Sin control

1266 Words
Emilio “Joder,” "joder", una y mil veces, eso es lo que Antonella me está haciendo, me está jodiendo la maldita vida. Al salir de su habitación, no pude evitar quedarme unos minutos observando, bueno hasta que escuché los pasos de mi padre. Ver cómo él entraba a su habitación me hizo que me llenará de celos, esos malditos celos que cada vez me es más difícil controlar. Solo respire profundo y caminé hacia mi habitación, quisiera decir que pude controlar mis emociones, pero no, solo conté los minutos a qué mi padre se marchara, no se que me pasa, pero después de lo que sucedió anoche entre Antonella y yo no la he podido sacar de mi mente, es como si su cuerpo se hubiera tatuado en mi alma completamente. Escuché cuando mi padre salió de su habitación, y quise correr hacia su habitación y tirar la puerta abajo, y hacerle el amor, Pero me contuve, bueno solo unos poco minutos, de solo pensar en ella mi polla estaba ya bastante grande, así que me di una fuerte ducha de agua helada. Ahora solo me hacía falta salir de aquí, o de lo contrario se que no voy a resistir mucho estar solo en la misma casa con ella, y lo peor si hacerle el amor. Justo cuando iba a salir de mi habitación la vi caminar descalza hacia la cocina, con una pijama tan diminuta que dejaba muy poco a la imaginación. Ahora entiendo cómo fue que volvió loco a mi padre por ella, si verla caminar es simplemente ver caminar a una diosa. No espere ni un segundo y caminé detrás de ella sin qué se diera cuenta, por lo visto muere de calor, pues ella caminó lentamente hacia el refrigerador. Se inclinó tanto que su enorme trasero estaba totalmente descubierto, dejándome imaginar con mi polla ahí dentro, no resistí y dejé salir una enorme carcajada. —¡Jajaja! —dije sin poder controlar mis acciones, pues como si ella fuera un imán camine suavemente hacia ella, —¡Ahhh! —grito Antonella al verme, mi intención nunca fue asustarla, verla así como un conejo temblando, y sonrojada me hizo recordar la primera vez que ella se acurrucó entre mis brazos —Creo que tu conciencia ha empezado a traicionarme —vocifere llevando mis manos a los bolsillos, mientras mis ojos no se apartan de sus labios grandes y carnosos. —¡Cállate imbécil!, por poco y haces que tire todo al piso —exclamó ella, intentó hacerse aún lado, solo que me interpuse en su camino, verla rodar los ojos fue lo mejor. —Eso no decías anoche, o mejor dicho, anoche solo gritabas mi nombre, ¿Desde cuándo soy tan imbécil? —vociferé, mientras la rodeaba como cazador a su presa, así quiero que se sienta como una pobre criatura que está en peligro. —No recuerdo haber gritado tu nombre, por qué para mí anoche no sucedió absolutamente nada, o al menos pensé que te lo deje en claro, solo fue un poco de cariño el cual tú estás absolutamente necesitado. —Golpe bajo, por un minuto se me había olvidado con quién estaba tratando. —Eres una cínica, no se cómo le voy hacer pero te juro que te vas a largar de esta casa —exclamó la poca paciencia que tenía se acaba de esfumar —Eso nunca cariño, esta casa es mía, como todo lo que hay en ella, incluso tu. —Por supuesto que la haría tragar sus propias palabras, sin dudarlo un segundo la tomó del brazo e hizo que se girara, solo que no conté que ella se derramará toda el agua helada sobre su cuerpo. —¡Mira lo que hiciste! Eres un imbécil, definitivamente el que se va ir muy pronto de esta casa es otro —exclamó moviendo sus manos de lado a lado, solo que mi mirada estaba fija en otro lugar, y no era precisamente sus manos. El agua había hecho que sus pechos quedarán claramente al descubierto, y estaban más erguidos que nunca, tanto que deseaba succionarlos uno a uno en ese momento. —¿A dónde vas? ¿Acaso me tienes miedo? —exclame, me acerque más a ella y me recosté a ella, tanto que podía sentir su aroma, sentir como su respiración estaba apunto de abandonar sus pulmones. —Si no te quitas de mi camino el que va tener miedo es otro —dijo Antonella señalando el enorme bulto que estaba en mis pantalones, tanto que dolía de no poder estar dentro de ella Baje mi mirada, deseaba tanto tenerla, que siento que la cabeza en cualquier momento me va a traicionar. —Solo te busco las pruebas para entregárselas a mi padre, y de paso disfruto un poco —dije bajando mi boca por su cuello. —Eres un imbécil —exclamó, definitivamente Antonella está logrando trastornarme, me está volviendo completamente loco. —Si, soy un maldito imbécil, pero es por ti maldita sea —dije, y la tomé fuertemente de la cintura y la pegue mi. Sus manos se interpusieron en medio de los dos, así que la jale más hacia mi, tome de su cuello y la bese, aunque ella se negara se que también lo desea. Mi boca empezó a jugar con la suya, mientras mi polla solo quería una cosa, y era estar dentro de ella, sus pechos mojados aprisionados contra mi pecho me excitaba aun mas. —¡Dios santo!. —”Joder” solté a Antonella y nos giramos al escuchar a Ana —Señora Antonella, joven Emilio, disculpe yo no he visto nada —vociferó, mientras yo lo único que quería era que ella se fuera, pero no, la muy inepta solo nos miraba y no sé cuántas veces se echaba la bendición. —¡Suéltame! No te das cuenta de lo que acabas de provocar —dijo Antonella, abriéndose paso en medio de Ana y por supuesto yo. —¡Ana! Tu te quedas callada —advertí y salí detrás de Antonella. —¡Antonella ven acá! —dije, sus pasos eran más rápidos que los míos como si tuviera miedo de algo, o mejor dicho de mi. —¿A dónde crees que vas? —dije sujetándola del brazo, tanto que apenas pudo dar el siguiente pasó. —¡Lejos de ti, no es obvio! —dijo con su mirada puesta en mi, joder, estoy seguro que no iba aguantar ni un segundo más sin ella. Así que la jale hacia mi, y la bese, sin importar que estuviéramos en las escaleras, o si Ana nos viera, o en el peor de los casos que mi padre nos viera, pero ella está dispuesta a luchar se separó de mí bruscamente y me estampó una fuerte cachetada en mi mejilla. —Tu vienes conmigo —dije aguantándome las ganas de quitarle esa diminuta pijama y hacerla mía, ella se separó de mí y abrió sus ojos como platos. —¡No Emilio!, ¿Qué crees que haces? —grito al ver que la tomé en mis brazos y la lleve a mi hombros. —¡Joven Emilio! ¿Qué está haciendo? Baje a la señora, ¡Joven! —grito Ana detrás de mí, ¿Acaso es tan estúpida que no se da cuenta que lo menos que quiero son interrupciones. —¡Emilio bájame ya! —grito Antonella. —Señor si no baja a la señora Antonella en este momento voy a tener que llamar a su padre —dijo la inepta de Ana.
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