Capítulo 15

1186 Words
AITANA Se apartó el cabello rubio de los ojos y me dedicó una sonrisa engreída. —Solo quiero recordarte lo bien que estamos juntos, cariño. —Estábamos —lo corregí—, y nunca fuimos tan buenos. —¿No? Supongo que lo recuerdo diferente. —Supongo que sí. Yo recuerdo haber sido humillada frente a todos los que amo. Intenté mirarlo a la cara, pero no pude sostenerle la mirada. Me concentré en su boca, en esa sonrisa arrogante. Tal vez él se divirtió con aquello, pero para mí no fue nada gracioso. La rabia empezó a hervirme por dentro, pero la contuve. No iba a perder el control frente a él. —Ya te pedí disculpas por eso como cien veces. —Claro. A mi buzón de voz. —Porque no me devolvías las llamadas. —¿Qué quieres que te diga, Josh? —Por fin me enderecé y lo miré directo a esos ojos azules pálidos. El hombre frente a mí era el mismo Josh que recordaba. Dos años mayor, pero, por lo que sabía, dos años más imbécil—. Llámame anticuada, pero creo que cuando abandonas a tu novia en el altar, pedir disculpas es algo que se hace cara a cara. —Oye, estoy aquí ahora —inclinó la cabeza, con un tono más suave, como si eso significara algo. Me apartó un mechón del hombro con los dedos, y el gesto me provocó un escalofrío. Se acercó, quedando prácticamente a centímetros de mi nariz—. Y como intenté decirte, me arrepiento de lo que hice. —¿Ah, sí? —Sí, nena. —Ajá. ¿Y eso fue antes o después de que te acostaras con una de mis mejores amigas? Era verdad. No solo había perdido a mi prometido en aquel desastre, también perdí una amiga. Varias, en realidad. Resultó que algunas personas no eran las amigas que yo creía. Cuando se trazó la línea entre Josh o yo, una buena cantidad eligió al chico bonito y rico. Qué sorpresa. —De hecho debería darte las gracias, por ayudarme a ver quiénes eran mis verdaderos amigos y quiénes realmente me querían. Noticia de última hora, Josh: tú no eras uno de ellos. Intenté pasar junto a él, pero me bloqueó la puerta. —Ay, nena. ¿Por qué tienes que ser así? Podríamos volver a estar tan bien juntos. —No lo creo. —Solo tienes que darme una oportunidad para compensarte. Vaya. Algunas cosas realmente no cambiaban. Seguía siendo el mismo niño mimado que creía tener derecho a todo lo que quisiera. —No, en realidad no tengo que hacerlo. Lo empujé para apartarlo y me lancé hacia la puerta, quité el seguro y salí furiosa al pasillo, poniendo tanta distancia como pude entre nosotros antes de hacer algo de lo que me arrepintiera, como abofetearle esa sonrisa de idiota consentido. —Tana, espera —me siguió al pasillo, me tomó del brazo y me obligó a girar para enfrentarlo—. Si tan solo me das una oportunidad para mostrarte… Y con eso, me besó. Me quedé paralizada, sorprendida. Metió la lengua en mi boca abierta. No me di cuenta de que sus manos habían bajado hasta mi cintura hasta que sentí sus dedos clavarse con fuerza y su cuerpo aplastarse contra el mío. Sentí su cinturón, aún desabrochado, y su erección presionando contra mi abdomen a través del vestido rojo de encaje. Y eso me hizo enojar muchísimo. Porque Joshua Breckenridge, Jr. había perdido todo derecho a besarme, o a presionarse contra mí, el día que me dejó plantada. Me zafé de su agarre y giré bruscamente, limpiándome la boca con el dorso de la mano. Josh volvió a ponerse en mi camino, rápido. Tuve que detenerme para no chocar con él. —Vamos, Aitana —dijo, jadeando—, piénsalo. Tenemos tanta historia. —Sí, Josh —respondí también sin aliento, mientras una oleada de emociones amenazaba con desbordarme—. Y eso es exactamente lo que es. Historia. Pasé junto a él con el corazón desbocado, apartando su mano cuando intentó agarrarme otra vez… y entonces vi a Elijah Colton parado en el pasillo, mirándonos. Su cabello estaba húmedo y pegado al cuello. Aún llevaba los pantalones de cuero, pero se había cambiado a una camiseta gris desgastada que mostraba las líneas largas y musculosas de sus brazos bronceados, las venas marcadas en sus antebrazos. Tragué saliva, sin saber qué decir. Miré de él a Josh, que se había acercado detrás de mí. Elijah me observó un momento, luego miró a Josh, que no se molestó en disimular que se estaba abrochando el cinturón. Perfecto. Elijah flexionó la mano derecha y luego la cerró en un puño. Su mirada se clavó en mí. —¿Estás bien? —Ella está perfecta —respondió Josh por mí—. ¿Verdad, nena? Sentí un escalofrío. En todos los años que lo conocí, Josh jamás tuvo un apodo dulce o sexy para mí. Y ahora todo era “nena esto” y “cariño aquello”. Cuando estábamos juntos me llamaba Aitana, diminutivo de Tana. Lo cual siempre detesté. Nadie me llamaba Tana. Ni siquiera mis padres; ellos me llamaban Aitana. Me estremecí aún más cuando Josh avanzó hacia Elijah, extendiendo la misma mano con la que hacía un minuto se había sacudido el pis, ofreciéndole un apretón de manos. —Joshua —dijo. Creo que me enamoré un poco de Elijah Colton por un instante, al verlo ahí, completamente impasible, mirando esa mano sin intención alguna de estrecharla. —Tana y yo solo estábamos recordando los viejos tiempos —dijo Josh, sin inmutarse, mientras se metía la mano en el bolsillo—. Y hablando de algunos planes para el futuro cercano. Escuché una puerta abrirse y miré hacia atrás. Ryder salió del baño de hombres. Nos vio, vio a Elijah, y se detuvo. Eso significaba que ahora Josh estaba flanqueado por dos hombres que fácilmente podrían darle una paliza si quisieran. En ese momento, no me habría importado que lo hicieran. —Espero que no sea un futuro tan cercano —dijo Elijah, mirándome otra vez—. Ya que Aitana se va de gira conmigo desde mañana. Josh giró lentamente hacia mí. Intentó parecer relajado, pero vi la tensión en su cuello, la forma en que apretaba la mandíbula. —¿De gira? ¿Para qué carajos? —Oh, ya sabes… —Caminé hacia Elijah. Él extendió la mano y dejé que la tomara, entrelazando sus dedos con los míos—. Para acompañar a mi hombre en la carretera. Levanté la mirada hacia los ojos oscuros de Elijah, y él me dedicó una pequeña sonrisa, una expresión de aprobación profunda en su rostro. —Encantada de verte de nuevo, Josh —dije con amabilidad. Luego me giré, con el corazón latiéndome a mil por hora. Detestaba las confrontaciones. Aunque, si se trataba de encuentros incómodos con un ex, este definitivamente se llevaba el récord a mejor final… mientras me alejaba tomada de la mano de una estrella de rock.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD