Cínica

1032 Words
Antonella. Quería sacarle los ojos, si, es lo que voy hacer si no deja de sonreírle y tocarle la mano a Emilio, no creí volver a la muy resbalosa de Mila, alguna vez me recrimine de que solo tal vez había juzgado mal a Emilio, pero veo que no fue así, el muy cretino si estaba con Mila aún estando conmigo. —¡Entonces señores, les parece si la otra semana echamos andar nuestros nuevos proyectos —dijo Emilio con una enorme sonrisa dibujada, salí de mis pensamientos, y pude ver cómo Alberto tensaba su mandíbula. Lógicamente se que Alberto no le agrada nada la idea que tener a Emilio en las empresas, eso lo sé, lo he escuchado Miles de veces discutir en la biblioteca, de como hacer para dejar a Emilio a un lado, solo que ver a Emilio está noche sentado al frente de nosotros y los empresarios me dejan ver que Alberto no la tiene nada fácil. —¡Emilio!, tú no estás a cargo de nada, así que deja estos asuntos a mi cargo —dijo Alberto. —Papa que dices, muy bien sabes que muy pronto voy hacer el nuevo presidente de las industrias Lennox —bufo Emilio. La mirada de Alberto era diferente, si, definitivamente quiere callarlo. —Es verdad lo que dices bomboncito, y muy pronto vas hacer el nuevo presidente, ! wuau! Está si es una buena noticia —hablo con su voz chillona Mila. Mis ojos ardieron aún más al ver cómo Emilio le sonreía y besaba sus manos, no sé cuánto pueda aguantar, definitivamente mis neuronas no están funcionando muy bien. —Disculpen señores, bomboncito ya vengo voy al tocador —dijo Mila, claro está sin perder un poco de espacio, la muy resbalosa no pierde tiempo y le dió un beso a Emilio, el cual el muy cínico le correspondió, vaya si, ahora son la parejita feliz, o mejor dicho nunca lo han dejado de ser. Hice lo mismo, me puse de pie, pedí disculpas y fui hacia el tocador, contorneado mis caderas de lado a lado, claro está antes de ir al tocador deje un beso en los labios de Alberto. Me encantó ver la mirada penetrante de Emilio sobre mis hombros, se puede decir que fue un poco de su propia medicina. Camine hacia el tocador, al entrar no pude evitar pensar cómo sería arrancarle los ojos a la muy maldita de Mila, después de todo ella se lo merece. —¡Antonella! No te sentí llegar —dijo Mila con una enorme sonrisa dibujada en su rostro, por encima se le nota su sarcasmo, la odio. —Vaya Mila que rápido corres, Emilio lleva poco en el país y tú ya estás encima de él respirando le como un animal en celo —vociferé mientras me miraba en el espejo. Si se que debía contenerme, pero verla con esa ínfulas de grandeza me lo impiden. —Si fuera por qué se que estás casada con el guapote de Alberto diría que está celosa, a propósito, ¿Alberto sabe que tú y Emilio fueron novios? —dijo, se puede decir que lo está disfrutando, pero juro que lo voy a quitar esa sonrisa de la cara. —Eso a ti no te incumbe, con la boca cerrada te ves más bonita, ¡pero que tonta soy! Tu ni con la boca callada eres bonita —dije dejando salir una sonrisa ladeada. —¡Eres una maldita Zorra!, definitivamente nunca vas a cambiar. Se muy bien que lo único que estás es ardida por qué yo me quedé con Emilio y tú sin absolutamente nada —dijo ella. Si, en el fondo está que me lleva el maldito payaso, ella se quedó con lo único bonito en mi vida. En fin qué más da, ahora tengo mucho más de lo que algún día tuve, y no puedo mentir que soy feliz. —Es mejor que controles tu vocabulario queridita, Emilio no le gustan las bocasucias. Mejor vuelvo a la mesa, no tengo por qué perder mi valioso tiempo, y menos contigo, una resbalosa que solo sabe meterse en la cama de los demás —dije caminando hacia la salida. —¡Que!, repíteme lo que acabas de decir —dijo Mila tomando de mi mano, haciendo que me girará. —¡Suéltame!, no ves que me ensucias —dije jalando mi brazo, mientras la cara de Mila estaba cambiando de colores, no puedo negar que disfruto hacerla rabiar, solo así puedo vengar un poco de lo que ella me hizo. —Eres una zorra, y te prometo que esa sonrisa de triunfo que tienes se te va a borrar cuando Alberto sepa la clase de arribista que eres —dijo. Bueno ya que no se quiere callar, solo me queda callarla a mi misma. Levanté mi mano y la estampe en sus mejillas de porcelana vieja. —A mi nunca más me vuelves a llamar arribista. ¡Mírame! Ya no soy la misma a la que solías humillar, ahora se lo que valgo, y lo mejor ahora tengo dinero para poner a zorras como tú en su lugar, y no creas que por qué tú papito es el diputado del senado me va hacer algo, es más si quiero a ti papito debajo de mis sábanas lo puedo tener. Dije y salí de ahí dejándola a punto de estallar, la conozco y sé que va hacerle un enorme show a Emilio. Volví a la mesa, y no pude evitar sonreír al ver que no solo Alberto se puso de pie, si no todos los empresarios, se nota que los dejé con la boca abierta. —¡Emilio será que nos podemos ir ya!. —Todos alzamos las miradas al ver a Mila llegar con cara de pocos amigos. Llevé un sorbo de vino a mi boca, y sonreí internamente, sólo faltaba un breve empujoncito y creo que se lo di. —¡Mila es mejor que vuelvas a tu silla, este no es momento para irnos —dijo Emilio con ganas de tomarla del cabello y lanzarla a la mesa, bueno no sé, pero es lo que yo haría.
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