2- ¿Invitación o extracción?

1325 Words
Pov: Renata Wallace. —Recuerda antes de firmar, lee bien la letra pequeña. —Mamá, tengo veinticinco años, no dieciséis. Tranquila, es solo una pasantía, es de las mejores empresas de construcción de Los Ángeles. Esperaba que me dijeras que estás orgullosa —reprocho. —Lo estoy, por supuesto que eres mi orgullo, Reni —sonrío. Lo soy porque no soy abogada como ella. Porque me mantengo a salvo con una profesión que a lo mucho me caerá un ladrillo en la cabeza y uso casco, así que estoy a salvo. —Gracias… estoy contenta. Me gusta Los Ángeles. Más de lo que pensaba. —Tu padre está pensando en volver, te extraña —aprieto los labios. ¿Cómo le explico que no pienso volver, que aquí es donde quiero estar? Que es más fácil librarme del control de la jueza de Londres en Estados Unidos. —Lo visitaré lo prometo. Él mismo sabe que Los Ángeles tiene su encanto. —Tengo que dejarte, hay unos asuntos que debo resolver. Te llamaré. Cuídate, hija. Siempre que salgas envía tu ubicación a alguien y lleva tu gas pimienta —ruedo los ojos. —Sí, mamá. Adiós. Cuelgo y suspiro. Como si un gas pimienta evitara algo. Mamá, soy mejor que eso. Deberías saberlo, soy tu hija. Mejor que crea que no estoy a la altura de su valentía, para los padres saber que eres demasiado fuerte también los asusta. Vuelvo a entrar a el edificio de Marques. Hace un mes que entré a este lugar, estaba a prueba y han aceptado que sea pasante de arquitectura. —Señorita Wallace, en diez minutos salimos a ver el edificio de los Queen. ¿Está lista? —Lo estoy. Mi teléfono comienza a sonar y al ver el número privado sé que necesito un minuto. —Si me disculpa, es mi madre otra vez. Perdón —me excuso. —No se preocupe. Me alejo a donde nadie pueda escuchar mi conversación y atiendo. —Agente WRW, tiene un objetivo nuevo. La información será depositada en el punto de recolección con un plazo de respuesta de 72 horas. Fin del comunicado. Cuelgan y exhalo. Tengo más trabajo. Genial. Reviso mi historial de llamadas y borro. Por si acaso. ……. Terminamos de revisar el edificio a punto de terminarse de los Queen. Gracias a ellos estoy aquí. El tío de mi prima fue quien me contactó con lo Queen y ellos con los dueños de Marques. Ventajas de tener una familia con muchos contactos. —Estuvo muy bien, señorita Wallace. Me ha sorprendido lo observadora que es —sonrío con modestia. —Estoy aprendiendo, muchas gracias. Ser observadora es mi don, tener reflejos y una perfecta predicción de los posibles conflictos o problemas, otro don. Sumado a muchos más que siempre he pensado heredé. Como si en otra vida hubiera sido otra persona. O como si mi madre me hubiera traspasado su genética intacta. —Mañana a las 9 la veo de nuevo, haremos algo de trabajo de oficina y la asignaré a algunos proyectos —informa mi jefa. —Eso es genial, estoy emocionada. La veo mañana —me despido. Camino por las calles y mi auto quedó estacionado muy lejos. Trato de recordar dónde. Recuerdo el callejón y doblando la esquina debería estar. Llego al callejón y sí, está doblando la esquina. Saco mis llaves y desbloqueo las puertas. En el instante que voy a abrir la puerta me siento observada. Un auto n***o detrás del mío me cierra el paso para salir. Está estacionado, sus vidrios son todos polarizados. Me quedo en el lugar. Miro a mi alrededor, trazo camino de escape, elementos que pueda usar. No hago tiempo a abrir el auto y sacar el arma de mi guantera. ¡Mierda! Las puertas del auto se abren y sin dejar mi posición veo a un tipo vestido de n***o salir. —No sé qué carajos quiere ni quién es, pero si no desea salir lastimado le recomiendo que suba de nuevo al auto y se largue de aquí —advierto tajante. —Señorita Wallace, la invito a subir al auto por voluntad. —¿Porque tú me lo dices? —me volteo arqueando una ceja —. Qué gracioso, ¿tengo cara de seguir malditas órdenes de desconocidos? —inquiero sarcástica. —Mi jefe solicita su presencia, le pido que suba al auto por las buenas, señorita Wallace —niego. —¡Vete al carajo! Dile a tu jefe que no se quién es, no me interesa. Si quiere verme que se presente. Adiós —intento abrir la puerta de mi auto y toma mi muñeca con fuerza. Tres hombre más salen del auto. Lo escaneo, miro al que está sosteniéndome, el tipo es grande. Cuerpo ancho, mandíbula tensa, y en su cinturón, apenas cubierto por la chaqueta, brilla la culata de un arma… Estás muerto, desgraciado. En una fracción de segundo, giro mi muñeca en el ángulo justo para liberarme: un giro seco hacia adentro, rompiendo su agarre desde el pulgar. Al mismo tiempo, mi rodilla impacta directo en su abdomen. Gime. Duda. Y ahí aprovecho. Deslizo mi mano hacia su cintura, tomo la pistola con una precisión que me sale sola. Mis dedos tienen memoria. La desenfundo y retrocedo un paso, girándome de golpe para encarar a los otros tres tipos que vienen por detrás. Levanto el arma con seguridad, apuntando a la cabeza del que estaba más cerca. —Un paso más y disparo. Y no me tiembla el pulso. Les juro que no —advierto mirándolos como si ya estuvieran muertos. —Lo lamento, señorita Wallace —jadeo cuando siento el pinchazo en mi pierna del desgraciado que dejé en el suelo. —Hijo de… —mis manos pierden la fuerza. Mis piernas me abandonan y me desvanezco, pero me sostienen. Mis ojos solo se cierran. . Arrugo el entrecejo, mientras intento abrir los ojos. No me mataron. Necesito despertar y estar alerta, encontrar una forma de salir. Mi cuerpo esta adormilado necesito unos minutos o que la adrenalina haga lo suyo. —¡Son unos animales! Fui claro cuando dije que la trajeran bajo su voluntad. ¡SON UNOS INCOMPETENTES! Si ella tiene algún daño lo pagarán caro. Escucho una voz gruesa y masculina. ¿Dónde diablos estoy y quién es el que habla? —Señor, ella derribó a nuestro hombre más fuerte y estaba dispuesta a disparar. Claro que iba a disparar si intentaban secuestrarme, ¡lo hicieron, mierda! Ya puedo abrir mis ojos, pero no lo hago, no aún. —Señor, creo que ha despertado —advierte alguien. ¿Cuántas personas hay aquí? —Aléjense de ella, ya hicieron suficiente daño. Abro lentamente lo ojos porque necesito ver el rostro del desgraciado que me secuestró. Una mirada café, intensa aparece frente a mí. Un hombre castaño, pulcro y varonil. —¿Se encuentra bien? —me ayuda a sentarme y lo miro arrugando el entrecejo. Muevo mis pies y aún estoy débil. Finjo que me toco la cabeza. En un movimiento rápido desenfundo el cuchillo que traigo en mi broche de pelo y con precisión lo corto. —¡Señor! Uno de sus hombres me apunta y me paro sosteniendo en mi mano a un lado el cuchillo que chorrea de su sangre. —Bajen las armas, no se les ocurra apuntarle a mi mujer —ordena levantando la mano que no corté, deteniendo a sus hombres. Arrugo el entrecejo. —¿Tu mujer? ¡Maldito enfermo! ¿Qué quieres de mí? Responde porque el próximo corte va a la cara —amenazo. Levanta la mirada y abre la palma de su mano dejando gotear su sangre. Sonríe. Está loco. —Sin dudas es usted, señorita Walker. Arqueo una ceja. —¡Soy Wallace! —No, usted es la señorita Walker sin duda alguna. Un placer conocerla y un mayor placer será convertirla en mi esposa. ¿Pero qué mierda?
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