Antonella
Dios, mi alma estaba apunto de abandonar mi cuerpo, ese beso me subió y llevó a las estrellas, pero no podía seguir perdiendo que un chiquillo me desconcentre de mis verdaderos intereses.
—¡Suéltame Emilio! —dije y lo empuje bruscamente, no importó que me viera desnuda, al contrario, me encantó que lo hiciera, se que le gusta.
—Amor, ¿Con quién hablas?, abre la puerta. —Gire mi rostro hacia la puerta, este jueguito de Emilio puede hacer que todo el terreno que he conseguido con Alberto se vaya a la mismísima basura.
—Ya voy amor, es solo la radio —dije mientras veía la mirada dominante se clavó justo en mi.
—Si no quieres que tú papito te vea es mejor que te metas a la tina, y aguantes tu respiración, ¿Por qué crees? en este momento voy abrir la puerta —dije sin titubear, camine hacia el y dejé un beso en sus labios.
—Eres una maldita hipócrita —bufo detrás de mi, pero no me iba a permitir que me siguiera tratando de esta manera, tome una toalla y enrede mi cuerpo y caminé hacia la puerta.
Si, me moría de los nervios que Emilio no se metiera en la tina, pero era un riesgo que debía tomar, solo suspiré profundo giré la perilla y abrí la puerta.
—¡Gatito! —dije con mi voz chillona mientras me pegaba a su cuello como un bendito chimpancé .
—¡Ratoncita!, ¿qué tanto hacías en el baño, ratoncita? —dijo Alberto mirando absolutamente todo.
Me giré con algo de nervios y afortunadamente Emilio no estaba detrás de mi, bueno si estaba, ahora solo espero sacar a Alberto rápido del baño, o de lo contrario Emilio se ahoga con el peor de los casos con la espuma.
—Nada gatito, solo me bañaba para estar linda solo para ti —dije. Lleve mi boca a sus labios y lo bese apasionadamente.
—Eso me encanta, pero ahora te quiero que me complazcas —dijo mientras sus manos se resbalaban por la toalla la cual era tirada al piso.
No, no puedo ahora no, Emilio se va ahogar. Algo debo hacer. Alberto me tomó en sus brazos y me llevó justo hacia la mesa que había aún lado de la tina.
A comparación a otros días Alberto estaba más intenso en sus besos, en las ganas de hacerme el amor, por supuesto que debía dejar, pero ahora no era el momento.
—¡Espera amor!, déjame respirar, acuérdate que la cena con los empresarios es en una hora y si seguimos así, nunca voy a terminar de vestirme —dije colocando una mano en medio de los dos.
Dejo salir una sonrisa ladeada mientras me sujetaba con más fuerza, y besaba nuevamente.
—Está bien muñequita, arréglate, yo me daré una ducha antes de salir —dijo Alberto. Abrí mis ojos y boca al escuchar sus palabras, no puedo dejarlo solo y menos en el baño.
—¡No! —grite
—¿No que? —dijo arqueando una ceja.
—Que debes estar bastante agotado, mejor te bañas cuando lleguemos de la cena, acuérdate que me debes algo —dije picarona llevando mis manos a su entrepierna.
Una mirada lasciva de dibujo en su rostro, me tomó de nuevo en sus brazos para bajarme de la mesa. Y sin pensarlo un segundo lo tome de la mano hasta llevarlo afuera del baño.
No sé cómo lo hice, pero respiré profundo al ver que decidió ir a la biblioteca mientras yo terminaba de arreglarme.
—No entiendo cómo pude alguna vez poner mis ojos en una mujer como tú, sí evidentemente eres una basura. —Pegue un brinco al escuchar la voz de Emilio detrás de mí. Dios se me había olvidado que él seguía aquí, tanto que ni siquiera me di cuenta en qué momento salió del baño
—¡Lárgate! Ahora no tengo tiempo para tus reclamos vacíos —dije caminando hacia el tocador.
—¡Vacíos! —vociferó tomando fuertemente de mi brazo.
—¡Suéltame! Vaya que se te está haciendo costumbre tomarse cuando tú quieras —dije jalando mi brazo.
Su mirada estaba llena de arrogancia, tanto que podía jurar que había odio, no solo en su mirada si no también en su corazón.
—Así que te parecen reclamos vacíos, vaya, vaya, qué fácil te resultó jugar conmigo, que fácil te resultó dejarme por ir detrás del pez grande, no sé por qué sigo en frente de ti, si lo único que me provocas es repulsión —exclamó con todo el odio que podía expresar por mi.
—Si quieres pensar que jugué contigo, piensa lo que te dé la gana, ya te lo dije una vez, Alberto si es un verdadero hombre en cambio tú dejas mucho que desear. ¡Lárgate!, no pienso repetirlo nuevamente —dije, me giré y caminé hacia el tocador.
No niego que me dolieron sus palabras, así como no niego que muero por qué me haga suya, pero no pienso dejar que me humille, eso nunca.
Afortunadamente Emilio salió de mi habitación, y al fin pude respirar tranquila. Terminé de arreglarme en tiempo récord, me decidí por un vestido rojo carmesí ceñido al cuerpo, me gusta mostrar mi cuerpo, y que los hombres vean lo hermosa que soy.
Me encanta ver sus miradas llenas de lujuria, como tratan de disimular cuando tienen a sus mujeres al lado, definitivamente me encanta verlo arder por mi.
—!¡Estás hermosa gatita!. —Me giré al sentir las manos de Alberto sobre mi cintura, su boca atrapó a la mía y por breves minutos imagine que era Emilio quien me besaba.
Mis manos fueron a su cuello, y mi boca jugaba con la suya. Las manos de Alberto fueron a mis muslos los cuales estaban realmente erizados por su tacto, pero su su aroma me trató de nuevo a la realidad, no era Emilio, era Alberto.
—?¿Te sucede algo muñequita? —dijo al ver que me separé bruscamente de él.
—No, para nada, solo que ya es tarde y recuerda que los empresarios no deben esperar mucho —dije.
—Antes de irnos quisiera darte un regalo —dijo.
Abrí mis ojos de par en par de emoción, al ver frente a mi una hermosa gargantilla de diamantes, no lo dude un segundo me giré para que Alberto la colocara en mi cuello desnudo el cual ahora se ve mucho más atractivo de eso no me queda la menor duda.
Salte a sus brazos y le di un enorme abrazo, el si sabe cómo tratarme, después de todo es lo mínimo que me merezco .