El ruido de la alarma me despierta, la odio. Estiro el brazo fuera de la cama para apagarla. Tomo unos segundos antes de levantarme e ir a bañarme. Cuando termino voy en búsqueda de que ponerme al armario. Saco un vestido n***o ajustado al cuerpo hasta la rodilla, unos tacones del mismo color y una chaqueta blanca. Estando lista voy a despertar a mi hermano.
- Dylan – lo llamo fuera de su habitación tocando la puerta. No contesta. – Dylan, ya es hora de levantarse, se nos hará tarde. – abro la puerta - Vamos levántate – lo meneo para que despierte, consiguiéndolo.
- Mmm… un ratito más… - pide.
- No, levántate para que puedas tomar desayuno antes de ir al colegio. – lo destapo.
- Ag… okey, okey… ya voy… - enfadado se va al baño.
- Te espero abajo con el desayuno, no te demores – salgo de la habitación para dirigirme a la cocina a preparar el desayuno.
Vamos camino al colegio de mi hermano en el carro. Lo miro de reojo. Se nota nervioso. Lo está desde el desayuno.
- ¿Qué te sucede? – giro a verlo cuando paramos en un semáforo. Mueve las manos nerviosas.
- Hoy uno de mis amigos me invito a su casa, pero no sé si tú me darás permiso – habla rápido que apenas logro entender - ¿me darías permiso de ir a casa de un amigo mami? – pregunta suplicante.
- Mmm… okey. Pero no me vuelvas a llamar así tú sabes que no lo soy, que solo eres mi hermano, no hijo. – le explico.
- Disculpa. – baja su mirada triste.
Cambia de color el semáforo indicando que puedo seguir. Todo el camino hacia el colegio va callado mirando por la ventana.
- Disculpa si soy odiosa o pedante al decirte que solo soy tu hermana, pero es porque no quiero que te suceda nada malo de nuevo por mi culpa. No soportaría que te sucediera algo. – me disculpo cuando llegamos al colegio.
- No te preocupes Alondra. Te entiendo, solo que eso eres para mí, ya que nuestra madre enferma yo siendo pequeño y la única que ha estado hay para mi has sido tú. – sonríe melancólico.
- Lose pequeño. – trato de aguantarme las lágrimas - ¿Tú sabes que te quiero? – asiente – y que siempre estaré para ti sin importar que pase – vuelve asentir – okey. Ahora debemos subir esos ánimos y sonreír. – respiro profundamente y le sonrío – ya ahora que estamos mejor, debes de bajar e ir a clases y después a casa de tu amigo a pasarla bien y olvidar todo lo malo. – se estira hacia mi lado ara abrazarme.
- Te quiero mucho Alon, eres la mejor. – se separa y abre la puerta para bajar.
- Yo también peque, nos vemos a la tarde. Cuídate. – cierra la puerta y se va hacia la entrada. Espero a que entre al colegio y arranco.
Llego a la empresa en la cual llevo trabajando hace 6 meses, fui enviada por mi abuela a supervisar el manejo de esta, puesto que, ella invirtió una gran suma de dinero aquí y no quiere perderlo. Por lo que llegaron a un acuerdo con el dueño, el cual se trata sobre que yo vendría a trabajar aquí para supervisar. Es super desconfiada con todo lo que tenga que ver con negocios, no confía fácilmente.
Dejo mi vehículo en el estacionamiento y camino hacia en ascensor. Marco el piso y las puertas comienzan a cerrarse. Veo una mano parando las puertas, vuelven a abrirse para que un hombre alto, de cabellera castaña con un traje n***o ajustado en las partes necesarias y camisa blanca con los primeros dos botones desabrochados suba. – está buenísimo – hay no, Alondra contrólate.
Llegamos a mi piso y salgo. Veo a Irene en la recepción hablando con Rodrigo.
- Buenos días – saludo.
- Buenos días – saludan. Irene me acompaña a la oficina.
- ¿Cómo estuvo el findesemana? – pregunta dejando unos documentos en el escritorio. – debes de revisarlos y si están bien debes firmarlos. – explica.
- Okey. – contesto – estuvo super. Con Dylan nos fuimos a la playa y visitamos diferentes lugares. – comento. – y el tuyo, ¿Cómo estuvo?
- Mmm… a principio aburrido, pero el sábado fuimos a un bar con Samy y nos encontramos con Rodrigo y unos amigos de él – se sonroja – bailamos, me emborraché y desperté en el depto. de Rodrigo. Salimos a comer y a pasear por la ciudad. – ríe nerviosa.
- Wau… estuvo excelente – la miro – pero ten cuidado, tú sabes que él no toma nada en serio. – advierto – no quiero verte lastimada. – hago una mueca.
- Lose amiga, pero es que me gusta muchísimo – dice emocionada.
- Lose, se te ve a kilómetros – nos reímos.
Seguimos hablando durante unos minutos y después se va para comenzar a trabajar. Yo también lo hago, tomo todos los documentos y los reviso uno por uno y los firmo cuando están bien, los que tienen errores los dejos de lado con una nota para que los arreglen en las partes señaladas.
Es medio día cuando tocan la puerta, es Irene para que nos vayamos a comer. En el ascensor nos espera Samanta.
Nos sentamos en el restaurant en espera de la carta. Llega el camarero y nos la entrega pedimos nuestra comida y se va.
- Chicas, llego el jefe. – nos cuenta Samy – y llego más malhumorado que nunca. – rodea los ojos.
- ¿Es odioso? – pregunto, ya que aún no lo conozco porque cuando llegue a la empresa él estaba de viaje. Las chicas asienten con muecas de desagrado.
- Pero está buenísimo – Irene se muerde el labio inferior y Samy asiente.
- Eso es verdad – afirma Samy.
- ¿Está casado, comprometido? – pregunto.
- No, desde que murió su prometida – contesta Samy.
- Sí, creo que aún no la supera – dice Irene.
- Que lastima – digo - ¿Cómo se llamaba?
- No lo sé, nunca la conocimos – dice Samy – pero creo que era italiana. – asiento.
Después de comer, regresamos a la empresa a seguir trabajando hasta que finalizo la jornada.
Voy a buscar a Dylan a casa de su compañero. Ya estando afuera lo llamo para que salga.
- Hola Alon – saluda al subirse.
- Hola Dylan, ¿Cómo estuvo tu día? – pregunto.
- Bien, me divertí muchísimo con mis amigos – dice alegre. – y a ti.
- Qué bueno. El mío fue un poco agotador – bufo y rodeo los ojos. Dylan se ríe.
Llegamos a la casa, aparco el coche y entramos a la casa. Dejo las llaves en una mesa, me quito los tacones y los tomo.
- ¿Qué quieres cenar? – pregunto a Dylan.
- Mmm… pizza o sushi – contesta desde la sala.
- Okey. Los pides tú, mientras yo voy a cambiarme. – asiente y camino a las escaleras para ir a mi habitación.
Tiro los tacones al suelo, dejo la cartera y la chaqueta en una silla para ir a bañarme. Cuando salgo paro en el espejo para mirarme. Miro desde mis pies hasta la cabeza, vuelvo a bajar hasta quedar viendo donde está la maldita cicatriz que no pude eliminarla ni con las operaciones que me hice para eliminar las demás. Fue la única que quedo hay para recordarme a esos malditos bastardos para toda mi vida. Cuanto los odio. Aprieto mis manos hasta que mis uñas dejan pequeñas heridas en mis palmas.
Bajo a la sala cuando ya estoy en pijama encontrándome con Dylan en el computador haciendo una videollamada a ellos. Me acerco despacio.
- Hola – los saludo. Los extraños muchísimo.
- Hola, hija, esta preciosa – saluda Isabel.
- Gracias mami – sonrío. - ¿Dónde está mi pequeña? – pregunto por Romina.
- Aquí tía – se cuela entre los brazos de su abuela para que pueda verla. – Tía cuando vendrás, te extraño. Y a ti también Lilan – hace un puchero.
- Pronto preciosa. – le sonrío - ¿tu papá dónde está? – pregunto por Mauricio.
- Allí – apunta hacia delante. – me quito mis chocolates y los está dejando con llaves – acusa, cruzándose de brazos y frunciendo el ceño.
- Mauricio deja que mi pequeña coma sus chocolates. – le regaño.
- Tú no te metas enana – grita desde donde esta.
- Lo dice el más grande – me burlo.
- Soy mayor que tu enana – dice posicionándose detrás al lado de nuestra madre.
- Jaja, pero de edad nomás porque de lo demás te gano – señalo mi cabeza.
- Si, cabezota – se burla, giro los ojos y Dylan se ríe.
- Oye no la molestes mucho porque si no después se desquita conmigo – dice Dylan, haciendo señas de que estoy loca.
- Oye mocoso – lo empujo enojada.
- Ya, ya, basta – nos regaña Isa – suficiente, se van a picar y se enojaran.
- Mami si tú sabes que son bromas – la tranquilizo.
- Bueno hija – sonríe.
- Cambiando de temas, ¿Cómo están las cosas por haya? – pregunto.
- Están bien hija. Todo bajo control. – me notifica.
- Qué bueno.
- Si, además, hasta el momento hemos generado más producción que el año pasado. – dice Mauricio.
- Oh, esta super eso. – digo alegre.
Seguimos hablando hasta que llego la pizza y después de comerla nos fuimos a dormir.