Maldita mujer

1107 Words
La odio maldita sea, la odio como también siento celos de no ser yo quien la tenga en mis brazos. Verla besando a mi padre hace unos minutos hizo que todo se me revolvieron. Ver cómo él la tomaba completamente en sus manos, hicieron despertar un sentimiento hacia mi padre el cual está más vigente que nunca, y es el odio que se incrementa cada día más. Salí del baño como un maldito demonio, además de completamente mojado, mi ropa escurría y fue ahí donde quise gritarle sus cuatro verdades. —No entiendo cómo pude alguna vez poner mis ojos en una mujer como tú, sí evidentemente eres una basura —exclame, mientras la veía contornear su cuerpo desnudo ante mis ojos. —¡Lárgate! Ahora no tengo tiempo para tus reclamos vacíos —dijo con todo el cinismo del mundo. —¡Vacíos! —dije jalándola del brazo, y así poder ver su mirada, esa que alguna vez me demostró amor, el cual se que fue una enorme mentira, a ella solo le gusta el maldito dinero. —¡Suéltame! Vaya que se te está haciendo costumbre tomarse cuando tú quieras —exclamó, mientras dejaba salir una sonrisa. La odio tanto como la deseo, pero es una maldita mujer, una que merece que la pongan en su lugar, y muy pronto se que lo haré, la haré ver su suerte, a ella y por supuesto a mi padre, por qué ni loco voy a dejar que el siga dirigiendo lo que es de mi madre, eso no lo pienso permitir, y hoy le dañare su cenita. —Así que te parecen reclamos vacíos, vaya, vaya, qué fácil te resultó jugar conmigo, que fácil te resultó dejarme por ir detrás del pez grande, no sé por qué sigo en frente de ti, si lo único que me provocas es repulsión —exclame, mientras zarandee, por supuesto que lo único que quiero es herirla, aunque dudo mucho que le duela, se muy bien que su corazón es de hielo. —Si quieres pensar que jugué contigo, piensa lo que te dé la gana, ya te lo dije una vez, Alberto si es un verdadero hombre en cambio tú dejas mucho que desear. ¡Lárgate!, no pienso repetirlo nuevamente —vociferó. Ni loco me iba quedar ahí, esperando como dejaba salir todo su odio hacia mi, pero algo si le voy a dejar en claro a mi amada madrastra y es que voy a empezar a jugar su jueguito. Fui directo a mi habitación, debo hacer algo, algo que a mi padre le abra lo ojos y eche a esa maldita trepadora. Antes de salir a dañarles su cenita, llame a la resbalosa de Mila, se que ella estará más que dispuesta a seguir con mi jueguito. —!¡Hola bombón! No sabía que habías vuelto —dijo con su voz chillona al otro lado de la línea. —Mila, quiero que te pongas hermosa, quiero salir a cenar contigo esta noche, así que paso por ti en media hora —dije, mientras escuché un grito al otro lado de la línea. Listo ya está lista la primera parte del plan, ahora será ir antes que se haga tarde, solo que justo cuando cruzaba por el frente de la habitación de mi dichoso padre, ahí estaban ellos, demostrándose amor. Doble mis nudillos, no pude evitar sentir rabia, se que estaba apunto de tirar esa puerta y caerle a golpes a mi padre, como también se que no vale la pena, o mejor dicho ella no vale la pena. Preferí seguir mi camino e ir con Mila, ella estará más que dispuesta a complacerme, y quién quita que ella logré arrancarme a Antonella de mi mente y corazón. Puse el pie en el acelerador, y no me detuve hasta estar en frente de casa de Mila, está un poco cambiada, no es como lo recordaba. Acomodé mi chaqueta y salí del auto, a decir verdad creo que me volví loco al llamarle, pero se muy bien que Antonella le revienta en el hígado ver a Mila, así que por lo que veo es un punto a mi favor. —¡Hola cariño! Pensé que nunca ibas a llegar —dijo Mila colgándose a mi cuello, vaya se me había olvidado lo pegajosa que es. —Vamos se nos hace tarde para la cena, y no quiero hacerlos esperar —dije, ella solo arqueó las cejas. —?Acabo de ir a cenar solo los dos? —preguntó, mientras caminábamos hacia el auto. —No, iremos a cenar con mi padre y su nueva esposa. —No pude evitar molestarme de solo recordar quién es la mujer de mi madre. La puse al tanto de algunas cosas antes de llegar al restaurante, por supuesto que ella sabe muy bien lo que hubo entre Antonella y yo, por eso le pedí que cayera, no es hora que mi padre se entere de la clase de mujer que es. Cómo bien decía mi abuelo, tiempo al tiempo, y se que el me dará la razón, por ahora que empiece el show. Tome del brazo a Mila, o más bien, ella se colgó de mi, como si de un adorno se tratara. Al entrar pedí que nos llevará justo a la mesa Alberto Lennox. Caminamos detrás del mesero, quien se detuvo justo unos metros adelante para mostrarnos el lugar donde se encontraba mi padre, no pude evitar tragar saliva, Antonella se veía más hermosa que nunca, su sonrisa era el centro de atención, o al menos los hombres a su rededor no le quitan la mirada de encima. —¡Buenas noches señores, señora, es un gusto estar aquí con ustedes —dije llamando la atención de todos, incluso de ella, quien le salió llamas de sus ojos verdes y se muy bien por quién. —¡Emilio hijo!, no espere verte aquí —dijo mi padre colocándose de pie —Padre me sorprende que no esperes verme cuando sabes muy bien que mi lugar estará presente en lo referente a las empresas que voy a tomar control muy pronto. Es un gusto verlos señores, ella es Mila y es mi novia —dije, se muy bien que mi padre estaba apunto de darle un coma diabético, y no solo a ella, Antonella cambiaba de colores. Por supuesto que cada uno de los presentes se colocaron de pie para brindarme la mano, y no faltó el que murmurara, definitivamente entre con el pie derecho. Para animar la cena decidí sentarme al lado de mi flamante madrastra, quien se le había borrado la sonrisa completamente.
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