AITANA
—Entonces, ¿simplemente no haces lo de tener novia?
—No.
Me sorprendió su respuesta tan directa. Y, quizá, muy en el fondo, me decepcionó un poquito, lo cual era más que estúpido.
—Escucharás muchas cosas —dijo—. Pero aquí está la verdad. Elise es familia para mí. Pero no era más la indicada que cualquiera de las otras mujeres con las que he salido estos últimos diez años. Seguimos juntos un tiempo, probablemente más del que debimos, por la banda. Estábamos en medio de la gira cuando nos dimos cuenta de que las cosas no estaban bien.
—¿Cuánto tiempo estuvieron juntos?
—Un año, más o menos. Pero los últimos meses fueron una ruptura prolongada.
—De acuerdo —dije—. Gracias por ponerme al tanto.
—¿Eso es todo? —preguntó—. ¿Hasta ahí llegó la investigación en internet? Claramente sabía que no.
—No exactamente —dije, y lo miré a los ojos—. Te excitas en el escenario.
Él sonrió y rodó los ojos. —Me encantaría decir que es mentira.
—¿Te da vergüenza?
—Si dijera que sí, ¿me creerías?
—Aún no lo sé. —Después de cómo había fingido hacerme el amor frente a un equipo de grabación, y con una erección visible, me costaba imaginar que algo lo avergonzara.
—¿Algo más?
—Eh… sí. También parecía evidente que tienes fama de ser… —traté de decirlo con la mayor diplomacia posible, sin inflar demasiado su ego— …un amante talentoso.
Para mi sorpresa, no se rió ni se jactó. No dijo una sola palabra al respecto.
—¿Y tú? —preguntó—. ¿Qué dirían tus ex amantes sobre ti?
—No lo sé. Tal vez podrías preguntarle a él alguna vez.
—¿En serio?
—Desafortunadamente, sí.
—¿Cómo es eso?
—¿Cómo es qué?
—¿Cómo es que solo has tenido un amante?
—¿Soy una aprendiz lenta?
Sonrió ante mi broma floja. —Parecías saber lo que hacías cuando me besaste en la grabación del video.
—Quieres decir, cuando tú me besaste. —Traté de no sonreír demasiado ante ese comentario—. Y gracias por decir eso. Me sentía un poco fuera de práctica. —Lo miré de reojo—. Como, eh… dos años fuera de práctica.
Elijah me miró, con la boca entreabierta, como si fuera a decir algo. Luego la cerró. Luego la abrió otra vez.
—Bueno, mierda —dijo.
Sí. Bastante segura de que acababa de dejarlo boquiabierto. Aunque tal vez no en el buen sentido.
—Entonces… —Carraspeó—. ¿Qué más debería saber sobre Aitana Bloom?
—Eh… no lo sé. Nunca he tenido un acosador. Nunca he estado en un escenario, así que no sé si eso me pondría caliente.
—¿Comida favorita?
—Pizza.
—A todos les gusta la pizza. ¿Qué tipo?
—Doble queso. Triple, si puedo.
—¿Eso es todo? ¿Sin ingredientes extra?
—El queso es un ingrediente.
—¿Alguna alergia rara?
—Ninguna.
—¿Manías extrañas?
—¿Como la excitación en el escenario? —le lancé una mirada de reojo—. Hmm… nunca uso calcetines que hagan juego.
—¿Nunca?
—Nunca. Los desordeno en cuanto los compro.
—Rara.
—Tengo una chaqueta de cuero de la suerte. —Señalé la que llevaba puesta.
—¿Y es de la suerte porque…?
—Porque siempre pasan cosas buenas cuando la uso. La llevo con moderación.
Me miró como si estuviera completamente loca. —¿Por qué no la usas todo el tiempo?
Le devolví la mirada del mismo modo. —Porque, ¿y si se le acaba la suerte?
Se rió ante mi lógica. —Está bien… ¿Posición s****l favorita?
Tuve que pensarlo. —¿Misionero?
—¿En serio? —Su tono era totalmente incrédulo. Ahora estábamos atrapados en el tráfico rumbo a Gastown, así que no había escapatoria.
—Sí.
—¿En serio?
—Sí.
—¿Qué es lo que te gusta de eso?
—Bueno… me gusta tener a un hombre encima de mí. Ya sabes, poder sentirlo… su peso y su fuerza…—decidí cerrar la boca ahí, porque los ojos de Elijah me estaban atravesando con fuego. Me moví en el asiento; empezaba a sudar bajo el cuero y el encaje.—¿Y tú?
—Comida favorita: filete T-bone, término casi crudo —dijo—. Soy alérgico a los gatos. A veces hablo dormido.
—¿En serio? ¿Y qué dices?
—No tengo idea. Eres mi novia, tú dime.
—Creo que te oí murmurar algo sobre tatuarte mi nombre en el trasero.
—Suena a algo que diría.
Reí.—¿Posición s****l favorita?
—Mi cara. Entre tus piernas.
La risa se me ahogó cuando el calor subió a mis mejillas. Cierto. Fijación oral.—Eh…—tragué saliva.—¿Eso no cuenta más como una posición de juego previo?
Él no respondió, solo masticó su chicle y sonrió. El rugido del Ferrari resonaba contra los edificios cercanos mientras avanzábamos por las calles estrechas.
—Entonces, ¿qué les digo a las personas?—pregunté, buscando alejar la conversación del sexo.—O sea, van a preguntar. Ya sabes, yo… contigo.—Quizá toda arreglada, con maquillaje, lencería y una iluminación elegante en un video musical con brillo, podría estar a su nivel en cierta forma, pero la verdad era que Elijah Colton estaba muy, muy fuera de mi liga. Él debía saberlo.
Todos los demás lo sabrían también.
—Solo diles que te cojo todas las noches y que nunca has sido más feliz —dijo sin darle importancia.—¿Qué más necesitan saber?
—¿Pero no deberíamos tener algunos detalles claros? ¿Corroborar nuestras historias? Como, ¿qué es lo que más te gusta de mí? Suponiendo que lo que más me gusta de ti es que me coges todas las noches.
Sonrió.—Me gusta cogerte todas las noches.
Me sonrojé; hacía un calor infernal dentro de mi chaqueta de cuero, pero tenía miedo de quitármela y que me desnudara con la mirada otra vez si veía el escote pronunciado de mi vestido.
—Dime qué más debería gustarte de mí —dijo.
—No sé. Me gustan los animales. Ya conociste a mi perro, Max. Soy bastante ordenada y organizada. Y soy buena repostera.
—Acabas de describir a mi abuela.
Volví a sonrojarme, esta vez por vergüenza más que por el deseo creciente. No estaba segura de por qué no mencioné la pintura. Tal vez no quería sonar como una aspirante patética. Demasiadas veces había visto el brillo de interés en los ojos de alguien solo para verlo apagarse cuando descubrían que nunca había hecho nada real con mis aspiraciones artísticas.—Eh… ¿y que cojo como una bestia?
—Así me gusta.
—¿Y qué más me gusta de ti, además del sexo frecuente?
—Te gusta mi enorme ego —dijo con facilidad.—Te parece encantador. Te gusta mi gran pene. Y soy un polvo fenomenal.
Santo cielo.—¿Eso es todo?
—¿Qué más necesitas?
—¿Cómo fue que terminamos juntos?
—Te mandé una foto de mi pene después del rodaje del video y el resto es historia.
—¿En serio?
—¿Por qué no? No todos pueden enamorarse con un simple empujón. Algunas chicas necesitan un poco de pene.
—Pensé que era un gran pene. ¿Ves? Tenemos que tener nuestra historia clara.
Se rió. Me gustaba hacerlo reír. Lo cual no era buena señal.
—¿Y qué hay de Los Ángeles?—pregunté.—Pensé que estabas fuera de la ciudad desde el rodaje.
—No hay problema. Tenemos sexting, sexo telefónico, y siempre está Skype. Además, he estado de regreso en la ciudad por seis días.
Nos detuvimos en otro semáforo, al borde de Coal Harbour, y le lancé una mirada escéptica.
—Créeme —dijo.—Podríamos causar mucho daño en seis días.
Bueno, entonces.—De acuerdo… ¿así que, desde este momento, llevamos seis días seguidos acostándonos?
—Cada momento libre.
Cuando el semáforo cambió a verde y su mirada se apartó de mí, traté de contener mi sonrisa. Esta relación falsa empezaba a sonar como algo demasiado divertido.
—¿Y hay algo más en esta relación aparte del sexo?
—Por supuesto. Acabo de escribir una nueva canción sobre ti que cantaré en la gira. Se llama New Girl —Chica nueva.
Asumí que estaba bromeando y me reí, pero él no lo hizo. Se veía terriblemente serio mientras girábamos hacia la entrada de un hotel increíblemente lujoso junto al agua.
—A nadie le importa realmente con quién me acuesto, Aitana —dijo. Al estacionar frente al servicio de valet, sus ojos oscuros se clavaron en los míos.—No por más de cinco minutos. Elijah Colton enamorado, esa es la historia.