AITANA
A las ocho en punto de la noche siguiente, encontré un Ferrari n***o mal estacionado frente a mi edificio.
Elijah Colton estaba recargado contra un árbol, usando unos jeans pecaminosamente ajustados, una camiseta de cuello amplio, un blazer y gafas de sol. Seguramente me observaba mientras yo intentaba subir los escalones con mis tacones sin tropezarme ni babear. Su boca se curvó en una sonrisa sexy cuando me acerqué. Mi corazón dio un pequeño vuelco cuando dijo:
—Hola.
—Eh… hola. ¿Dónde está tu chofer? —¿Íbamos a ir solos a esto?
—A veces me gusta conducir yo mismo, cariño —se subió las gafas a la cabeza y me fulminó con esos ojos oscuros, su expresión indescifrable mientras me miraba de arriba abajo. Abrió la puerta del auto para mí—. ¿Por qué? ¿Te gusta Jeff?
—Eh… ¿el tipo grandote con el tatuaje del árbol? No —y sintiendo la necesidad de explicar, añadí—: No es mi tipo.
—¿Qué, oscuro y peligroso?
Por supuesto, oscuro y peligroso también podía describir a Elijah, aunque era un tipo distinto de peligro; el que te lleva a la cama y te rompe el corazón en el proceso. En cambio, su guardaespaldas parecía sacado de una escena de Hijos de la anarquía.
—Bonito vestido —añadió antes de que pudiera responder—. Cuero y encaje —murmuró, y luego se hizo a un lado para sostener la puerta.
—Gracias —dije, girándome para acomodar mi trasero en el auto y sentarme en el asiento bajo lo más grácilmente posible. Traté de no darle una buena vista de mi ropa interior mientras su mirada ardiente jugueteaba con el dobladillo de mi corto vestido de encaje rojo y descendía por mis piernas desnudas. Luego cerró la puerta y exhalé.
Hora de mi pequeño discurso motivacional. El que había preparado en mi cabeza desde que acepté esta cita falsa, esta extraña prueba para determinar si habría más citas falsas. Seis semanas de ellas.
Me recordé que no tenía que estar aquí. Si Elijah Colton resultaba ser un completo imbécil, no necesitaba doscientos mil dólares con tanta urgencia. Mi integridad no estaba en venta, a ningún precio. Esto era solo una noche. Luego podría marcharme. Y algún día contarle a mis nietos que una vez salí con un rockero. Ellos no tenían por qué saber que fue una cita fingida.
El sol le daba de frente cuando subió al auto, pero no volvió a ponerse las gafas, probablemente para poder devorarme con la mirada cada vez que quisiera, como estaba haciendo ahora.
—Te ves ardiente de rojo.
—No tienes que decir eso.
El Ferrari rugió al encenderse y salimos a la calle.
—¿Un chico no puede coquetear con su novia? —preguntó con falsa inocencia.
—No soy tu novia.
—Lo eres esta noche, cariño. Es por lo que te estoy pagando, ¿no?
—¿Pagándome?
—Ese es el trato. Doscientos mil por las próximas seis semanas.
—Sí, si voy de gira —uf. Escucharlo decirlo en voz alta se sentía de lo más raro. Todavía me parecía un precio absurdo por mis “servicios”, pero si él estaba dispuesto a pagarlo, como dijo Cami, sería una locura rechazarlo. Aun así…—Digamos que esta noche corre por mi cuenta. Considéralo una prueba gratis antes de comprar.
La idea de que me pagara por esta cita me hacía sentir como una escort, y no podía soportarlo.
—Pensé que ya había tenido una de esas —me lanzó una mirada ardiente que me recordó cada momento del falso beso apasionado que compartimos en el rodaje del video.
—Sí, pero esta vez estaré vertical.
Él soltó una risa increíble, una risa sexy que me encendió cada rincón del cuerpo. Definitivamente no se había reído así en el rodaje. Esta noche parecía de mejor humor.
—Si así lo quieres.
—Así lo quiero —dije con seriedad.
—Pero yo pago las bebidas, el hotel y cualquier otra cosa que surja.
—¿Hotel?
—Tenemos habitaciones cerca del lugar del evento. Estaremos fuera hasta tarde.
Lo miré de reojo mientras conducía.
Claro. Hasta tarde.
¿De verdad creía que yo era tan fácil? ¿Las demás chicas lo eran? ¿En serio? ¿Solo chasqueaba los dedos y las bragas caían?
Ni loca.
Tomamos una curva brusca hacia la calle principal y me aferré al asiento. Ese Ferrari tenía potencia; nunca había estado en un auto tan poderoso. Me aceleró el corazón la forma en que pasaba de cero a latigazo con solo un toque del pie de Elijah. Pero se veía tan jodidamente sexy conduciéndolo, tan relajado, con las manos sueltas sobre el volante.
Usaba más joyas que cualquier hombre que yo conociera; anillos, pulseras, collares en capas. Era sexy y un poco rebelde, como todo en él. Su blazer era de terciopelo mate, tan oscuro que casi parecía n***o, muy parecido al color de sus ojos. Y los jeans, ajustados a sus muslos, estaban tan desgastados que dejaban ver su piel a través de los desgarrones. Alcé la vista… y me topé con su mirada.
Genial. Me había atrapado mirando su “carne de muslo”. Sentí cómo me subía el rubor cuando su mandíbula se tensó; estaba mascando chicle otra vez.
—Así que, eh… te gusta la canela —gran manera de iniciar conversación—. Digo, me di cuenta… —podía oler el chicle. Combinaba perfectamente con el aroma a Ferrari nuevo y a rockero sexy, pero no iba a decírselo.
—¿Mi fijación oral?
—¿Así le llamas?
—Me gusta tener algo en la boca todo el tiempo —una sonrisa se extendió por su rostro perfecto mientras masticaba el chicle exageradamente—. Dejé de fumar el año pasado. Masticar chicle ayuda, pero no me gusta la menta.
Y ahora no podía dejar de mirar su boca.
—Entonces, ¿quiénes van a estar en esto? —cambié de tema, intentando sonar relajada mientras apretaba el asiento de cuero con los dedos. Por suerte, el tráfico estaba pesado, así que no podíamos ir muy rápido.
—Solo la banda —dijo al detenerse frente a un semáforo—. Algunos medios. Y un montón de gente que Ryder invitó, de los que no tienes que preocuparte. Estaremos en la sala VIP.
—¿La nueva banda? —Esperaba y rezaba que se refiriera a su nuevo proyecto solista. La idea de pasar la noche con los miembros de su nueva banda me parecía mucho menos intimidante que estar con los chicos de Dirty. Según la información de Cami, solo Elijah seguía viviendo en Vancouver, donde Dirty comenzó; los demás estaban en Los Ángeles. No tenía idea de qué esperar esta noche.
—Con ambos, en realidad —dijo.
Mierda.
¿Estaría Elise ahí?
—¿Ellos saben sobre esto? —pregunté—. ¿Sobre… nosotros?
—Solo lo que les digamos.
—¿No les dijiste?
—¿Que te estoy pagando para fingir ser mi novia? No, no tanto.
—Entonces… ¿ellos creen que estamos realmente juntos?
—Lo creerán cuando llegue contigo.
Santo cielo. Esto se estaba poniendo real.
Elijah tenía la mirada fija en algo más adelante, y seguí su línea de visión. Era una parada de autobús. En una de las paredes había un anuncio con una modelo morena espectacular usando jeans, gafas de sol, lápiz labial… y poca ropa más.
—Entonces —pregunté cuando el tráfico volvió a avanzar—, ¿por qué yo? O sea, podrías tener a cualquiera. Podrías tener a ella —señalé a la modelo mientras pasábamos.
—Es mi hermana —dijo, con un tono un poco seco.
—¿Tu hermana? —me giré para verla mejor. Por supuesto, Elijah Colton tenía que tener una hermana modelo. Pero ya era tarde; el Ferrari había dejado atrás la parada—. ¿Estará esta noche?
—Está en Los Ángeles.
—¿Cómo se llama?
Sus labios se curvaron apenas.
—Jessica.
—¿Perdón? —no pude evitar reír—. ¿Elijah y Jessica?
Otra leve sonrisa.
—Ajá. Supongo que mi mamá se sintió mal porque mi papá nos dejó cuando estaba embarazada, así que me dejó nombrar al bebé. Yo quería llamarla Elijah, pero mamá dijo que debía escoger otro nombre, ya que ese ya era el mío. Elegí Jessica. Tenía cuatro años —me lanzó una mirada—. Supongo que deberías saber todo eso, ya que somos pareja.
Intenté fingir que no me gustaba cómo sonaba eso, pero no pude negar el calorcito que esa historia encendió en mi pecho… y los varios grados más que me subió la temperatura al escucharlo.
Dios, qué tonta era. Tenía que recordarme, y seguir recordándome, que todo esto era falso. Todo.
No importaba lo que pasara entre nosotros… o lo que pareciera pasar.
Todo lo que él me dijera era parte del papel, del engaño que él mismo había creado, solo para proteger su imagen pública, para vender discos y entradas.
Y no me gustaba la idea de fingir ser algo que no era, pero por doscientos mil dólares y la posibilidad de encaminar mi vida, le había prometido a Cami —y a mí misma— que lo intentaría.
—Cierto —dije—. Bueno, ya que somos pareja. Mi hermana se llama Becca, diminutivo de Rebecca. Es diez años mayor que yo.
—Es una gran diferencia.
—Sí, fui el “bebé sorpresa” que mis papás tuvieron a finales de sus treinta.
—¿Tienes más familia?
—Becca está casada con Jack. Felices. Han estado juntos desde que eran adolescentes. Conociste a sus hijos, Sadie y Owen. Becca y Jack son los dueños de Nudge Coffee, ya sabes, donde trabajo.
—Bien. ¿Y por qué lo llaman Nudge?
—Al parecer, Jack se acercó a Becca entre la multitud en un concierto y le dio un empujoncito. Y, bueno, el resto es historia.
—¿Y qué más haces además de trabajar en Nudge y hornear pastelitos?
Lamentablemente, eso era prácticamente todo últimamente. —Paso mucho tiempo con Cami. Hemos sido mejores amigas desde sexto grado. Deberías saberlo también. Es mi contacto de emergencia, mi llamada si termino en la cárcel. Ya sabes, todo eso.
Elijah arqueó una ceja en mi dirección. —¿Planeas ir a la cárcel esta noche, pastelito de cereza?
—Nunca se sabe, cuando una sale con una estrella de rock.
Y ahí estaba de nuevo, esa risa sexy y ronca.
—¿Tienes un mejor amigo? —pregunté.
—Sí. Jeff.
¿El tipo grande con pinta de motociclista y el tatuaje del árbol? Yo había asumido que era su empleado. —Oh. Habría apostado a que era alguien de la banda.
—Ryder y Zander también son cercanos, pero Jeff es lo más parecido a un hermano que he tenido. Los cuatro crecimos juntos. Son mis muchachos.
—No lo sabía —dije, y en cuanto las palabras salieron de mi boca, me arrepentí. Invitaban a la pregunta de qué tanto sabía, y lo único que sabía sobre Elijah Colton era gracias a que lo había buscado en internet.
Él no lo dejó pasar. —A ver, dime qué sabes, y yo te digo si es verdad o no.
Suspiré. —De acuerdo, confesión completa: no sabía nada de ti hasta que me eligieron para el video. Cuando nos conocimos en la oficina de Cami, realmente no tenía idea de quién eras.
—¿De verdad?
—De verdad. Pero cuando me contrataron, te busqué. Esperaba que resultaras ser un perdedor con un historial de rehabilitaciones intermitentes, demandas de paternidad y fotos policiales aterradoras.
Parecía confundido, aunque divertido. —¿Por qué?
—Así tendría una excusa para mantenerme alejada.
Él lo pensó por un momento. —¿Y cómo te fue con eso?
—No muy bien. Para ser una estrella de rock, tu reputación carece sorprendentemente de escándalos y controversias. Creo que lo más alarmante que encontré fue el incidente con las acosadoras. ¿Un grupo de chicas se metió a tu casa?
—Dos chicas, en realidad.
—¿Y qué hiciste?
—Llamé a seguridad, les di un beso a cada una y las mandé por su camino.
—¿De verdad? —Por una vez, agradecí que el tráfico hacia el viaducto al centro estuviera detenido. Conocer a mi cita falsa resultaba cada vez más interesante.
—Conseguí una orden de restricción contra ellas, por recomendación de Ryder y nuestros abogados —dijo—. Parecían inofensivas, solo un poco locas. Tengo muchas fans demasiado entusiastas.
—Entonces, ¿cuál es la diferencia entre una fan entusiasta y una acosadora, si meterse en tu casa no califica?
—Sí califica. Pero una vez tuve un acosador serio, en nuestros primeros días. Un tipo que se vestía como yo y logró colarse entre bastidores en varios conciertos, robó una de mis guitarras y se metió al autobús de la gira. Las chicas que entraron a mi casa nadaron en mi piscina. Este tipo durmió en mi litera, usó mi ropa sucia y se masturbó en mi estuche de guitarra. Yo diría que eso es un nivel distinto de locura.
—Wow. ¿Orden de restricción?
—Puedes apostarlo.
—Pobre tipo. Tal vez solo quería un beso.
Elijah sonrió. —¿Qué más te ha dicho internet sobre mí?
Ugh. Odiaba tener que admitir que lo había investigado. —No mucho, aparte de lo obvio. Ya sabes: dios del rock, leyenda de la guitarra en proceso, bla bla bla. Oh, y que has salido con muchas mujeres famosas. Modelos. Actrices.
—Eso es cierto.
Esperaba que negara esa parte. No es que debiera importarme —siendo su novia falsa—, pero no me encantaba la idea de que me compararan con su “tipo” habitual.
—Pero no muchas novias de verdad —dije, indagando un poco.
—También cierto.
—Una, en realidad. —Porque según Wikipedia, Elise era la única que tenía ese título.
—Dos —dijo—. Tuve una novia en la secundaria. Luego hicimos nuestra primera gira y la fama hizo lo suyo. Las relaciones se complicaron.
No estaba segura de a qué se refería con “complicadas”, aunque obviamente la distancia debía ser difícil. Y podía imaginar que salir con un tipo que de pronto saltaba a la fama debía ser abrumador, sobre todo si lo acosaban fans enloquecidas cada noche. Pero no estaba segura de querer los detalles; ya estaba bastante nerviosa con la idea de entrar a esa fiesta del brazo de Elijah Colton y convertirme en el blanco de celos y juicios. Ya había tenido una probadita de eso desde que salió el video, y no era fácil de digerir.