Odio y deseo

1090 Words
Emilio Empuñe mi manos, no sé como hago para resistir tanto delante de ella, saber que la deseo más que nada en el mundo, así como la odio con todo mi corazón, por su culpa mi madre está pudriéndose en un maldito manicomio, y yo no puedo hacer absolutamente nada. Por ahora creo que un baño de agua helada no me caería nada mal, está mujer sabe calentarme, si no fuera porque la odio, le hubiera levantado el vestido, y arrancado sus bragas, y sin importarme las consecuencias la hubiera hecho mía, solo mía. Saber que siento celos, celos de saber que es mi padre quien la tiene en sus brazos todas las noches, “ Joder Antonella” me jodiste la vida, te juro que no voy a descansar hasta hacerte pagar una a una cada lágrima de mi madre Subí las escaleras, estaba que me llevaba el mismísimo diablo, solo quería darme una ducha de agua helada, es lo único que me calmaría esta horrible sensación de querer tenerla entre mis brazos, solo que me detuve justo en la entrada de su habitación. Se que lo hace por provocarme, lo sé, no es la primera vez que lo hace. Y lo peor, no resistí al ver el vestido que hace unos minutos llevaba puesto en el piso, y como si fuera poco la puerta de su baño abierta. Joder Antonella, ¿Qué me estás haciendo? Solo llevo un maldito mes en esta casa y me estás volviendo completamente loco, creo que es mejor irme, va ser lo mejor, así a mi padre no le guste absolutamente nada. Sin dudarlo un segundo entré a la habitación, a su habitación, o mejor dicho la habitación que un día fue de mi madre. Camine suavemente hacia al baño y pude sentir como mi pequeño amigo estaba apunto de salirse de mis pantalones al verla completamente desnuda. Lleve mis manos al medio de mi entrepierna, “joder”, no sé cuánto tiempo pueda resistir, tenerla tan cerca y la mismo tiempo tan lejos, saber que fue mía una y otra vez, y ahora ella se vendió al mejor postor. —¡Antonella amor!, ¿Dónde estás?. —¡Joder mi padre! ¿Y ahora dónde me meto?, no puedo salir de aquí, o de lo contrario él se dará cuenta que estaba en su habitación, y por ahora no se que excusa darle, y mucho menos tengo las pruebas para desenmascarar a Antonella. Aunque me queme en maldito infierno por meterse en esto, tendré que meterme al baño, no veo de otra, debajo de la cama no es una posibilidad, así que el baño es lo único que puedo hacer, sin dudarlo un segundo entre en el baño. —¡Ahhh! —exclamó ella al escuchar la puerta cerrarse, sin dudarlo un segundo le eche seguro, no puedo exponerme a qué mi padre me vea y justo con su flamante esposa —¡Shift! —dije caminando hacia ella, lo cual provocó que ella abriera sus ojos de par en par. —¿Qué demonios haces en mi habitación, y lo peor, en mi baño?, ¡Lárgate!. —Sus manos viajaron a sus enormes pechos, dejándome ver su monte venus al descubierto, “joder” ¿Cuánto tiempo podré resistir? —¡Cállate por favor!, mi padre acaba de llegar y no puede saber qué estoy en esta habitación —dije al escuchar la puerta de la habitación abrirse. —!Que!!!, ¡Estás completamente loco!, ¿y qué haces metido en mi habitación?, ¡Estás completamente loco! —susurro, me acerque más a ella, y así poder tratar de calmarla. —¡Antonella Amor!, ¿dónde estás? —dijo nuevamente mi padre, haciendo que Antonella se pusiera claramente nerviosa. —No digas nada, por favor —dije tan cerca de ella que podía sentir cómo su cuerpo temblaba por mi cercanía, si no fuera por qué se que ella no me ama, juraría que tiembla por mi. —Definitivamente estás loco. Alberto, amor estoy dándome una ducha, ¡ya voy! —exclamó Antonella abriéndose paso. —No entiendo por qué escondes tu cuerpo si bien sabes que lo conozco a la perfección —vociferé mientras mis manos la sujetaban de su brazo. —¡Es mejor que me sueltes!, o te aseguro que grito —dijo imponente. Sonreí sé muy bien que a ella no le conviene que mi padre nos vea, y más a ella completamente desnuda. —¡Dale grita!, grita para que todo tu teatrito se venga abajo. —La jale hacia mi, y la pegue tanto que moría por besarla nuevamente. —¡Suéltame! —exclamó ella. —¡Estás segura que quieres que te suelte! —dije mientras llevaba mi boca alrededor de su cuello, haciendo que su cuerpo se arqueara hacía atrás. —¡Antonella amor!, ¿Por qué echaste seguro? —dijo mi padre, vaya por un momento me dejé llevar, joder, ¿Y ahora qué hago? La fría mirada de Antonella recorrió mi mirada, a veces me gustaría saber que pasa por su cabeza, ¿O simplemente por qué me hizo todo esto? —Amor, dame unos minutos, no pensé que estuviera con seguro —exclamó, la sujete más fuerte sin importarme qué aún estuviera completamente denuda, no quería que escapara de mi, aspire casa gota de sudor que aún salían de su cuerpo, su cuerpo desnudo. —¡Suéltame Emilio! Tu papá está afuera, y puede entrar en cualquier momento, por favor es mejor que me sueltes —dijo con su mirada clavada en mi. —No, no te suelto. Mejor dejemos que nos vea, y así de paso le explicas que te casaste con él por su dinero, y no por qué lo ames. Por qué estoy seguro que te acercaste a él por su dinero, y como la madre les estorbaba la mandaron a un maldito manicomio que la volvió loca —exclamé La odio, la odio, Antonella no sabes cómo te odio. —Suéltame, no quiero seguir escuchándote; Claramente sigues siendo un chiquillo, y en cambio tu padre si es un hombre, uno hombre de verdad, uno que le hace vibrar en la cama, en cambio tu solo eres pasado —vociferó a mi odio. No niego, sus palabras me enceguecieron por completo el alma, no importó que mi padre estuviese afuera, solo la tomé del cuello y la bese, la bese con tal fuerza, que mi pequeño amigo estaba a punto de salirse de mis pantalones, tanto que dolía.
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