La mas bella noche

3149 Words
Aaron estaba pacientemente parado a los pies de la escalera, hasta que oyó un raro sonido, como si por la escalera viniera bajando un tipo de caballo con lumbago, cosa que le llamo demasiado la atención. Se giró para ver que era, pero quedo con la boca abierta al notar que la que hacia ese extraño sonido era su Aurore. Quiso ayudarla ya que noto que le complicaba bajar con esos altos tacones, pero su cuerpo no reacciono hasta tenerla frente a él.   —Gracias por la ayuda —dijo con sarcasmo la azabache. Recibiendo como disculpa un fuerte abrazo y un apasionado beso.   Al oírla terminar de decir esas palabras y mirarla de pies a cabeza no se pudo contener, y la atrajo posesivamente hacia él, pescándola con ambas manos de la pequeña cintura que tenía su novia. Sus cuerpos quedaron totalmente apegados el uno al otro y sin siquiera pedir permiso le dio un beso casi desesperado metiendo su lengua en la húmeda boca de la azabache, beso que fue bien recibido por ella. El beso se volvió más pasional y el rubio sin siquiera tomar conciencia de donde estaban, lentamente comenzó a subir una de sus manos, logrando posarse un unos de los grandes y redondos senos de Aurore. Sintió un leve tirón en su m*****o al tener en la palma de su mano ese exquisito, sabroso y redondo pedazo de carne que tan loco lo volvía. Y ya sin poder aguantarse lo apretó delicadamente haciendo que Aurore gimiera prácticamente dentro de su boca.   —Aa…ron —gimió la azabache tratando de recobrar compostura.   —Si Aurore, lose —la miro directo a los ojos— es solo que… al verte así de sexy —la volvió a mirar de pies a cabeza— ¡por Dios! Me haces perder el poco control que tengo. —sonrió juntando ambas frentes.   Aurore también le sonrió, de verdad que le gustaba que Aaron se descontrolara con ella, aunque muchas veces no midieran consecuencias. Lo habían hecho en muchas partes entre ellas: el patio trasero de la casa de la joven, en la cocina, en el baño, mientras debía cuidar a Daniel… hasta en el templo, ese ha sido casi un pecado para ella y una gran falta de respeto hacia toda la religión a la que su familia es creyente y respeta. Desde ese día no ha tenido la cara para volver a entrar ahí… y bueno en la casa de Aaron… para que mencionar lugares si en casi todos habían hecho el amor mientras su madre trabajaba.   Subieron al autobús y se bajaron en el centro. Ambos caminaron por largos minutos de la mano o abrazados. A los dos les daba igual mientras sus cuerpos estuvieran en contacto. La azabache pretendía seguir caminando cuando la mano del rubio la hizo detener.   —      ¿Sucede algo? —pregunto Aurore.   —Nos quedaremos aquí —dijo sonriendo.   —      ¿En el Hotel Strada? —Aaron asintió sonriendo— Pero… ¿Cómo lo vamos a pagar? Es muy costoso para nosotros.   —      ¿Crees que yo te traería a un lugar que no pudiera pagar? —pregunto alzando ambas cejas.     —Obviamente no.   —Entonces —dijo sonriendo—. Ahora ven —le tendió la mano y Aurore la tomo.   Ese hotel era uno de los mejores de la ciudad. No uno prestigioso, lujoso ni mucho menos exclusivo, nada de eso, pero era uno de los mejores ubicados en pleno centro. Al entrar se encontraron con una pequeña pileta de agua con pequeños peces dentro. Los vieron por un par de minutos y luego de la insistencia del rubio se encamino solo hasta la recepción.   —Tengo una reservación —dijo Aaron.   —Por favor dígame su nombre para corroborar el registro y la habitación —pidió amablemente la recepcionista.   —Aaron Barnes —la muchacha lo ingreso al computador.   —Muy bien señor Aaron Barnes —dijo entregándole unas llaves— su habitación es la 205, ubicada en el quinto piso del hotel. A su costado derecho encontrara el ascensor que lo llevara a dicho nivel —le dijo señalándoselo—. Espero que la estadía sea de su agrado.   —No se preocupe… —sonrió tomando las llaves para luego volver a mirar a la azabache que seguía de pie junto a la pileta— que será muy de mi agrado.   La joven recepcionista solo sonrió al entender a qué o más bien a quien se refería. Aaron le dio las gracias y se encamino donde se encontraba la azabache, así ambos se dirigieron al ascensor.   —Muchas risitas —dijo Aurore con los brazos cruzados.   —      ¿No me digas que estas celosa? —sonrió con sorna.   Pero Aurore no le respondió. Al llegar al quinto piso las puertas del ascensor se abrieron y ambos caminaron en silencio hacia la habitación. Aaron abrió la puerta y apenas Aurore cruzo el umbral cerró, atrayéndola del codo y azotándola de manera suave contra la puerta.   —Ningún berrinche te podrá librar de mí esta noche. —le informo con voz ronca pescándola delicadamente del mentón. La volvió a besar, despertando así toda la pasión contenida hace unos minutos.   —Aaron… amor —dijo la azabache tratando de calmarlo.   —      ¿Ahora qué? —dijo reclamando como niño chiquito que le quitaban su caramelo.   —Aprovechemos la noche, ¿sí? —pidió con la respiración claramente sobre exigida.   —Corrección —dijo el rubio, pasando su dedo pulgar por el labio de la azabache—. No desaprovechemos la noche.   —Pero Aaron, aun ni siquiera me enseñas la hermosa habitación a la que me has traído —decía la azabache poniendo ojitos de súplica.   —Sí, tienes razón —rasco su cabeza—. Ven Aurore… te mostrare.   Él la tomo de la mano y así ambos “entraron” a la habitación ya que habían estado apoyados en la puerta de entrada. Le mostro la magnífica vista que había y Aurore quedo con la boca abierta ya que nunca había estado en un lugar así. Le mostró el baño y ambos rieron al ver que tenía un pequeño jacuzzi y luego la llevo a la cama ya que él iba abrazado a la espalda de la muchacha. Era una cama alta y muy grande.   —Esto… es mágico… —dijo mirando todo a su alrededor— es como un sueño.   —Y se hará realidad —le susurro el chico de hermosos ojos ámbar a uno de sus oídos.   Aurore giro su rostro de perfil para verle e Aaron la volteó, haciéndola retroceder hasta los pies de la cama y de los hombros la hizo sentar. Él se arrodillo a sus pies.   —Sabes que estoy en mi tercer año de ingeniería ¿cierto? —Aurore le asintió— O sea que solo me faltan dos años —dijo sonriendo.   —Sí, lo sé —pesco el rostro del rubio entre sus manos—. Y estoy segura de que serás el mejor ingeniero que haya.   —Yo también Aurore… —quito las manos de la azabache de su rostro para ponerlas entre las de él— juro que cada día trato de esforzarme para ser el mejor. Para darle un buen porvenir a mi madre… y a ti.   La azabache sintió como su piel comenzó a erizarse. Le encantaba como Aaron era con ella, como la trataba, como la protegía y guardaba cada momento en que el joven se sinceraba directamente con palabras ya que pocas veces lo hacía.   —Sé que aun somos muy jóvenes… pero juro que cuando digo que quiero una vida contigo es verdad —apretó más las manos de ella—. Sé que solo tienes diecisiete años pero también sé que me amas y que estas tan enamorada de mi como yo lo estoy de ti—tanto las manos de él como las de ella estaban comenzando a sudar.   —Aaron, me estas poniendo nerviosa.   —Lo sé —sonrió—, y yo también lo estoy.   Soltó las manos de la nerviosa joven y se puso de pie para sacar una pequeña cajita de su bolsillo. Luego de eso se volvió a hincar a los pies de ella.   —Aurore Anderson —la muchacha lo miraba detenidamente— Tú… ¿quieres… casarte conmigo?   Con un poco de dificultad ante el nerviosismo que sentía, pudo lograr pronunciar esa propuesta que hace un tiempo deseaba hacerle. Quería una vida con ella y por eso se esforzaba estudiando todos los días en la universidad, añoraba casarse con ella y para siempre sostenerla y contenerla tanto sentimental como económicamente.   Al oír la propuesta de su novio sus ojos se cristalizaron inmediatamente. Aaron era un joven muy esforzado y ella eso lo sabía muy bien ya que lo conocía hace varios años. Su cuerpo se erizo por completo cuando el rubio abrió esa pequeña cajita mostrando un anillo. No era grande ni mucho menos tenía diamantes ni nada que lo hiciera sobresaltar. Era un anillo muy sencillo, de oro, muy delgado y con forma de trenza.   —      ¿Qué dices? —pregunto nervioso al no recibir respuesta de Aurore.   —      ¿Qué crees qué podría decir? —pesco el rostro del muchacho y beso sus labios.     —Entonces… ¿eso es un sí? —pregunto sonriendo.   —Claro que lo es —también sonrió.   —Sé que no es gran cosa… —dijo refiriéndose al anillo— pero prometo compensártelo, más adelante.   —Aaron, para mi cualquier cosa que tú me des con amor, es más que suficiente —dijo con sinceridad.   Aaron saco la pequeña argolla de la caja, delicadamente pesco el dedo anular de la azabache y le coloco el anillo.   —      ¿En el anular? —pregunto ella e Aaron sonrió.   —La verdad no sé exactamente en qué dedo va… —dijo mirando el dedo anular de la azabache con el anillo ya puesto— pero según he sabido o más bien he leído… las tradiciones dicen que la vena de este dedo —señalo el suyo ahora— se llama Amoris y bueno… dicen que la vena de este dedo va directo al corazón. Es por eso que quiero que lleves el anillo puesto ahí.   Aurore sonrió suspirando hondo. Las palabras que Aaron le regalaban eran para ella las más hermosas que jamás imagino.   —Te amo tanto.   —Yo aún más.   Pesco a Aaron del cuello de la camisa que traía y lo jalo hacia ella. Lo beso de manera apasionada y la sangre del rubio despertó de inmediato. Abrió las piernas para que el muchacho subiera mejor a la cama. Esté se puso entre las de la azabache y se apoyó en ella sin dejar de besarla. Paso uno de sus brazos por la delgada espalda de la joven y la jalo hacia arriba, dejándola recostada en la almohada.   —      ¿Quieres que te baile? —pregunto coquetamente la azabache.   —      ¿En serio harías eso? —pregunto casi incrédulo.     —Por supuesto que le bailaría a mi futuro esposo —dijo quitando a Aaron de encima que no dejaba de mirarla.   Se puso de pie y se encamino a los pies de la cama. El rubio acomodo las almohadas para ver mejor el show que su futura mujer le daría. Aurore comenzó desabrochando su chaqueta y tirándola al suelo, luego sensualmente comenzó a subir su ajustada polera dejando ver ese pequeño brasier de color rojo intenso que mostraba como sus enormes senos sobresalían de esté como si en cualquier momento la tela se fuese a romper. Aaron no perdía detalle de cada movimiento que ella le regalaba, pero cuando se quitó la polera quiso lanzarse y desgarrarle toda la ropa y hacerla suya en el mismo suelo pero sabía que debía esperar. La vio caminar lentamente hacia él y se sentó de inmediato.   —Quítamelas —ordeno poniendo una pierna en la cama. Se refería a los botines. Aaron obedeció.   Una vez descalza invito a que el rubio se sacara la parte superior de su ropa, quedando con su perfecto torso descubierto. Aurore se acercó a su cuello y lentamente paso su legua por esté. Aaron puso fuerte ambas manos en las caderas de la azabache pero ésta se las quito y sonriendo se alejó.   Volvió a caminar hacia los pies de la cama donde había estado anteriormente e Aaron también se volvió a recostar. Puso coquetamente sus manos sobre los costados del jeans y los empezó a bajar de manera sensual. Aaron a esa altura ya tiritaba de la excitación que sentía pero eso no era nada al encontrarse con la diminuta braga que Aurore portaba.   Se giró y tomo todo su cabello entre sus manos dejando ver su pequeña y bien formada espalda y enseñándole a Aaron todo su perfecto y redondo trasero. Dejándole en claro que todo era para él, solo para él. Volteó su rostro de perfil y de manera seductora miro de reojo a Aaron. Quien tragaba duro la poca saliva que pasaba por su garganta.   Camino lentamente hacia la cama, una vez sobre esta gateo como tal felina hacia el excitado muchacho. Y lentamente comenzó a desabrochar el botón junto al cierre del pantalón del joven, y se lo quitó, beso y acaricio todo el dorso del muchacho.   Aaron ya no podía seguir aguantando más de ese exquisito placer, así que en un rápido movimiento la pesco de la cintura y espalda, dejándola bajo su cuerpo.   —Basta de juegos —pidió casi suplicando. La azabache solo le sonrió.   Desabrocho de manera muy hábil el brasier de su joven amante, dejando ver así sus grandes y redondos senos. Y en un acto casi desesperado se adueñó de uno, haciendo que la muchacha se arqueara por completo mientras con su otra mano estimulaba el botón del otro seno, endureciéndolo por completo. Obteniendo como resultado que su m*****o se pusiera más erecto de lo que estaba.   La azabache sintió como sus pezones se volvían duros y su intimidad se humedecía. Aaron dejo el pecho de su novia para adueñarse ahora de sus labios bajo lentamente su mano acariciando el plano vientre de la joven hasta llegar a la entrada donde deseaba ya pertenecer. Con dos de sus dedos masajeo el botón rosa ya que conocía muy bien los puntos débiles de Aurore. La oyó gemir. Metió rápidamente dos de sus dedos en la cálida cavidad que tan loco volvía y sintió las uñas de la azabache enterrarse en su espalda así que rápidamente comenzó a penetrarla con sus dedos, sacándolos y hundiéndolos repetitivamente a mas no poder.   —Házmelo…—suplico la azabache apretando con una mano las sabanas.   Los deseos de Aurore eran órdenes para los oídos del rubio. Se sacó rápidamente el bóxer que aun llevaba puesto dejando ver el erecto y a esas alturas doloroso m*****o que tenía. Se acomodó fácilmente entre las piernas de la azabache pero antes de entrar en ella beso su frente.   —Te amo Aurore.   Dijo el rubio antes de adentrarse suavemente en ella. Ese rostro de placer que Aurore le regalaba lo hacían sentir gratificante, el placer que ambos se daban era lo mejor que los dos consideraban. Con esa forma tan carnal de entregarse que los dos tenían era más que suficiente como para no decirse un simple “te amo”   Enterró las uñas en la espalda de Aaron al sentirlo entrar, lo habían hecho muchas veces pero aun así sentía esa molestia en su interior ya que la estrechez en la muchacha era demasiada y para él era como volverse loco ya que esa cavidad apretaba deliciosamente su hinchado m*****o.   Cuando Aurore dejo de enterrarle las uñas en la espalda supo que ya estaba lista. Salió de su interior y volvió a entrar bruscamente haciendo que los pechos de la azabache se movieran a cada envestida. No desaprovecharía esa noche y la harían suya cuantas veces le dieran las ganas. Beso desesperadamente el cuello de la joven cuidando de no dejar ni una sola marca.   Aurore gemía armoniosamente a más no poder, le encantaba la forma en que Aaron la tomaba pues era tan rudo y delicado a la vez, que la hacía sentir la mujer más plena del mundo.   Bajo hacia los redondos pechos de la azabache y se adueñó de uno, pasando de manera delicada la lengua por ese duro botoncito que lo volvía loco.   Aurore pensó que mañana Aaron se iría y que no harían el amor durante una semana así que decidió ella regalonearlo. Puso ambas manos a la altura del joven haciendo que este detuviera el ritmo. Entendió lo que la azabache quería así que solo siguió el juego y se recostó. Aurore se subió sobre el con las piernas abiertas a los costados del rubio. Aaron al verla ya acomodada volvió a meter su m*****o sobre la estrechez de la joven. La azabache gimió cuando comenzó a enterrarse lentamente sobre esa gran masculinidad que era dueño su novio y comenzó a moverse sobre él.   Aaron al ver que Aurore daba pequeños brincos sobre él se excito de sobre manera al ver como los perfectos pechos de la azabache rebotaban al compás de sus movimientos, se sentó para probarlos nuevamente, mordiendo su pezón, cuidando siempre de no dañarla.   —      ¡Aaron… ya… sha! —grito Aurore al tener su primer orgasmo.   Aaron entendió rápidamente que Aurore ya había acabado ya que sentía como las paredes internas de su amante vibraban, succionando su aun endurecido m*****o. Ahora era su turno. Así que la tomo de las caderas para alzarla más y hacer así que la caída fuera más ruda y profunda, los gemidos de la azabache se volvieron más intensos y los jadeos más gruesos. Aaron ya estaba a punto de acabar cuando sintió nuevamente como las paredes internas de la azabache te contraían, succionando de nuevo su aun erecto m*****o.   —Aaron… —gimió Aurore aferrándose al cuello del rubio.   —Oh! Aurore —apretó las caderas de la muchacha. Dejando derramar toda su esencia en el interior de la joven.   Ambos agotados, con sus cuerpos sudados, con la respiración sobre exigida pero aun aferrados mirándose fijamente el uno al otro. No necesitaban palabras para decirse lo mucho que se amaban o decirse lo mucho que se extrañarían durante esa semana. Sus cuerpos tan complementados el uno al otro ya habían hablado por si solos. Aaron saco con mucho cuidado a Aurore sobre él y la recostó a su lado. A pesar de haber hecho recién el amor ambos se abrazaron como si se necesitaran más que nunca.   Esa noche la pasarían juntos, aferrados el uno al otro. Lo que ellos ni siquiera se imaginaron mientras dormían, es que sería su última noche con tanto amor, más no la última con tanta necesidad.   …    
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