Cole acercó una silla cómoda. La colocó frente a ella a unos dos metros de distancia y se sentó, lo que atrajo su atención. Esperó unos instantes para ver si permanecía en silencio, como le había indicado. Mónica miraba hacia sus pies, lo que él esperaba que fuera una señal de sumisión. Llevaba una chaqueta corta estilo bomber sobre su blusa blanca, así que lo siguiente que dijo fue: —Gracias por venir, pequeña. Quítate la chaqueta y colócala sobre la silla que está detrás de ti —. Mónica obedeció y regresó a su posición en el centro de la habitación. Cole quedó fascinado por su sumisión instintiva. Quizás tenía más experiencia en este juego de la que había admitido. —Pon tus manos detrás de tu cabeza —. La mirada de Cole se dirigió inexorablemente a los pechos de Mónica y los estudió a

