Ukara camino solo unos segundos, siguiendo la energía concentrada de brujos que cerca suyo había, hasta que al fin diviso lo que parecía ser un grupo de acampe.
— Brujo. — un hombre de clara apariencia oriental lo llamo y a Ukara solo le basto con tenerlo cerca para saber que era un cazador.
— ¿Sí? — indago sorprendido que no quisiera atacarlo.
— No te había visto con los otros, es más, creo no haberte visto nunca. — Ukara no sabía que hacer o decir, estaba perdido, no era débil, pero con lo referente a pensar rápido, no se le daba bien, además que era un pésimo mentiroso.
— Yo…
— ¿Sabes que los cazadores tenemos poderes? — dijo casi en un susurro el hombre.
— Sí, claro que lo se. — de manera inconsciente Ukara dio un paso atrás, y el cazador dio dos, antes de tomarlo del cuello.
— ¿Sabes quién soy? — murmuro a un palmo de distancia de su rostro y haciendo que la espalda del brujo chocara con el tronco de un árbol.
— Un cazador. — el cazador lo vio casi con pena, antes de liberarlo.
— No eres de este tiempo, lo sé por tus ropas, pero también lo sé porque soy el mejor cazador, soy la niebla, soy Kasumi. — Ukara clavo sus ojos de inmediato en los del cazador, descubriendo que eran cafés, como los de Kalila, como los del alma condenada.
— Tu… eres Kasumi. — murmuro tratando de comprender como había podido ir tantos años al pasado.
— ¿Estás aquí para matarme? — indago Kasumi, porque de pronto sintió su piel erizarse, fue por ello por lo que comenzó a caminar a donde su poder de cazador lo llevaba, al ser con mayor fuerza que había en ese sector del bosque.
— ¡No! Claro que no. — Kasumi veía la verdad resplandecer en esa mirada y por un segundo, detesto su existencia, no la del brujo, sino la propia.
— Es verdad, no estás aquí para matarme, sin embargo, deberías. — era como una súplica lo que salía de ese cazador, y Ukara se debilito, el dolor en su mirada era el mismo que el de Kalila.
— No podria, jamás podria herirte nuevamente. — no era Kasumi, al menos para Ukara, era con su alma con la que estaba hablando y el cazador lo comprendía.
— La historia se repetirá, ahora lo sé, no es a Aysel la que busco, no es a la humana, son a las demás. — el cazador lo comprendía, y Ukara lo adivino.
— No importa cuantas veces renazcas, tu destino es amarnos. — dijo con sorpresa y Kasumi sonrió de medio lado.
— Qué más quisiera, pero sobre mí, pesa una sentencia, no merezco otra cosa, mas ahora, tengo a Aysel, sé que esta preñada, solo es cuestión de tiempo para que los demás lo sepan. — Ukara vio a su alrededor, los brujos y cazadores se mezclaban. — Regresa a tu tiempo, brujo, porque lo que está a punto de suceder no te gustara.
— No puedo, no sé cómo y no pienso dejarte. — Kasumi dejo salir una carcajada amarga, resignada.
— Creo que si tu estas aquí, y dices tales cosas, es porque en esta vida, también perdí. — la mano de Kasumi se colocó sobre el pecho de Ukara y una luz blanca se adhería a su persona.
— ¿Qué haces? — indago con un poco de temor el brujo.
— Esto acabara más pronto que tarde, pero hasta que eso suceda, solo yo podre verte, te daré el mayor tiempo que pueda, para que encuentres la forma de regresar.
Ukara poco comprendía, aun así, siguió a el cazador, hasta que diviso una melena rubia, Aysel, la gran luna cambiante estaba allí, tal como el cazador lo dijo, y aunque debería acudir a ella, la más cercana a la diosa luna, para pedir el favor de regresar a su tiempo, no pudo despegarse de Kasumi, mismo que estaba siendo llamado por su padre.
— Dice Kroma que Aysel nos está engañando. — la mirada del tal Kroma era la misma que vio en la mujer que codicio a Ikigaí, la envidia se reflejaba con descaro en sus ojos.
— ¿Qué puede saber un extraño de Aysel, más que lo que ve? Yo la conozco he estado con ella durante años…
— Ambos mintiendo, ella pretendiendo ser una humana ordinaria y tú, también.
— Aun así, sé que ella será mi esposa…
— Bien, porque es precisamente lo que harás.
— Habla claro padre. — el cazador, que se suponía era el más poderoso, se notaba cansado.
— La tomaras ahora mismo, con la tribu de testigo, demuestra que aún es pura. — Ukara vio de primera mano cómo Kasumi palidecía, sus manos se cerraban con fuerza y el tal Kroma le daba un guante de plata, con unas largas garras que se notaban filosas.
— Toma, he preparado esto, se te será más fácil no solo desvestirla, también si alguna de sus otras entidades sale a la luz, podrás someterla.
— Eso…
— Es una orden Kasumi, soy tu padre y debes obedecerme, lo sabes. — El aire comenzó a agitarse en el bosque, Ukara estaba más que furioso y Kasumi solo pudo verlo, ya que aún estaba su padre y Kroma con ellos.
— Viento de brujo. — advirtió el padre de Kasumi. — Kroma, que maten a todos los brujos, no me arriesgare a que tengamos un traidor entre nosotros. — Ukara vio como Kasumi cerro los ojos, como si aquel hecho le doliera y es que en ese segundo comprendió que así era.
— Bien, vamos Kasumi. — comenzó a decir el tal Kroma golpeando el hombro del cazador, pero este lo tomo del brazo y lo giro con tal fuerza que por poco y le rompe el brazo, algo que provoco que Kroma gritara.
— Tu no me mandas Kroma, tú no eres nada más que uno más del montón, ve y haz tu trabajo y déjame hacer el mío.
Kroma lo vio como jurando algo, aun así, Kasumi camino lo más lejos del campamento, mientras los gritos de los brujos se esparcían por el lugar.
— Los estan matando. — se quejó el brujo.
— Es por tu culpa, te dije que no hicieras nada.
— Lo siento yo…
— Eres muy joven aún. — concluyo Kasumi y fue cuando Ukara vio como una lagrima rodaba por su mejilla. — Yo también lo soy, pero a nadie le interesa, al menos en esta vida fui a la universidad.
— Puedes revelarte… — dijo con suplica el brujo, sintiéndose débil una vez más.
— No, esa es la verdad, podria vivir mil años y aun así tendría que obedecer a mi padre, solo… cuando llegue el momento, usa tu poder, has que el aroma viaje a través del bosque, no estamos lejos.
— ¿De qué? No comprendo.
— Es mejor así, solo… luego que lo inevitable suceda, acata mi orden, ¿ves a aquella mujer? — indago apuntando con disimulo a una mujer mayor.
— Si.
— Es la debilidad de mi padre, es mi madre…
— Kasumi, tu humana ha estado enterrando la comida y desechando el agua. — la mujer mencionada, como la madre de Kasumi estaba frente a ellos y ahora Ukara no sabía que hacer, ¿Qué orden debía esperar?
— Debe tener miedo…
— Solo te diré que te ocupes de ella, o lo hare yo.
Kasumi camino de regreso al campamento, donde los brujos ya habían sido exterminados y Ukara solo pudo pensar que eso era el pasado, en esta ocasión fue por su culpa, pero antes seguro fue por otra razón, pues lo sabía, conocía la historia de como Anuk había rescatado a Aysel, y como encontraron desenas de brujos oscuros muertos a manos de los cazadores.
— ¿Qué es lo que estás haciendo? — pregunto el cazador con toda su gente observándolo.
— Nada. — respondió en un susurro Aysel, y Ukara fue observador de primera mano de como Kasumi se obligaba a verla mal, al notar como su madre había tomado un arco y una flecha.
— Aysel, Aysel, ¿cuándo fue corrompida tu alma? ¿Cuándo los aceptaste a ellos y rechazaste tu humanidad? ¡¿Cuándo me cambiaste por un maldito lobo?! — los cazadores comenzaron a agruparse a su alrededor mientras que Kasumi jalaba a la pobre muchacha de un lado al otro, aun así, Ukara distinguió la suplica del cazador.
— No es eso Kasumi, déjame explicar. — respondió la rubia mientras sus lágrimas caían, y Ukara supo que tan injusto era todo aquello. — Yo confié en ti. — dijo Aysel, pero Ukara lo único que pudo ver en Kasumi fue un asentamiento de cabeza, por lo que comenzó a generar una brisa delicada en el campamento, pero que tomaba fuerza y velocidad cuando se alejaba, mejor aun llevando los aromas de todos en ella.
El cazador llevaba puesto en ese momento un guante que tenía garras de plata, las cuales se enterraron en el delgado brazo de Aysel y la sangre no tardo en salir y junto con ella un aroma que los cazadores conocían muy bien, su gente tenía algo mejor que un aprueba de embarazo, un olfato único que les servía para saber si sus mujeres estaban embarazadas y así sacarlas del frente de batalla hasta que el bebé nazca, pero ahora lo único que provocaba ese aroma, era el saber que Aysel estaba preñada de Anuk, y los cazadores comenzaron a pedir su muerte.
Ante la vista atónita de Ukara Kasumi golpeo el rostro de Aysel con las garras, dañando sus hermosos ojos, cubriendo de sangre su rostro.
— Preparen todo, cortaremos su cabeza y arrancaremos su corazón. — Kasumi dio la orden sin ningún remordimiento o malestar, mientras Aysel gritaba de dolor, pero Ukara comprendió que estaba haciendo todo aquello para ganar tiempo, para que él pudiera a través de su poder de controlar el aire, llevar el aroma de la sangre de Aysel lo más lejos posible y así atraer a Anuk.
No fue mucho el tiempo que paso entre la orden que Kasumi dio y el disponer de ella, Aysel se encontró a los pocos minutos hincada de rodillas en el suelo frio del bosque, con su cabeza gacha, podía sentir como alguien blandía una espada o alguna daga grande frente a ella, aunque no podía ver nada, el dolor se lo impedía, solo sentía su sangre correr por su cara como si fueran lágrimas, todo acabaría, no importaba quien fuera, Yunuen, Levana, Luna, ninguna sobreviviría si cortaban su cabeza y eso incluía a sus hijos, fue así como llena de dolor al comprender que su fin estaba cerca, dejo salir su dolor en un grito desgarrador.
— ¡ANUK! — Su Alpha la escuchó y a continuación olio su sangre, provocando que un aullido ensordecedor rompiera la tranquilidad del bosque. Los cazadores se dieron cuenta que el Alpha estaba cerca, por lo que Kasumi se apresuró en dar la orden a Kroma.
— Mátala. — dijo y se volteó sin esperar a que cumplan con su orden, aunque no era a Kroma a quien le estaba ordenando matar a Aysel, Ukara lo comprendió, Kasumi le estaba ordenando matar a su madre.
Un golpe seguido de un quejido, más el impacto de una cabeza rodando en el suelo del bosque, provoco que Kasumi sonriera, el grito de su madre le anuncio que ese extraño brujo había cumplido con su pedido y ahora estaba listo para fingir un aves más y morir a manos de Anuk, si con eso Aysel y las demás podían vivir en paz, al menos hasta que renaciera y la historia se repitiera una vez más.
— Esta vez no escaparas de mi ¡maldito cazador! — Calixto estaba parado aun con una de sus manos enterrada en el pecho de Kroma y la otra bañada de sangre al a ver arrancado su cabeza.
— No dejen que se lleven a la maldita. — ordeno a su gente que ya se encontraba luchando con un puñado de vampiros, aunque solo se queria asegurar que cada cazador permaneciera allí, si tan solo pudiera exterminarlos, se dijo. Vidar tomo a su nieta en brazos y gruño cuando vio su rostro.
— Pagaran por esto. — juro el vampiro furioso sin sentir las balas de plata que estaban cubriendo su espalda.
Los cazadores trataron de defenderse, pero ahora eran solo humanos, ya que ellos mismos habían acabado con sus aliados, creyeron tener una posibilidad al ver que tan pocos vampiros eran los que allí se encontraban, pero algo raro sucedía, sus armas no estaban causando daño alguno, era como si un escudo invisible los cubriera.
— ¡Brujos! busquen a los brujos entre el bosque, no deben estar lejos. — la madre de Kasumi ya había visto aquello, la protección de los vampiros venía de la mano de los brujos, las razas estaban trabajando juntas. Pero para su desgracia, Ukara la había golpeado con una ráfaga de viento y ahora se encontraba agonizando enterrada en un pedazo de rama de un árbol.
Y mientras el pasado se cumplía, y Anuk rescataba a Ayse, Ukara solo podía ver como Kasumi se dejaba asesinar por el Alpha, porque en verdad ese cazador tenía el poder de acabar con todos, pero aun así, no hizo nada y todo era porque una vez que su madre murió, el padre de la niebla se distrajo por la pena que su corazón generaba y al fin había muerto, Ukara tenía ganas de gritar, que ahora todo podía ser distinto, que la niebla ya no tenía una correa en su cuello, pero entonces algo lo envolvió, en un aniebla azulada y lo alejo de la batalla.
— Qué diablos, ¿Quiénes son? — preguntó viendo a un hombre y una mujer.
— Soy Amónra y él es Rahu y tu estas interfiriendo con nuestra diversión, vuelve a donde sea que pertenezcas.
Ukara no tuvo tiempo de nada, más que parpadear, y lo siguiente que vio, fue el fuego de las alas del fénix.