capitulo 3 “Mia”

1015 Words
Entré y, al instante, sentí las miradas clavadas en mí. Dos adultos nos observaban desde la sala con atención. Supuse que eran sus padres. Me removí incómoda. ¿Acaso tengo algo en la cara? —Mamá, papá, ella es mi amiga Lea —me presentó Kyleigh con orgullo. —Hol... —iba a saludar cuando una figura apareció de la nada. —¡MÍA! —un chico de cabello castaño irrumpió en escena, interrumpiéndome y, para mi absoluto desconcierto, me acorraló contra la pared. Su voz fue un gruñido ronco, sus manos se aferraron a mis caderas, y su rostro se hundió en mi cuello como un perro rastreador. Me quedé completamente en shock. —¿Estem...? —balbuceé, sin saber bien qué decir—. ¿Podría alguien... quitarme a este tipo de encima? El chico gruñó más fuerte, apretando aún más su agarre. Su nariz seguía enterrada en mi cuello. —¿Kyleigh? ¿Una ayudita? —pedí con desesperación, intentando zafarme. —Eh... él es mi hermano, Thiago —dijo ella con voz temblorosa. —¿¡Pues me lo puedes quitar de encima, por favor!? —Thiago, suéltala ya, la estás asustando —intervino su madre, con tono firme. —¡No! —gruñó él, apretando más. —Mía. —Sí, sí, yo Jane, tú Tarzán... pero suéltame, ¿vale? Finalmente, separó su cara de mi cuello y me miró a los ojos. Y, joder... este tipo está más bueno que el chocolate en una noche fría. Kyleigh me agarró del brazo y tiró con fuerza, logrando apartarlo de mí. —Bueno, nosotras tenemos deberes que hacer, así que... —vaciló unos segundos, notoriamente nerviosa—. Adiós. Y sin más, ambas subimos corriendo las escaleras y nos encerramos en su cuarto. —¿A qué ha venido eso? —pregunté, respirando agitadamente. —Pues... —Es un lobo, ¿verdad? —¿Lo sabes? —Claro, yo también lo soy —respondí como si fuera lo más natural del mundo. —¡¿Entonces sois mates?! —chilló emocionada. —Bueno, no sentí nada... Bueno sí, sentí algo, pero no creo que quieras saber qué —dije con una sonrisa traviesa. —No me digas que... —se detuvo de golpe—. ¡Puaj! ¡Qué asco! —No está tan mal —la miré con picardía. Me lanzó un cojín directo a la cara. —Era broma, mujer —reí. —Ya en serio, ¿no lo sentiste? Negué con la cabeza. —¿Tuviste ya tu primera transformación? Volví a negar. —Entonces puede que sea por eso. No quería seguir hablando del tema, así que cambié rápidamente la dirección de la conversación. —¿Podemos cambiar de tema y empezar ya con el trabajo? —Ah, sí, cierto... Empecemos. Dos horas después... —¡Lea, se suponía que ibas a ayudarme! —Me da pereza —bostecé desde la cama donde llevaba tirada todo ese tiempo. Kyleigh me lanzó una mirada de odio fingido mientras cerraba su cuaderno. —Ya da igual, terminé —suspiró y se dejó caer a mi lado. —¿Pusiste mi nombre? —Lo puse, pero no te lo mereces. —Suenas como mi madre —me burlé. Kyleigh iba a responder cuando llamaron a la puerta. Se levantó con resignación. —¿Qué quieres, Thiago? —dijo con cansancio. —Vengo a por ella —contestó él antes de entrar, levantarme como un saco de papas y echarme sobre su hombro. —¡¿QUÉ COÑO HACES, BÁJAME, MALDITO SIMIO!? Thiago gruñó y se dirigió a otra habitación, cerrando la puerta tras de sí. —Voy a dejarte en el suelo... y tú no vas a irte —ordenó con firmeza mientras me bajaba. En cuanto mis pies tocaron el suelo, intenté correr, pero apenas di dos pasos antes de que sus brazos me atraparan por la cintura otra vez. —¿Qué haces? ¡Suéltame! —Eres mía, Lea. No pienso dejarte ir —murmuró con la voz baja y decidida, volviendo a enterrarse en mi cuello. —Yo no soy tuya —lo empujé con fuerza. Sus ojos reflejaron una mezcla de dolor y desconcierto. —Claro que lo eres. Por favor, no te vayas, no me dejes —susurró mientras acariciaba mis mejillas. —Mierda... no llores —dije, incómoda. Se arrodilló frente a mí, abrazando mi cintura y apoyando su frente contra mi vientre. —Vale, vale, no te dejaré. Pero levántate —cedí, más por piedad que por convicción. —¿No me dejarás? —su rostro se iluminó con esperanza. —Mira, yo... —apoyé una mano en su hombro—. Yo no siento nada por ti. ¿Que no llore, que no llore... mierda. —Lo siento —me disculpé, aunque no sabía bien por qué. —Está bien —negó él con la cabeza—. Tú aún no te has transformado. Cuando lo hagas, me querrás tanto como yo a ti. Acarició mi mejilla con ternura. —Tengo que irme —susurré. —¡NO! Dijiste que no te irías. ¡Lo prometiste! —gritó, comenzando a alterarse. —Tengo que volver a casa, Thiago —hablé suavemente, intentando calmarlo. —Quédate, por favor. Si no quieres dormir conmigo, está bien. Puedes dormir con Ky, pero quédate. —Thiago... —Por favor... —Maldita sea —gruñí, rindiéndome—. Está bien. Pero dormiré con Kyleigh. Su sonrisa apareció de inmediato, brillante y cálida. Por alguna razón, me hizo sentir bien. Comenzó a acercarse poco a poco hasta que nuestras narices se rozaron. —Oh no, eso sí que no —me alejé de golpe. No pienso dejar que me bese solo porque sea jodidamente... jodidamente... —¿Así que te parezco jodidamente caliente? —dijo con una sonrisa ladeada—. Y sí, lo dijiste en voz alta. Mierda. —Yo... bueno... —me alejé más rápido—. ¡Adiós! Salí corriendo hacia la habitación de Kyleigh y cerré la puerta tras de mí. Eso estuvo demasiado cerca.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD