Antonella
Abrí mis ojos al ver su mirada llena de Lujuria, Dios, ahora no puedo estar con él, y menos después de la mejor noche que pasé junto a Emilio.
—¿Te sucede algo muñequita? —habló Alberto sacándome de mis pensamientos.
Deje salir una sonrisa, mientras él seguía en lo suyo, y yo solo hacía lo mejor que sé hacer, y no pensar mientras él me hace el amor.
Su boca se enredó en la mía llamando una vez más mi atención, así como toda actriz de Hollywood empecé hacer mi mejor actuación, digna de un Oscar.
Enrede mis manos sobre su cabello y correspondí a su beso, mientras una de sus manos se coloca en mi zona íntima y masajeaba en forma circular.
Diría mentiras si dijera que Alberto no me provoca nada, a pesar de tener 50 años sigue siendo un hombre bastante guapo y enérgico.
Así que cerré mis ojos y me dejé llevar, solo dejé que mi cuerpo reaccionara a sus caricias, mi cuello al igual que mi boca fueron decorados completamente por Alberto.
No pude evitar arquear mi cuerpo al sentir cada estocada dentro de mi, mis caderas al igual que mis piernas se tensaron al llegar al anhelado orgasmo.
Diría que fue el mejor sexo de mi vida, pero no, solo me dejó llevar, pero no es lo mismo. Vi cómo Alberto se colocó de pie y fue hacia la ducha, mientras yo solo miraba el punto fijo en la pared.
Al abrir mis ojos, vi que Alberto no estaba a mi lado, solo cosa rara después de ducharme se marchó y nuevamente estoy sola.
Lleve una de mis manos a mis labios, y la otra a mi zona íntima, aún siento los labios de Emilio sobre los míos, y lo peor es que estoy nuevamente mojada, y lo peor por él.
Mi respiración cada vez iba más en aumento, tanto que siento que lo necesito a él dentro de mi. No pude resistir más, así que me coloque de pie, puse mi bata y salí en busca de un enorme vaso de agua helada.
Camine despacio hacia el refrigerador lo abrí y tomé la jarra con agua, solo que pegue un brinco al sentir una carcajada detrás de mí.
—¡Ahhh! —grité al ver a Emilio detrás de mí con una enorme sonrisa dibujada.
—Creo tu conciencia ha empezado a traicionarme —dijo Emilio caminando hacia mi.
—¡Cállate imbécil!, por poco y haces que tire todo al piso —dije tratando de cruzar, pero el muy cretino se atravesó en mi camino.
—Eso no decías anoche, o mejor dicho, anoche solo gritabas mi nombre, ¿Desde cuándo soy tan imbécil? —dijo. Lo fulmine con la mirada, pensé que después de lo que le dije no iba a volver a hablar, o en su defecto se marcharía de esta casa, Pero que digo, si estoy en la cocina es precisamente por él.
—No recuerdo haber gritado tu nombre, por qué para mí anoche no sucedió absolutamente nada, o al menos pensé que te lo deje en claro, solo fue un poco de cariño el cual tú estás absolutamente necesitado —dije con la sonrisa más cínica que podía existir, no puedo dejar que el vuelva a jugar con mis sentimientos, eso nunca.
—Eres una cínica, no sé cómo le voy hacer pero te juro que te vas a largar de esta casa —dijo enfurecido.
—Eso nunca cariño, esta casa es mía, como todo lo que hay en ella, incluso tu —dije tratando de abrirme paso, solo que el cretino de mi hijastro me tomó fuerte del brazo e hizo que derramará toda el agua helada sobre mi cuerpo.
—¡Mira lo que hiciste! Estés un imbécil, definitivamente el que se va ir muy pronto de esta casa es otro —dije tratando de secar mi cuerpo. Su mirada recorre absolutamente todo mi cuerpo, pues la tela de mi pijama no era que ayudará mucho, mis pechos prácticamente estaban más erguidos que nunca, el agua helada había jugado en mi contra.
—¿A dónde vas? ¿Acaso me tienes miedo? —dijo recostando mi su cuerpo a mi cuerpo. Lo mire de arriba abajo, bueno más bien abajo, ví como aunque el intentará disimular su polla estaba bastante grande, tanto que palpitaba dentro de sus pantalones.
—Si no te quitas de mi camino el que va tener miedo es otro —exclamé señalando al medio de sus pantalones, no pude evitar tragar saliva, y más al ver que su enorme bulto cada vez era más grande, tanto que sentí que mi zona íntima empezó a palpitar a un más, ni siquiera el agua helada sobre mi cuerpo pudo bajar esta calentura que siento por Emilio
Emilio bajó su mirada nuevamente hacia mis pechos, me tomó de los hombros y prácticamente me llevó contra la nevera aprisionado su cuerpo contra el mío, tanto que sentía que no podía respirar.
—¿Qué crees que haces? —dije en un hilo de voz al ver que empezó a restregar su cuerpo contra el mío, al igual que su respiración iba en aumento, claro está que yo estaba igual o peor que el, lo necesitaba, pero no voy a dejar que el me tome cuando a él se le dé la gana, las reglas las pongo yo, y solo cuando a mi se me antoje él podrá disfrutar de mi cuerpo, aunque en este momento esté muriendo por sentirlo dentro de mi.
—Solo te busco las pruebas para entregárselas a mi padre, y de paso disfruto un poco —dijo el muy cretino.
—Eres un imbécil —grité, puse mis manos al frente de su pecho y lo empuje con fuerza, solo quería alejarme de él, antes que mis piernas y todo mi cuerpo me traicionara.
—Si, soy un maldito imbécil, pero es por ti maldita sea —exclamó tomándome de la cintura para pegarme a él. Lo empuje nuevamente, solo que él me tomó con mucha más fuerza, una de sus manos fue directo a mi cuello solo para apoderarse por completo de mi boca.
—¡Dios santo!. —Me separé bruscamente de Emilio al escuchar la voz de Ana, la señora del servicio detrás de nosotros.
—Señora Antonella, joven Emilio, disculpe yo no he visto nada —dijo la pobre mujer. Su mirada era como si hubiera visto un fantasma, o un alma en pena, en verdad estaba aterrada.
Y qué decir de mí, mi alma salió y volvió a mi cuerpo en cuestión de segundos, aunque me descubrieron besándome con Emilio gracias a Dios no fue Alberto, a ella la puedo controlar un poco más.
—¡Suéltame! No te das cuenta de lo que acabas de provocar —dije abriéndome pasó hacia la salida de la cocina, no podía quedarme ahí ni un segundo más.
—¡Ana! Tu te quedas callada, ¡Antonella ven acá! —grito Emilio detrás de mí.