Pov: Antonio Greco.
Me reclino en la silla y enciendo un habano. No soporto las demoras, y hoy todos parecen tener una maldita excusa.
—Le armi non sono mai abbastanza (las armas nunca son suficientes) —gruño molesto lavándole la mirada a Ferrari.
Asiente sin pestañar como si hubiera dicho algo obvio. No busco que asienta, busco soluciones, pero sé que tampoco puede dármelas.
No ahora.
—I clienti chiedono, Don Greco. Se están quedando sin nada de Dumas, necesitamos reabastecer el lote. La mercancía es buena, pero cada vez es más difícil pasar cartuchos de más.
Suelto el humo despacio. Ese Hartman, quiere tocarme los huevos.
—Non mi piace la debolezza (no me gusta la debilidad).
—Lo sé —responde Ferrari—. Pero hay algo más: las votaciones. Algunos miembros del consejo parecen i
