CAPITULO 8 | EL VESTIDO Y BURDEL

2263 Words
ELEGAR, CAPITAL DEL REINO DE ALSTEN. Ni siquiera su propia cabeza iba a socabalo. Ese nuevo provocó un mal humor que arrastraría durante todo el dia. Imaginó la sonrisa de Ivannia al imaginarlo perdido entre esos pensamientos de debilidad y locura. La corona era suya o la casa Edevane tendría fecha de extinción. Solo existían esas dos opciones. La determinación de un hombre siempre iba de la mano de los resultados. Si la determinación era nula, los resultados serían inapropiados pero ese no era su caso. Un séquito de hombres se marchó para atrasar el camino de Blackthorn. Lo quería lejos de Ivannia y lejos de la corte. Esa mañana antes de marcharse a Silvandor entró a un establecimiento conocido por todas las damas en la capital. Madame Veloura era la modista más famosa del reino y de la nueva generación. Hacía vestido para las esposas de generales e inclusive para la mismísima reina Gianna. Se decía que la mujer tenía una mano prodigiosa para diseñar vestidos y que no habia nada en Elegar que ella no supiera. Derick estaba dispuesto a expandir el rumor porque sabía que eso crearía una bomba de humo que cubriría ante la plebe, el rumor de la muerte de su esposa. Los Greenway se estaban convirtiendo en una piedra en el zapato. Le estaban culpando de la muerte de Anastasia como si ellos no la hubieran visto colgar del árbol aquella mañana cuando su cuerpo fue descubierto. Aunque era un problema grande, él no estaba dispuesto a darle importancia, porque si insistía en limpiar si nombre rápidamente, generaría sospechas de su participación, que efectivamente era más que cierta. Al entrar al establecimiento, una mujer con un pomposo vestido le dio la bienvenida visiblemente sorprendida por ver allí a un hombre de tanto realce. Usualmente, ningun Lord se tomaba la molestia de acompañar a su esposa. Siempre solían enviar a las sirvientas con las medidas y ella regresaba los diseños para que las señoras de la nobleza escogieran que nuevo vestido querían en su guardarropa. —Mi Lord. —Supongo que usted es Madame Veloura. —Así es. Me siento honrada de que haya escuchado de mí—respondió la dama de mediada edad quien guardaba una belleza interesante y madura—. ¿En qué puedo ayudarlo el dia de hoy, mi señor? Madame Veloura no conocía a Derick Edevane, pero sí a Darko y cuando analizó su rostro se encontró con un enorme parecido. Al ver el caballo, los modos, las personas que le escoltaban, la ropa y la manera de hablar tan fina con acento thorniense, supo que se trataba del heredero de Thorney, así que intentó ser lo más amable posible, pues conocía el nivel de riqueza que tenía. Habia escuchado que perdió a su esposa recientemente. En Elegar nadie se atrevía a comentar los rumores de manera tan descarada como en Thorney, de hecho, esos rumores eran únicamente de los señores de alta clase que no veían con buenos ojos la fortaleza de la familia Edevane que se negaba a extinguirse con o sin corona. —Quiero un vestido. Un vestido hermoso. Dijeron que usted era la apropiada para hacerlo y la mejor modista de todo Alsten y algunos se atreven a decir también de Karlang—respondió el hombre observando toda la tienda llena de telas y vestidos. La madre de Derick, era princesa de Karlang, el reino fronterizo al sur con Alsten e igual de prominente en tamaño, así que la mujer se sintió halagada por sus palabras. —Me halaga, mi señor. Dicen que soy prodigiosa con las telas y con gusto confeccionaría algo para usted, en cuanto me diga, que es lo que desea en la pieza. Derick ya tenía la idea del vestido perfecto en mente. Durante varias noches, en el pasado, habia soñado con Ivannia metida en un vestido de novia tan singular, como costoso. La veía llegando al altar posiblemente como la respuesta de su mente a la ceremonia que le arruinó la vida. La soñaba así, pero también la soñaba sin ropa. Ivannia sin ropa era una belleza. Si se casaba con ella quería ese vestido que tanto habia imaginado y que fuera fácil de quitar, porque deseaba hacerlo. Deseaba dar besos en sus hombros y deslizar la ropa por ellos hasta dejar a la vista esos pechos grandes que añoraba tener en su boca de nuevo. Salió de su letargo para decirle a Veloura lo que quería que confeccionara. La mujer sacó una pequeña libreta y comenzó a hacer un dibujo simplemente para mostrar si quería el vestido esponjado, pegado al cuerpo o de algún corte diferente. Un sirviente entró al establecimiento pero Veloura siguió con los ojos clavados en Edevane. Estaba ansiosa de saber que vestido pediría un hombre como él. Era atractivo e intimidante. Muy atractivo, interesante y sobre todo autoritario, inclusive para una mujer madura como ella. —Un vestido lleno de perlas y diamantes—respondió en voz baja acercándose al mostrador—. Un vestido bordado con hilos de plata y la tela más fina del reino. Quiero elegancia y un diseño único en esa pieza. El vestido de novia más caro que hayan confeccionado sus manos, Madame Veloura. La mujer parpadeó cuando mencionó que era de novia. Sus manos estaban dibujando un diseño, pero nunca imaginó que se refiriera a una boda. Consternada se aclaró la garganta y se afirmó del mostrador. Veloura diseñaba los vestidos de la realeza, así que Edevane sabía que ella tenía la talla de Ivannia escrita en sus libros. Antes de responder, Veloura observó el sello de la casa Edevane en uno de sus anillos, así que pudo responder con toda confianza y sin temor a equivocarse. —Lord Edevane, me toma por sorpresa. Un vestido así tomaría varias semanas y me temo que aunque soy buena con la costura, no gozo de las piezas y joyería que… La mujer guardó silencio cuando el sirviente que acababa de entrar hacía poco, colocó en su mostrador un baúl y lo abrió para que la mujer pudiera observar los miles y miles de pequeños diamantes que habia dentro, así como una colección formidable de perlas. Ni toda la fortuna que hizo haciendo vestidos durante tantos años podía igualar el costo del baúl que tenía en sus manos en esos momentos. Uno de esos diamantes pagaba todos los vestidos de su nada modesta tienda. El hombre remató su propuesta dejándole ver una gran bolsa que contenía monedas de oro. El hombre deseaba con ansias aquel vestido y ella no tenía intensiones de negarse. Iba a ser una obra formidable que, además, la haría enormemente rica. Edevane se acercó a ella. —Contrate a quien tenga que contratar para que esté listo en un máximo de dos semanas. No quiero retrasos. Era viudo, pero como no tenía herederos con su difunta esposa, la rapidez de una nueva boda, era disculpada. Veloura ya tenía curiosidad de saber quién era la novia. Ese sería un chisme del que ella tendría premisa, porque hasta el momento no habia escuchado nada igual. Ella ni siquiera había respondido si iba a hacer la modista de aquel hermoso vestido, pero al ver los ojos del hombre, asintió. No iba a negarse a construir el vestido más caro que alguna vez le habían solicitado. Cerró el baúl con los diamantes y se dispuso a guardarlos. —Necesito las medidas de la novia, mi señor. Serán necesarias al comienzo del diseño. Además, necesito señales del estilo que quiere que se maneje. —Quiero algo sencillo. No tan exuberante. Que sea fácil de quitar por la espalda y que no tenga demasiados botones. No quería apagar la pasión buscando sacarla del vestido y, por otra parte, con tantas joyas era requerimiento que no fuera tan ostentoso, pues los diamantes ya daban realce. —¿Cuándo podría proporcionarme las medidas? —Las medidas ya las conoce. La revelación la hizo levantar las cejas. —¿Es de alguna dama que se viste con mis prendas? —Así es. Ella sonrió imaginando a alguna dama de alta alcurnia, siendo la nueva señora Edevane. No quiso ser indiscreta preguntando si era su boda, pero ansiaba tener la premisa y además ¿Qué hombre en sus cabales daba tanto dinero para la construcción de un vestido si él no era el novio o al menos el hermano de la novia? —Siendo así dígame su nombre para comprobar las medidas en mis libros y ponernos a ello. —Ivannia—respondió—, Ivannia Luxemburg. Con esa revelación la mujer se quedó paralizada. La princesa iba a casarse. Vaya noticias que llevaba consigo el viento. (…) —¿Hay algo que te inquiete Xandor?—preguntó Derick a su sirviente cuando ya llevaban varias horas de cabalgata en dirección de Silvandor, después de abandonar la prestigiosa tienda de modas de Madame Veloura. —No, mi señor. —¿Entonces porque has estado tan callado? El hombre si tenía dudas y quería resolverlas, pero sintió que era una insolencia inclusive preguntarlas. Derick le observó con una ligera sonrisa en sus labios. Comprar o más bien, encargar ese vestido le dio calma. Estaba perdiendo la guerra mental que Ivannia había comenzado. Un simple sueño le estaba desviando del camino y haciendo perder su confianza. Tener ese vestido hecho realidad era como una promesa de que esa boda iba a darse sin importar el costo o quien tuviera que morir para ello. Ya habia una muerta. Podía haber dos. —¿Cuál fue el objetivo del vestido? Madame Veloura tiene fama con la aguja pero también con la lengua. Dicen que todo lo que se menciona en su tienda, se extiende por todo el reino y las mujeres ya la usan como arma para desprestigiar a otras. Todo el mundo sabrá que va a casarse con la princesa y entonces tendrá rumores por todas partes. —Y eso es justamente lo que quiero—respondió Derick deteniendo su caballo en una colina cuando observo a Silvandor a la distancia. El sol se estaba poniendo así que esperaba que Blackthorn hubiera seguido su camino hacia Forgeport y no se tomara el atrevimiento de parar a una posada. Observó a Xandor—. Todo el mundo sabe lo beneficioso que sería para Abbey esa boda. El reino entero conoce el empeño que pondré para recuperar ese territorio para mi amada esposa y eso le dará una presión más grande cuando le toque escoger. Con Blackthorn sin posibilidades, es solo cuestión de tiempo para que la boda se lleve a cabo. Eso era astuto. Una nueva presión. —¿Y si la princesa se niega? —Eso no pasará. No lo hará. Su seguridad sorprendió al sirviente quien movió las riendas de su caballo para seguirle el paso a su señor quien después de seguir esas palabras bajó a toda velocidad por la carretera hasta la entrada de Silvandor. Al llegar a la ciudad que era cien veces más pequeña que Elegar, pero con al menos mil habitantes, se dio cuenta lo peligrosa que era por ser tan estrecha. Los Battenberg tenían dos propiedades a las afueras. Una enorme residencia oculta entre los bosques y otra un poco menos ostentosa en el centro de la ciudad. La casa en la ciudad era la que recibiría a los invitados, pues al parecer Spencer Battenberg no quería crear revuelo haciendo una enorme fiesta de cumpleaños, con una ciudad tomada por invasores. Sabía como mover sus cartas en beneficio de su familia, así que Derick le respetaba. Cuando llegaron a la posada antes de que el sol se ocultara en el horizonte, entregó su caballo para que le dieran un poco de agua y comida y exigió a Xandor que buscara a sus hombres. Necesitaba saber si Blackthorn estaba en la ciudad o estaban fuera de peligro. No tardaron mucho en dar respuesta a sus exigentes preguntas cuando uno de los hombres que mandó a adelantarse comunicó que tenía la información. —Blackthorn no se detuvo aquí. Parece que tenía urgencia en regresar a Forgeport y solo fue alcanzado por un grupo de guardias para garantizar su seguridad. La princesa llegó a la ciudad, pero decidió marcharse a la residencia Battenberg en el bosque para más comodidad y posiblemente para no crear revuelo entre los habitantes al ver los estandartes de la corona circular por las calles—explicó el sirviente provocando una sonrisa en Derick. No tenía intensiones de verse con ella, pero si ordenó que fuera vigilada en casa paso por seguridad. —¿Entonces se reunirá esta tarde con su tío? —Parece que lo hará mañana. —Estupendo—respondió complacido de que lo de Blackthorn no hubiera sido más que una preocupación sin sentido. Ivannia se daría cuenta de su ausencia cuando el hombre no respondiera sus cartas y estaba segura de que debió haber dejado al menos un mensaje de despedida. Todo eso era excelente. El sirviente mantuvo sus ojos en su señor causándole un poco de incomodidad. Parecía que habia algo más que debía comunicar. —¿Que pasa? —La princesa. —¿Qué hay con ella? ¿Sigue descansado? —Está en Heberger, excelencia. Derick se quedó atónito. ¿Qué demonios hacía visitando el burdel más famoso de Alsten? De inmediato su mente le dio imágenes que lo hicieron incorporarse enfado. ¿Podía ser que fuera por un amante? Sus celos aparecieron de nueva cuenta. Tomó la espada que tenía en la mesa y fue tras ella. Vaya excitante decisión.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD