ropa nueva y limpia. Luego, tras meditarlo profundamente deje aquel apartamento lleno de recuerdos, vendí cada cosa que se me ocurrió y regale otras cuantas más, quería empezar desde cero, aún cuando sabía que sería todo un desafío. Me quedé plantada en medio de la que ya no sería más mi preciada habitación, mientras acariciaba aquel anillo que no me quitaba por nada del mundo, era como mi amuleto de la suerte, aunque no tuviera ni siquiera un poco de ella. No llevaba más que mi ropa, y uno que otro artilugio que sabía no usaría jamás. Podía escuchar en mis alrededores la risa de Jack, su voz diciéndome montones de cosas dulces, y podía sentirlo a él a mi lado apoyándome, aún cuando fuera algo imposible, científicamente hablando. —¿Estás lista? —masculló Cody desde el marco de la puerta, trayéndome de regreso a la realidad. —Sí —asentí, grabándome aquel lugar vacío por el resto de mi vida, aunque sería difícil olvidarlo, por mucho que lo intentara. Me despedí con mi decaída mirada de mi apartamento, cerré la puerta con llave, y se las entregué a Cody, para que este se la diera al jefe; quien era el que me había arrendado el lugar durante tanto tiempo. Bajé las escaleras con mis labios sellados, y entonces me detuve en medio de la acera al recordarlo, algo faltaba, algo de Jack se quedaba allí, en ese pueblo muy lejos de mí. Comencé a caminar apresuradamente en dirección a la entrada de la montaña Nopun, dejando a un extrañado Cody a mis espaldas. —¡Oye! —me llamó Cory anonadado con mi repentina carrera—. ¿A dónde vas? —¡Tengo que ir a un lugar! —respondí entre risas—. ¡No me tardo! —¡Lucy! Subí corriendo por aquel camino aún repleto de nieve, pasé por entre los árboles y matorrales bañados en el manto blanco, empapándome con un poco de este, con cada paso que daba. A pesar de no haber ido a esa montaña desde la primera vez con Jack, recordaba a la perfección la ruta que habíamos recorrido. No tenía la necesidad de usar un mapa, ya que mis pies se dirigían por sí solos a mi destino. Llegué en cuestión de minutos al camino que se dividía en dos, tomé el izquierdo de inmediato, pasé junto a la piedra donde habíamos cenado aquella vez, y anduve a toda prisa, sabiendo que pronto estaría en la cima. Entre jadeos y sudor helado debido al clima, mágicamente llegue hasta ella, respiré profundamente maravillado con mi logro, y entonces, fue la primera vez que escuche su cálida voz tan nítidamente en mi oído. —Grita —me pidió entre risas—. ¡Grita todo lo que quieras! Sentí mi piel erizarse por un segundo, por todo mi cuerpo me recorría el terror de estar enloqueciendo, pero esto último se disipó cuando comencé a hacerle caso a sus órdenes, dándole espacio a la sensación de dicha; porque todo era mucho mejor si lo dejaba salir. Estuve allí gritando durante lo que me pareció una eternidad, pero no fue hasta que sentí mi garganta adolorida que no me detuve. Caminé por los alrededores en busca de esa maldita bufanda de colores, la cual estaba aún amarrada a la rama de ese árbol, sólo que un montón de nieve la ocultaba de mi vista. La enrollé alrededor de mi muñeca, satisfecha con no haberla dejado, dado que tenía su aroma a pesar del tiempo, y eso era más que suficiente. —Te amo —susurré a la nada, sabiendo que no obtendría respuesta. —Yo te amo más… Detuve mis pasos de sopetón, me di la vuelta con cierto nerviosismo, esperanzada de encontrarlo allí de pie frente a mí a ese idiota, pero sólo estaba el inmenso follaje bañado por tonos naranjas, debido a que el sol ya comenzaba a ocultarse. Un poco decepcionada, bajé de la montaña, encontrándome con un enfadado Cody en el inicio del camino, me fulminó con la mirada, pero al ver mi rostro sonriente, se limitó a empujarme en dirección a la estación del bus que esperaba por mí. Me entregó las sencillas maletas que llevaba al hombro, nos despedimos en un abrazo y desaparecí de su vista, sabiendo perfectamente que pronto aparecería de nuevo en mi vida, dado que tenía la dirección de la casa hogar y el número telefónico de la misma.

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