Dos - Necesitas ayuda

1744 Words
COLLIN Salgo de la Academia y me subo al tranvía. ¡Demonios! Lo hice, es oficial, soy un participante del Star Chef.  Ganar este concurso es todo lo que necesito, debo entrar en la preselección y sé que puedo hacerlo. Cierro los ojos y me masajeo la sien, solo debo pensar en una buena receta para clasificar entre los mejores. Me escurro un poco en el asiento y apoyo la cabeza en la ventana. «Cinco meses, Collin, cinco meses y tal vez puedas arreglar este desastre de vida». Entro al Tadyer House con buen humor, quiero contarle a Frank lo de la inscripción, es temprano, así que todavía está cerrado al público. Me extraña no ver a nadie del personal en el lugar, pero mi cuerpo se estremece cuando escucho gritos provenientes de la cocina del restaurante. Corro en el instante en que escucho algo quebrarse, abro la puerta de golpe y me topo con una escena muy desagradable, nuestros mesoneros, Etan y Max, tratan de agarrar a Frank para que no siga lanzando cosas, pero él está fuera de sí y se zafa de sus agarres con facilidad. ―¡Collin! ―exclama Desiré con desespero―. Menos mal que llegaste, no sabemos qué hacer. ¡Está como loco!  Desiré es la cajera del restaurante, está pegada a una de las paredes con los ojos llorosos y temblando como animal asustado. Me agacho en el momento justo en que un sartén se estrella contra la puerta que tengo detrás. Respiro hondo, y grito: ―¡Sal de aquí, Desiré! ¡Salgan todos, yo me encargo! ―No me parece buena idea, Collin, somos dos y no hemos podido calmarlo. ―Etan está necesitando de todo su autocontrol para no matar a su jefe, que le lanza un puñetazo en el costado. Corro hasta ellos y me abalanzo sobre Frank haciendo que choquemos contra una pared, él se tambalea, Etan y Max lo sueltan al fin. Ahora soy yo el que lo agarro con fuerza por los brazos, parpadea varias veces antes de enfocarme, el hedor a alcohol que desprende es demasiado notorio. ―Co… ol… linn ―dice arrastrando las palabras. Aprieto mi agarre, tratando de demostrarle mi molestia, lo miro furioso y dolido, solo por un instante observo lucidez en su mirada cansada, luego se deja resbalar llevándome con él hasta el suelo―, hijo, lo sii... entoo ―musita echándose a llorar. Agradezco cuando todos salen de la cocina, dejándome solo con él y sus demonios. Lo miro largo rato sintiendo una opresión en el pecho. La camisa la tiene desabotonada por el forcejeo, su cabello castaño está alborotado, su barba de días le da un aspecto desaliñado. Lo dejo desahogarse, una vez más, el gran chef Frank Tanner está borracho y luchando con sus recuerdos. ―Yo también lo siento, papá ―murmuro en un hilo de voz con ojos nublados. Y es la verdad, me duele verlo así, me duele que ahogue sus tristezas en alcohol. Yo también lo siento porque no he podido encontrar la manera de ayudarlo a superar esa tristeza que lleva arrastrando. Resoplo cuando noto que cierra los ojos y se queda dormido, recostado de la pared, pienso en el motivo que lo ha condenado a esta vida miserable y aprieto los puños con fuerza. ―El amor es una mierda ―pronuncio en tono frío. Y con esas cinco palabras expreso toda la impotencia que tengo porque no concibo la idea de que la felicidad de un ser humano dependa de otra persona. Me restriego la cara con ambas palmas agradeciendo de nuevo que el personal no se encuentre. Me inclino para rebuscar en sus bolsillos la llave de su moto, y cuando la consigo enrosco su brazo en mi cuello para poder alzarlo; tendré que llevarlo en taxi. ―Vamos, Frank, te dejaré en casa y luego regresaré. Otra vez me dejas solo en la cocina del Tadyer House. *** ―Mesa 3 ―dice Etan―. Un minestrón y una pechuga de pollo a la parmesana. Coloca la orden en el mesón, junto a las demás, yo asiento mientras doy vuelta en el sartén a la lubina de la mesa 6. Con las mismas entra Max. ―¡Una ensalada mixta, un lomo de atún a la plancha y un espagueti napolitano para la 5!   Sirvo el minestrón luego de haber comprobado que tiene la temperatura adecuada y voy por la ensalada. ―La mesa 2 quiere un tiramisú y un helado de copa de vainilla y fresa ―suelta Etan, llevándose el minestrón. ―¿Ya está la lubina? ―me pregunta Max. ―Sí, toma. ―Le tiendo el plato listo y decorado con algunas especias. ―¡Vamos hermano, tú puedes! ―me anima. Le sonrío y corro a servir la salsa napolitana sobre el espagueti. Así transcurre la tarde en el restaurante, entre pedidos, sartenes, corredera y mucho trabajo. Al final de la jornada me siento cansado, pero ha valido la pena. Cocinar es mi pasión, es lo que me gusta hacer y es la única cosa que hago bien; ser chef es lo único por lo que quiero luchar en la vida. *** Abro la puerta del apartamento y me preparo para una discusión segura con Frank Tanner. Lo encuentro tirado en el mueble de la sala, con las luces apagadas y arropado con una gran colcha; la única luz en el lugar es la que emite el televisor. Voy a la cocina, dejo unas bolsas sobre la barra y me deshago de la chaqueta que llevo puesta, afuera hace un frío espantoso y lo único que deseo es tomar un baño caliente y dormir, pero cuando dejo las llaves en la mesa, él se sienta en el mueble. ―Collin, hijo, tenemos que hablar ―aprieto los dientes y me tenso. No es buena idea que hablemos ahora, esta vez no me siento con ganas de escucharlo deshacerse en disculpas. ―Ahora no, Frank… Traje de la sopa que quedó, si quieres tómatela ―comento en tono cortante, y le paso por un lado para ir a mi habitación. ―Te he dicho muchas veces que no me gusta que me llames Frank ―suelta con reproche. Me paro a mitad del pasillo y aprieto los puños. Todo lo que sucedió en la mañana se comienza a reproducir en mi cabeza: él fuera de sí, lanzando todo a su paso, yo pidiendo disculpas una vez más al personal por su actitud. No debe faltar mucho para que renuncien y entonces sí me quede solo y no sepa que hacer. Recogí todo el desastre que hizo en la cocina antes de ponerme a trabajar toda la tarde sin ningún ayudante. Esa es mi función, ser su maldito ayudante y aprender mientras él es el chef ¡Frank Tanner!, el hombre del que hoy no me siento orgulloso. Y duele, duele porque es la única persona que tengo y me está defraudando. Dejo de darle la espalda y lo enfrento. ―Eso eres, solo Frank, hace tiempo que no veo a mi padre ―espeto con rabia.  Sus ojos me miran culpables, no se ven tan azules como suelen ser, un tono rojizo los bordea y las ojeras pronunciadas les han quitado brillo. No aparto la vista tampoco, quiero encontrarlo, sé que está ahí adentro. ―Lo siento, ¿está bien? No quise llegar a ese extremo, no volverá a suceder. ―He oído muchas veces eso... ―resoplo una risa amarga y niego con la cabeza―. Lo volverás a hacer. Necesitas ayuda, Frank. Estás destrozando nuestras vidas. ―¡Puedo controlarlo! ¡No soy un maldito alcohólico, Collin! ¡No tomo todos los días! ―se defiende alzando la voz. Lo miro furioso y también subo el tono. ―Ah, ¿no? Entonces, explícame, ¿cómo les llaman a las personas que beben sin control? ¡No importa que no sea todos los días, lo que importa es que cuando lo haces no te mides! Hoy destrozaste la cocina, le echaste un susto de muerte a Desiré y golpeaste a Etan. No me importa haberme quedado solo al frente de la cocina, pero tenía algo importante que contarte y no pude… ¡No pude porque no estás! Me mira sorprendido, no recuerda nada de lo que hizo. Me restriego la cara con las manos y luego lo dejo ahí parado en el medio de la sala. Cuando llego a mi habitación lanzo con fuerza la puerta. ―¡Qué mierda! ―grito. Me desvisto lanzando todo al suelo. Y al sentir el chorro de agua caliente por mi cuerpo cierro los ojos, mis hombros se van relajando poco a poco. Solo quiero que se dé cuenta de que necesita ayuda. Pasé un largo rato en la ducha, ahora estoy acostado en mi cama, a pesar del cansancio no puedo cerrar los ojos, me tiene pensativo toda la situación con papá. Hay algo más que me mantiene inquieto: el concurso. Quedan un par de días para que comience y no sé qué prepararé para poder clasificar; porque sí lo haré. Cierro los ojos visualizándome en la final. ¿Quién llegará conmigo hasta ahí? Tengo entendido que hay buenos contrincantes este año. Arrugo la frente cuando la chica de ojos bonitos que vi en la academia llega a mi mente. Sonrío al recordar sus palabras y sus gestos molestos con la pelirroja. Tiene carácter, y no sé porque eso me gustó. La observé de reojo mientras llenaba su planilla, vi cuando colocó su cabello rubio de lado y noté que tiene un tatuaje en la muñeca derecha, pero no vi lo que era. No sé ni porqué la miré, su presencia comenzó a incomodarme, así que decidí molestarla y dejarle claro que va a necesitar suerte. Cuando levantó la vista y me miró me di cuenta de que tiene unos ojos muy hermosos, he visto muchas chicas con ojos claros, pero nada parecidos a esos. Sentí algo extraño, por un momento pensé que podía ver a través de los míos. Eso no me agradó, por eso la dejé con la palabra en la boca y me fui. Bueno… ¿Qué más da si es ella la que llega a la final o no?  Mi único objetivo es ganar, así tenga que pasar por encima de niñas con ojos hechizantes.   
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