ELEGAR, CAPITAL DE ALSTEN.
Derick habló de muchas cosas, pero Ivannia apenas y comprendió o más bien, presto atención a la mitad de lo que dijo. Los ministros parecían demasiado interesados en su experiencia con los Khasar, pues daba datos que sin duda, nadie en el reino tenía escritos. Para molestarlo, la princesa decidió ponerlo a prueba.
—¿Puedo saber de donde sacó esta información?
—Experiencias cerca de las cordilleras, alteza.
—¿Lord Edevane ha estado en campaña?
—Desde finales del invierno de hace ocho años—respondió dando la fecha exacta donde cualquier unión entre ambos se habia roto—. Estuve en campaña haciéndome de Valoria por mi familia materna, luego de haber abandonado esta corte. Espero que eso no sea tomado como una deslealtad por mi parte, después de todo fue su alteza quien me sacó de esta corte.
Ivannia sonrió.
—¿Cuándo hice eso?
—El reino lo recuerda, tanto como yo.
La princesa se acomodó en su rostro y levantó la barbilla con supremacía para no mostrar que sus ojos, esos ojos que tenían un toque de maldad y parecían seductores, le estaban molestando. Había algo realmente atrayente en esos ojos que lo hacía irresistible. Esa mirada relajada no podía pasar desapercibida tan fácilmente.
—Bien, creo que podría hacer uso de esa información Lord Edevane. Me gustaría que el escriba la redactara para mantenerla en los archivos de la corte. Por hoy, esta reunión debe terminar—informó poniéndose de pie y bajando los escalones del trono. Al llegar a Derick se detuvo.—Tenga una buena estancia en Elegar, Lord Edevane.
El hombre sonrió, pero cuando pasó a su lado dejó la fragancia de su perfume marcada en el aire. Tomó una bocanada sutil. Ese maldito aroma le erizó la piel y se dio cuenta que verla de nuevo, amenazó con desatar sus bajas pasiones de nuevo.
Los pasos de la princesa resonaron a sus espaldas.
Nuevamente, la tenía cerca y pronto, la acorralaría a su merced. Solo debía esperar y ser paciente. Por el momento, debía conformarse únicamente con haberle golpeado el ego con su regreso. De ese encuentro, hablaría la corte.
Lord Gastrell siguió a la reina por los pasillos.
—¿Cree que casarme sea buena idea?
—Daría confianza y aseguraría una buena abdicación.
—Entonces haga una lista para mí—ordenó la princesa deteniendo en medio del pasillo de los reyes donde descansaban todos los retratos de sus familiares del pasado que habia hecho grande su línea dinástica.
El ministro frunció el ceño.
—¿Una lista de que, alteza?
—Una lista de posibles esposos. Quiero a un hombre poderoso, con experiencia en batalla y con una fortuna formidable, porque no deseo escuchar comentarios desagradables sobre el dinero de la corona. Quiero que sea guapo, para tener un heredero agraciado.
El hombre la observó como si le estuviera pidiendo un pecado. Aunque era una buena idea, los matrimonios debían analizarse de manera más profunda. La conexión entre ambos debía ser buena o no funcionaria.
—Alteza, le pido que lo reconsidere. No puede escoger un marido de un catálogo. Eso podría generar comentarios en dirección de su persona—dijo el hombre con preocupación—. Le pido que se tome el tiempo de conocer a los caballeros antes de tomar una decisión apresurada.
—No he dicho que voy a casarme mañana, pero tal vez deba hacerlo rápido así que necesito que me ayude con lo que le he pedido. Puede que me fallara como ministro, pero confío ciegamente en su juicio Lord Gastrell. Tal vez deba ayudarme renunciando a su posición como ministro y estando a mi lado como consejero. Será más cómodo para usted, así no sentirá miradas sobre su persona, ni reproches.
La propuesta de la mujer le sorprendió.
Se sentía honrado.
—Voy a considerarlo, alteza.
—Bien, entonces puede marcharse.
Lord Gastrell le dedicó una reverencia y se marchó rápidamente con la mirada de la reina siguiendo sus pasos hasta que se perdió al doblar el pasillo. Lo vio detenerse ligeramente pero luego siguió andando. Estaba por continuar cuando observó a una figura conocida aparecer en la misma dirección que Lord Gastrell habia desaparecido.
La mujer tomó aire.
Maldito infeliz.
De todos los amargos momentos de su vida, verlo de nuevo en estas circunstancias era el mayor de los castigos. Ya fuera por esa mirada de superioridad que le lanzaba a todo el mundo o la manera en como cada persona de la sala guardaba silencio ante su andar, tenía algo que lo hacía ver soberbio, muy soberbio y aunque hubieran pasado ocho años, seguía siendo Derick Edevane.
—Han pasado casi diez años, pero parece que su alteza aún no pierde la belleza que siempre la ha caracterizado.
—Y usted Lord Edevane no pierde la oportunidad de hacer algún comentario que ocultan deseos malintencionados. Debería decirme que he envejecido y también que mi belleza se ha marchitado, o mejor, que nunca la he poseído.
Una sonrisa apareció en sus labios.
—Nos casamos Ivannia, no podría decir al reino que mi ex esposa es fea. Eso daría de qué hablar, pues soy considerado un hombre de excelente gusto.
Ex esposa.
Maldito descarado.
—Quita la palabra «esposa» de tu boca para referirte a mí. Eso nunca pasó y el reino lo ha olvidado, de la misma manera que yo lo he hecho. Parece que los Edevane disfrutan de ser envueltos en la misma tela que la monarquía de la que nunca formará parte. Ahora sí me disculpas, tengo asuntos importantes que hacer.
Que se cruzara en su camino en la mayor de las tragedias. Caminó con elegancia, levantando un poco su vestido, pero su voz malintencionada me hizo parar.
—Las novias no se casan durante el invierno. El quinto día del doceavo mes está maldito para todo el reino y está prohibido llevar a cabo nupcias. Su princesa es apodada «La princesa virgen» y nuestra boda «El matrimonio de los diez días». Las mujeres no ponen tu nombre a sus hijas por temor a que traigan tu maldición. Está de más mencionar que el reino lo ha olvidado, cuando el hecho de que estemos hablando aquí, desatará tantos rumores como el día en que nos casamos. Yo soy el fantasma y la maldición que llevarás pegado a tu nombre para toda la vida.
La princesa se quedó sin aliento.
Tomó aire como pudo y se dio la vuelta. Aunque por dentro estaba iracunda porque sabía que lo había dicho era cierto, no le permitió verla sobajada. Sonrió de manera fingida.
—Lo que el reino diga no me compete. Tú estás casado. Felizmente casado desde hace muchos años. Envía saludos a Lady Edevane de mi parte. Escuché que sufrió una nueva pérdida, sinceramente desde el fondo de mi corazón lo lamento mucho.
Esa chica llevaba más de cinco abortos en ocho años. No había podido dar a luz ni una sola vez. Era enfermiza y los médicos dijeron que jamás podría traer al mundo a un niño sano o esos eran los rumores que la invadían.
—Agradezco a su alteza. Le haré llegar sus palabras a mi esposa. Cada persona trae su historia en el libro del destino y ella jamás podrá darme un hijo. No ha sido por mi insistencia que ha pasado por esto de nuevo. Perdí la esperanza en el tercero.
—¿Ya está resignado?
—No puedo obligar a mi esposa a darme un hijo que ella no estaba destinada a brindarme—escuchó el repique que anunciaba una nueva hora. Su voz pareció un sutil reproche que significaba más de lo que le permitió escuchar. El hombre inclinó su cabeza y la reverenció—. Me despido, su alteza.
Una extraña sensación se apoderó de su estómago.
No podía dejarlo marchar.
Tenía una pregunta. ¿Qué quiso decir?
—¿Por qué no estaba destinada?—preguntó haciendo que se detuviera a su lado. Derick con su imponente altura y fornido cuerpo la cubrió con su aura.
—Sabes perfectamente que eras tú quien debía dar a luz a mis hijos, Ivannia. Está de más mencionarlo ahora.
Una risa amarga brotó de la boca de la mujer. ¿Cómo podía decirlo de esa manera? ¿Cómo reproche? Ella era quien tenía muchas cosas que reclamar al respecto. Iba a ser usada, a ser tratada como una yegua de cría y luego hecha a un lado por su propio marido quien gozaba de una falta de escrúpulos atroz.
—Hubiera sido un pecado—espetó entonces haciendo que Derick frunciera el ceño y volteará hacia ella.
—¿Que cosa?
—Tener un hijo contigo. ¿No lo imaginas? Si no lo haces tú, yo sí. Imaginó dando a luz a un hijo que crece viendo y escuchando como su padre sobaja a su madre y la condena a una posición de sumisión. Imagino a mi hijo siendo contaminado exactamente de la misma ambición que su padre y cada vez que lo hago, agradezco a los cielos que eso nunca haya pasado.
Sus palabras fueron tan mordaces que el hombre apretó los puños con rabia y terminó acorralando a Ivannia contra la pared del pasillo. Su mano estaba cerca de su cuello, pero se limitó a sujetarla por los hombros, posiblemente porque sintió que con su tamaño era más que suficiente para dominarla y mostrarle que estaban en una posición diferente. La princesa no mostró debilidad.
—Un pecado será que veas caer la casa que te ha visto nacer por tu jodida necedad. ¿Veneno dices? Ese jodido veneno lo llevas en la sangre tu también Ivannia. A veces olvidas que tu apellido es Edevane al igual que el mío. Te diré lo que pasó—exclamó cerca de sus labios—, llenaste tu corazón de mierda sentimental cuando debiste dejarlo correr. ¿Te das cuenta que lo que provocaste? ¿Quieres que te lleve a Abbey y veas a esos niños y mujeres muertos?
—No ha sido mi culpa. Ustedes abandonaron la corte.
—¿Crees que la humillación de ser plantado debía ser perdonada? Por mí me habría quedado en Eldoria o Thorney y habría escuchado en silencio como eras derrocada pero mi padre valora enormemente al tuyo y tiene deudas que no puede olvidar. La sangre no se puede negar, ni siquiera tú puede hacerlo, Alteza.
Eso fue un claro “me necesitas”.
Ivannia terminó riendo. Una risa amarga y divertida que brotó de su interior para matar la rabia que se acrecentaba con cada palabra que salía de la boca de Edevane. Esos labios eran tentadores y atractivos, pero soltaban veneno.
Ivannia los observó por varios segundos luchando por no perder la cordura con la cercanía, mientras sus alientos se mezclaban. Estaban tan cerca que sus pechos, rozaba la piel de Derick. No dejó que los nervios la dominara.
—¿Vienes a salvarme ahora? No, Derick—musitó la princesa quitando una pelusa imaginaría del costoso traje del hombre mientras negaba con la cabeza—. Estás aquí porque querías verme acorralada. Tu padre deseaba ver mi rostro temeroso por perder la corona y has venido a mí como un buitre, anunciando mi caída. Has venido a eso y también a buscar beneficios que no vas a encontrar en mi corte. Si yo caigo, su poder e influencia también. La gran diferencia es que yo puedo mantener mi corona con o sin su ayuda, en cambio, tú me necesitas de cualquier forma y si no me tienes, tendrás la sangre que nos une como familia, pero siempre seguiré siendo yo la que te da poder de manera indirecta.
Después de exclamar aquellas palabras, puso su mano en su pecho y lo apartó. Sacudió su vestido como si su solo tacto la hubiera ensuciado y con voz demandante le ordenó que no volviera a tocarla sin su permiso.
—¿Ahora eres digna? La digna princesa Ivannia que nunca se ha dejado tocar por un hombre y que se mantiene pura y casta para su futuro esposo. Imagina lo que diría la corte si supiera hasta donde has llegado conmigo. Se escandalizarían nada más al comenzar a escuchar mi relato. No finjas que no te dejas tocar por nadie en mi presencia.
—Yo nunca he dicho que no me dejo tocar por nadie, simplemente he dicho que no quiero que seas tú quien lo haga. Me siento sucia cada vez que lo haces, así que evítame el mal rato, Lord Edevane. Con permiso.
Mostró confianza y le dio la espalda.
No iba a quedarse ni un solo minuto más.
—Cuando el peso de la puta corona caiga completamente sobre ti, comprenderás por qué estoy aquí. Esperaré pacientemente a que ruegues por mi ayuda.
—Espera sentado, porque lo único que me verás hacer, será sentarme en mi trono.
—Esperaré paciente por ello, Vannie.
No, no quería que esperara, quería que se marchara y como si los cielos escucharan sus plegarias, Derick abandonó Alsten dos semanas después de aquella conversación. Hizo más de lo que se pidió. Como si se tratara de un experto en estrategia trazó en un mapa enorme de todo Alsten cada punto débil. Coordinó los puntos donde debían establecerse campamentos militares y dio como prioridad asegurar las fronteras vecinas con Abbey, antes de siquiera pensar en recuperarla. La prioridad sería salvaguardar al pueblo, luego recuperar lo perdido.
Ivannia clavó sus ojos en aquel mapa que tenía escrita mucha información del puño y letra de Derick. Reconoció esa perfecta caligrafía de inmediato, pues ni siquiera eso pudo reprocharle. Lo único malo con Derick, era su maldito carácter manipulador. La princesa alargó su mano y acarició Abbey. Esa tierra volvería a ser suya y su pueblo iba a dejar de sufrir. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Iba a hacer lo que estuviera en sus manos para conseguirlo.
—Theobald Stonewall. Extremadamente rico. Dueño de la mitad de las minas de Mountland y un poderoso Lord con influencias fuera del reino. Tiene cuarenta y cinco.
Ivannia negó con la cabeza.
—Muy viejo.
—Lo pensé. Igual le debe el atractivo.
—Siguiente.
—Persival Pendragon. Él ha llenado de espaldas y escudos a nuestros soldados. Tiene una fortuna formidable y es soltero. Las damas le consideran atractivo y dicen que es agradable e inteligente. Solo hay un detalle.
—¿Que detalle?
—Bueno, dicen que sus gustos son diferentes.
—Es mujeriego—aseguró Ivannia sin despegar los ojos del mapa, pero la respuesta era completamente diferente.
—Las damas no están en su lista de favoritos. Más bien, los caballeros—explicó Lord Gastrell haciendo que la princesa parpadeara.
—¿Y por qué lo colocaste en la lista?
—Son rumores, alteza.
—¿Me estás diciendo que no hay un hombre agradable, de fortuna formidable e inteligencia rescatable que proceda de una casa digna y que le gusten las mujeres?
—Alderan Blackthorn, pero tiene fama de mujeriego.
—La familia Blackthorn…
—Son una casa antigua y poderosa de Forgeport. Los Blackthorn construyen lo que sea que la corona les pida, barcos, armas, murallas—comunicó leyendo el documento que tenía en sus manos—. Alderan Blackthorn heredó la fortuna y títulos de su padre cuando el antiguo Lord de Forgeport murió hace dos años. Es un hombre serio, pero muy inteligente. Dicen que es dedicado y un conocedor innato del mundo. Es un año más joven que su alteza.
Ese hombre llamó la atención de Ivannia.
—¿Es agraciado?
—Dicen que es muy guapo y caballeroso.
Ivannia sonrió. Alderan le habia llamado la atención.
—Escribe una orden real. Necesito conocerlo antes de tomar una decisión. Me parece un buen prospecto. Inventa algún pretexto que suene convincente. No quiero que nadie sospeche las razones de mi llamado. Un matrimonio daría confianza al reino y no me niego a la idea de hacerlo padre de mi heredero si las cosas entre nosotros fluyen bien. Una vez casada no hay razones para que la corte se niegue a la abdicación.
—Eso acelerará las cosas y será visto con buenos ojos. Su alteza se habia tardado demasiado. Lord Edevane se casó con Anastasia Greenway poco tiempo después. Eso le ayudó a quitarse de encima los comentarios. Si su alteza hubiera tomado esa misma decisión, se habría evitado penas.
Ivannia recordó la noticia de esa boda.
Su padre casi quiso morir de la rabia. Estaba molesto pero ella no sabía si era con ella o con los propios Edevane. El rey se sintió ofendido de que Derick olvidará a su hija de manera tan rápida y no le diera el luto necesario, pero Ivannia sabía que lo que Derick buscaba era lastimar su ego.
—No iba a casarme por unos rumores. Además, dudo que Derick se haya casado solo por eso. Debió haber ganado algo casándose con una Greenway.
—Es una mujer hermosa y de finos modos. Es elegante y tenía fama de ser el diamante en todas las temporadas debido a su belleza. Lord Edevane fue envidiado luego de casarse con ella, además, su padre tenía una enorme fortuna y le brindó una excelente dote. Era una mujer que disfrutaba de leer y tocar el arpa. Es una dama delicada.
Pero tenía un esposo tan patán.
—¿Una diosa entonces?
—No me atrevería a llamarla así, alteza.
Ivannia sonrió. Pobre mujer. No habia escuchado que Derick tenía amantes, pero con ese carácter ya era suficiente razón para compadecer a esa pobre mujer. La princesa ya lo habia decidido. Quería conocer a Lord Blackthorn. Por alguna razón desconocida la idea de matrimonio ya no le parecía tan desagradable.
Tendría un hombre en su cama que podría usar para caer en los bajos placeres de la carne que tanto disfrutaba ver en los “callejones de la lujuria”, como le apodaba la plebe a esa zona que estaba llena de prostíbulos. Ivannia solía visitar el lugar seguido, en primera porque era un ligar donde la moralidad humana se dejaba tentar por la lujuria y en segunda, porque allí conocía los secretos que los Lores susurraban en los oídos de las prostitutas antes de tener un orgasmo dentro de ellas. Era una fuente grande de información.
—Traiga ante mí a Lord Blackthorn. Continuaremos con esta conversación luego de conocerle—ordenó la mujer dando por terminada su reunión con Lord Gastrell y pensando seriamente en escabullirse por los pasillos secretos del palacio para ir en búsqueda de un buen entretenimiento.
Si los príncipes podían ir a los prostíbulos ¿Por qué las princesas no? Uno de los guardias estaba por abrirle la puerta cuando un hombre entró corriendo con un pergamino en sus manos. Ivannia se detuvo en seco.
—¡Hay una noticia que recorre Alsten, alteza!
—¿Que noticia?
—Thorney la ha confirmado—informó el mensajero teniendo el pergamino a la reina quien lo leyó con rapidez antes de quedarse completamente atónita al procesar el contenido. La mujer volteó hacia Lord Gastrell.
—¿Qué pasa alteza?
—Lady Anastasia Edevane, fue encontrada colgada en un bosque cercano a su residencia en Thorney. Se suicidó, Lord Gastrell. Está muerta.
—Eso quiere decir que…
—Derick Edevane ha enviudado—completó el mensajero dejando a la princesa anonadada. Lord Gastrell hizo una anotación en su lista de manera frívola.
Derick Edevane ahora entraba en su lista de solteros.