Capítulo 1

1442 Words
Leandro se encontraba reunido en su despacho con toda su familia. —¿Qué es lo que querías informarnos padre?— preguntó Damián, quién se encontraba sentado frente a su padre. —Si, papi podrías apresurarte un poco. Tengo que ir a revisar una mercancía que recibiremos esta misma noche —dijo Analía. —Cálmense hijos míos, hay algo importante que deben saber —les dijo su madre, Anna. Los hermanos miraban expectante a su padre, presionándolo un poco para que les dijera ya lo que sea que les diría. —Pues veran, hijos míos; hace muchos años mi mafia con la de américa no se llevaban bien, era una rivalidad grande, siempre que yo exportaba mi mercancía a América terminaba en un enfrentamiento, ambas mafias son poderosas por lo tanto ni una ni la otra salía ganando, las dos mafias salía afectadas por iguales. Así que cuando apenas ustedes eran unos bebés me buscaron y me propusieron que casaramos a nuestros hijos, no pregunten cómo supieron que yo tenía hijos por que hasta el sol de hoy sigo sin saberlo. Bueno, el caso es que yo decliné su oferta, diciendo que eso ya no era decisión mía sino de alguno de ustedes dos... —Y el momento de dar la respuesta ha llegado —completó Analía sumida en sus pensamientos. —Así es, hace ya varios días me estan exigiendo respuestas, según la información que tengo el heredero hace ya varios años asumió el poder de la mafia... —No lo haremos padre —interrumpió Damián. —Déjame terminar, ¿quieres? —dijo Leandro irritado que lo interrumpiesen ya dos veces —Esta decisión está en tus manos, hija.  —¿Qué pasaría si llegase a rechazar la oferta? —preguntó con sumo interés Analía.  —Ambos bandos se declararían la guerra.  Ella se quedó sopesando aquella información. Era cierto que ambos hermanos eran ambiciosos, les encantaba el poder, pero hacer aquello era algo que nunca se había esperado. Habían sido criados con amor, sus padres les enseñaron lo maravilloso que era aquel sentimiento, ella como cualquier mujer deseaba encontrar al amor de su vida tal y como lo hicieron sus padres. No se imaginaba uniendo su vida a alguien que ni siquiera conocía. —No lo haré —dijo luego de varios minutos —Espero que no te moleste mi decisión, papá. —Sabes que no, los apoyaré sea cual sea su decisión. —Si eso es todo, me retiro —dijo Analia levantándose de la silla —Tengo muchas cosas que hacer, los veo luego. —Está bien, hija. Cuídate —se despidió Anna. Moviendo sus caderas Analia salió del despacho de su padre. Subió a su habitación donde se dio un baño y luego se puso un pantalón de cuero n***o, una blusa azul eléctrico y encima de esta una chaqueta negra n***o. Se vio en el espejo y sonrió con arrogancia, ella era tan parecida a su padre respecto a su carácter, pero era bastante parecida a su madre, tenía un rostro angelical. Lo utilizaba para engañar a las personas y atraerlos a la trampa. Y es que su belleza era hipnotizante.  Era de estatura promedio, cabello castaño como el chocolate, y ojos azules como los de su madre. Su figura era delicada, sus piernas eran asimétricas, caderas anchas y glúteos bien formados. Su cintura era estrecha y sus pechos pequeños.  Salió de su habitación y bajó al garaje dónde tomó su motocicleta deportiva, se colocó el casco, hizo rugir la Ducati y arrancó a toda velocidad.  Anduvo por las calles de Roma, hasta llegar a las calles más solitarias, los lugares menos transitados. Se detuvo frente a un viejo edificio que parecía que en cualquier momento se derrumbaría.  Los hombres de su padre ya se encontraban allí, se bajó quitándose el casco.  —¿Está completo, Esposito? —preguntó a uno de los hombres de confianza. —Si, señorita. Puede corroborarlo usted misma. —Está bien. Ella contó cada paquete de heroína. Y en efecto, estaba completo.  —Llévenla a la bodega, si esto no llega completo la pagarán caro. ¡Vamos, mi hermano espera por ello!  Volvió a su motocicleta y arrancó yéndose de allí, esa misma noche tendría una carrera. Se sintió extasiada al llegar a las carreras ilegales. Buscó a sus amigos, quienes ya se encontraban allí, unos en sus autos y otros en su motocicleta. Todos ellos sabían su identidad ya que eran parte del bando.  —¡Llegó la princesita! —exclamó su amiga Marena. Pero ella fue directo a unir sus labios con los de un chico, quien rápidamente le rodeó la cintura atrayéndola a él y besándola con frenesí. —Como siempre, besas increíble Enzo.  Sus amigos, quienes eran cinco; Marena, Nicoletta, Carlo, Piero y Enzo.  —¿En mi casa? —preguntó Enzo. —Si, como siempre —dijo guiñándole un ojo y yéndose para apuntarse a la carrera. —¿Carrera de motos? —preguntó Luciano, uno de los organizadores de las carreras.  —Si, ¿hay competidores nuevos?  —Novatos, nadie interesante. Tienes asegurada la victoria  Hizo una mueca disgustada.  —Quería que alguien me diera guerra.  Luciano rió ante sus palabras, esa chica era incomprensible, pensaba él. —Ve a tu lugar, las inscripciones ya cerraron. La carrera está por comenzar.  —Como quieras.  Con él mismo flow de siempre caminó hasta su Ducati , se colocó el casco y condujo hacia la meta de salida, hizo rugir el motor al igual que sus compañeros de carrera. Una chica con poca ropa se puso frente a ellos con un arma, esperó unos segundos para luego disparar al aire indicando que podían comenzar la carrera. Analia arrancó a toda velocidad, disfrutaba tanto esos momentos, se sentía libre y con la adrenalina por las nubes. Hizo sus tres vueltas y llegó a la meta final de primera, hizo piruetas en su moto, la gente sólo le gritaba y se acercaban a felicitarla.  Ella reclamó su parte de las apuestas, y volvió al lado de sus amigos. Permanecieron hasta tarde, bebiendo alcohol y charlando. En la madrugada fue a casa de Enzo dónde fueron a terminar la fiesta entre ellos dos.  Si su padre se enterara del tipo de relación que mantiene con Enzo, lo mataría. Su hija estaba rotundamente prohibida para los empleados y el que que osara en desobedecerlo le costaría la vida. Y lo mismo iba para Damián, tenía prohibido meterse con las empleadas. Eso evitaba que se formaran traidores en el bando por alguna venganza hacia sus hijos por algún desaire ocasionado por ellos. —Si tu padre se enterase me mataría —dijo viendo como volvía a vestirse. —No lo permitiría. —dijo ella acercando a darle un beso. —Es el Rey de la Mafia, claro que lo haría. Lo mejor sería dejar de hacerlo, por mucho que me encante estar contigo no puedo seguir. —dijo apartándola. —Eres un cobarde —dijo enojada.  —Temo por mi vida, Analia.  Ella rió sarcástica y parándose frente a la puerta antes de salir le dijo;  —Si temieras por tu vida jamás te hubieras metido en este mundo.  Salió dando un portazo, caminó hecha una furia por el pasillo del edificio dónde vivía Enzo. Se detuvo cuando divisó a su padre recostado en el capo de su Aston Martín azul oscuro, fumando un cigarrillo. Habían varios de sus hombres a su alrededor. —Eres bastante inmadura, Analia. Pensé que estabas preparada para tomar las riendas del bando junto a tu hermano. —dijo taladrándola con la mirada. —Estoy lista, papá. —Una sola cosa te prohibí, Analia. Y no fuiste capaz de obedecerme —reclamó Leandro. —Pero... —Cállate y vuelve a casa. —miró a sus hombres —Ya saben que hacer.  —¡No, no lo hagas! ¡Papá!  —Debiste pensarlo antes de hacerlo.  Apagó el cigarrillo y subió a su auto arrancando y yéndose. Analia cerró los ojos con fuerza al escuchar el sonido sordo de un disparo. Su padre era temible cuando se lo proponía, la consentía bastante pero era duro con ella cuando la desobedecía.  Subió a su moto y volvió a su casa. Se encerró en su habitación pero se sorprendió al ver a su hermano sentado en su cama observándola tristemente. —Lo siento, no pude hacer nada. Ni mamá logró convencerlo —se lamentó Damián mientras la abrazaba.  —Fue duro. —Estaba decepcionado. Enzo nos traicionó, era un infiltrado Analia. Lo descubrimos a tiempo o eso creemos. No sabemos si logró decir la identidad del Rey de la Mafia.
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