Prólogo.
Al escuchar que una dulce voz me saludó, volteé a ver inmediatamente. En ese momento juro que mi corazón dejó de latir cuando observé a la preciosa mujer que tenía a mi lado.
Su cabello castaño llegaba hasta sus hombros, su cuello era esbelto y delgado, sus labios gruesos y una sonrisa de lado, una figura espectacular y una expresión divina. Sin embargo, lo que más me llamó la atención fueron sus ojos: prominentes y pestañas alargadas.
Tragué saliva, evidentemente nervioso, pero me atreví a responderle:
—Buenas noches, señorita —le sonreí levemente y sonrió aún más. Dios mío, qué hermosa sonrisa. No puedo dejar de mirarte.
—La noche es hermosa y está llena de estrellas —comentó y me fijé en lo que había a nuestro alrededor: el cielo estaba lleno de estrellas curiosamente y había una linda medialuna. Al estar en la terraza del hotel, teníamos la vista de todo Nueva York y sin duda alguna era magnífica.
—Tiene razón, es una noche muy bonita —quería preguntarle su nombre, pero los nervios me ganaron. Supongo que así se siente que te guste alguien.
—A pesar que no me gusten tanto las ciudades ruidosas y concurridas, Nueva York es la excepción —dijo y me atreví a observar su delicado cuerpo una vez más. Además de tener un atractivo físico, su voz era como una suave melodía.
— ¿Ya ha venido a Nueva York en ocasiones anteriores? —cuestioné enarcando una ceja, tomando un poco de valentía hice que mi rostro estuviese en su dirección. Verla era un verdadero deleite para mi alma.
—Ésta es la séptima vez que vengo —Rió—Pero todo ha sido por mi trabajo, en realidad no es que me encante el turismo. Digamos que soy una mujer sencilla, de buenos sentimientos y que ama estar en casa.
— ¿A qué se dedica? Lo pregunto porque al parecer viaja regularmente.
—Honestamente paso la mayor parte del tiempo fuera de casa...Y respondiendo a su pregunta, soy Técnica Superior en Asesoría de imagen personal y corporativa. Es un trabajo que ocupa mi vida al cien por ciento —explicó.
—Entonces debe haber trabajado en varios diferentes lugares ya, y eso explica sus viajes —sin pensarlo, la conversación seguía fluyendo.
—Por supuesto, aunque entre todas las opciones de trabajo que se me presentan...Tengo dos favoritas —enumeró con sus dedos. Su personalidad me resulta muy atractiva.
— ¿Me contaría cuáles son? —muy bien, la conversación ha comenzado a tornarse interesante. Parece que ella es una mujer sencilla y honesta y su tono de voz es tan delicado y bonito que empiezo a desear sumergirme en su mundo.
—Me fascina organizar bodas y trabajar como asistente corporativo o personal —sus ojos tuvieron un brillo especial en ese momento— Es que las bodas son maravillosas, sin embargo, mi parte favorita es cuando los novios dan el sí.
—Entonces... ¿Eres una persona romántica o nada más te encanta ver a los demás serlo? —Al contrario, me atrevo a decir que soy un hombre que no cree mucho en el amor. O seguirá pensando aquello hasta que conozca a una mujer que se robe mi corazón.
—No he tenido oportunidad de comprobar aquello...No es que no he tenido parejas en el pasado, pero, no he amado fuertemente. El amor es un sentimiento al que muchos aspiran llegar, pero, creo que lo más deseado es la compañía honesta.
—Qué te diré yo que no he tenido suerte en el amor...Solo puedo hacer suposiciones al respecto —reí.
— ¿Así? ¿Por qué lo dices? —Inquirió.
—Ser uno de los magnates más grandes de la ciudad, las mujeres están detrás mío por la fortuna que poseo. No he tenido la oportunidad de tener un amor desinteresado.
— Con qué eres un magnate, ¿eh? —me molestó, causando que ambos riéramos fuertemente — ¿A qué te dedicas?
—En realidad soy el dueño de este hotel —intenté no sonar arrogante porque a pesar que he trabajado arduamente en este lugar por años, sigue siendo de mis padres.
— ¡Oh, debes ser el hijo mayor de los dueños del hotel! —respondió y asentí levemente.
—Exactamente —le di la razón— Soy Alexandre Clarck, encantado de conocerte. Aunque, creo que quizás puedo ser el amor de tu vida.